Dios ha hecho los regalos más bellos a la historia de América para que se realice aquel mundo del que los americanos se sienten, en última instancia, promotores El presidente Andreotti y el ministro de Exteriores Dini en un concurridísimo encuentro sobre la pax americana. Italia, de nuevo, en el centro de una política de cooperación y desarrollo para la paz
Coros, olas como en el estadio, ovaciones en pie: la prensa italiana ha transformado una acogida clamorosa dada a Gulio Andreotti en el segundo día del Meeting en una torcida carrera de furor antijudicial.
Pero pocos observadores han captado dónde radica la confianza que el senador vitalicio despierta cada vez que viene a Rímini; lo que le hace digno de estima frente a cualquier moda periodística y política: su capacidad de ver más allá.
Hablaba de cooperación internacional, de paz, de relación entre los estados, los países y los sistemas. Y la gente aplaudía a este anciano señor porque - como pocos otros - consigue siempre centrarse en el tema del Meeting: la amistad entre los pueblos.
Razonando con su acostumbrada y clara visión histórica con respecto al diálogo y al encuentro entre hombres y culturas, Andreotti lograba superar los “italianismos” y las polémicas veraniegas propias de ciertos aburridos teatrillos de nuestra política.
«Si vis pacem para bellum. El mundo del 2000: Pax americana», decía el título que la Compañía de la Obras había elegido en el marco del ciclo “Educar para construir”. El senador, desde la cumbre de su larga experiencia política e institucional, apoyado por el ministro de exteriores Lamberto Dini, ofreció una lección de rara eficacia. Tanto, como para hacer concluir al presidente de la CdO, Giorgio Vittadini: «Hemos comprendido qué quiere decir educarnos en política en función de una concepción alta, altísima, de la política. Queremos aprender esta concepción y no reducirnos a una rastrera asociación para defender nuestros intereses».
En la apertura, el ministro de exteriores había recorrido las etapas del reciente conflicto en Kósovo, defendiendo la intervención humanitaria de la OTAN: «La Alianza Atlántica en los Balcanes ha condenado el antiguo principio por el cual los hombres son secundarios respecto a la soberanía y al soberano». Dini, sin embargo, lanzó también una reflexión sobre el papel de EEUU en el futuro mundial: «¿Cómo construir una paz que no sea sólo americana, aun manteniendo a Estados Unidos como poder indispensable?», se preguntó y preguntó al público del auditorio.
Europa más grande
Para el responsable de la política exterior italiana, todo depende de Europa y del lugar que sepa hacerse en el mapa internacional: «La primera condición es el crecimiento de Europa y la realización, finalmente, de una política exterior y de seguridad de la Unión». No sólo “una Europa más fuerte”, sino también “más grande”; por tanto, se trataría de «aumentar el carácter institucional de la defensa de los derechos, para que el uso de la fuerza pueda favorecer “la moral por otros medios”». Con el auspicio y el empeño de «que deje de ser una Europa pasiva e impotente». Una Unión que busca la distensión y la cooperación sin olvidar que «el desarrollo es hoy el nombre verdadero de la paz», agregaba Dini, tomando prestadas las palabras de Pablo VI, para concluir con las de Juan XXIII, con un voto de confianza hacia los jóvenes como posibles constructores de un mundo sin guerra. Aquellos que, según el papa Roncalli, «saben mirar adelante en vez de pararse a recoger y tirar las piedras que nos arrojan».
“Opus justitiae patri”: casi al comienzo de su intervención, Gulio Andreotti recordó a Pío XII y su lema pontificio, para subrayar cómo la búsqueda de la paz corresponde a la construcción de un orden distinto.
¿Un nuevo orden mundial con barras y estrellas? La reflexión del senador fue, como de costumbre, pacífica. Enumeró los méritos históricos de los Estados Unidos: la intervención - decisiva - en las dos grandes guerras del siglo; el impulso a la reconstrucción bajo el gran paraguas del Plan Marshall; la barrera al comunismo que ha permitido a Italia no quemar recursos económicos en la caldera de los armamentos y conocer así una fase de desarrollo de otro modo imposible.
Política transoceánica
El excursus histórico no censuró tampoco ningún demérito, como una cierta actitud estadounidense de querer condicionar los asuntos internos de nuestro País. Andreotti recordó, por ejemplo, el periodo en el que, desde más allá del Atlántico, se querían diseñar los escenarios políticos italianos, subvencionando de todas las formas posibles la formación de un ejecutivo de centro izquierda, «hablo del gobierno de los años sesenta», precisó. Justamente cuando la Casa Blanca miraba con desconfianza a la “D.C. papista”, prefiriendo como más fiable la CDU alemana.
Pero más que en la pax americana, el senador cree en una “pax cum América”.
Una amistad con USA en la cual «se ha de estar alerta y a la vez apoyarnos en ellos», que dé pie a una lealtad, pero también a una autonomía y libertad de acción. Incluso porque - como concluía agudamente el senador - «al estar siempre a la defensiva con ellos nos arriesgamos a quedarnos anquilosados». La amistad que Andreotti auspicia para Italia coincide con la política exterior por la que ha trabajado: aquella capaz de intervenir en los escenarios internacionales (Mediterráneo, Oriente Medio) más eficazmente que los abotargados aliados. La Italia que dialogaba con el “terrorista” Arafat, colaborando anticipadamente a la histórica paz con Israel, hasta tal punto de merecer la aprobación del Departamento de Estado Americano de la época Reagan, George Shultz, del que Andreotti ha descubierto una frase en los archivos estadounidenses: « Los discretos contactos que Italia mantiene con varios sujetos de la comunidad palestina - escribía en el 84 el Secretario de Estado - son ciertamente útiles, así como los esfuerzos italianos de delicada diplomacia en otras áreas son importantes para nosotros».
Entonces, paz “con América”, trabajando para que las Naciones Unidas «aumenten su propia capacidad de influencia y de determinación», sin ilusionarse con que el Palacio de Cristal pueda transformarse en la sede de un gobierno mundial. Al mismo tiempo, sin embargo, comprometerse en organizaciones regionales que pueden revelarse muy eficaces. Andreotti recuerda la Organización para la Cooperación y Seguridad Europea, la OSCE, que desde el 75 reúne otros estados del Viejo Continente, URSS-Rusia incluido, junto a Canadá y Estados Unidos.
Futuro tranquilo
Alguien cuestionaba la presencia de la URSS en el acto constitucional de la OSCE con estas palabras: «¿De qué puede servir que esté también Breznev?» - reveló Andreotti -, Aldo Moro, respondía: «Breznev pasará y estas cosas darán su fruto». Y en aquel ámbito aparentemente ineficaz, cobraron vida los más importantes acuerdos sobre desarme y sobre derechos humanos.
«En la OSCE tenemos una garantía jurídica internacional para los derechos humanos, el único verdadero camino para construir un futuro que pueda ser tranquilo», subrayó. Por ejemplo, con una policía europea, «según una plataforma en la que Estados Unidos y Canadá estén perfectamente integrados».
Y después, sobre todo, si vis pacem... para pacem: «Ésta debe ser nuestra filosofía - concluyó el senador -. Tanto si las cosas son fáciles como si son menos fáciles; porque los contrastes son inevitables, y porque los intereses humanos llevan ligadas una serie de prioridades particulares, no determinadas por la decisión común». Y destilando sagacidad, entregó al pueblo del Meeting esta máxima de la cual hacer un tesoro: «Creo que debemos estar orgullosos de tener, incluso en la vida pública, no como factor organizativo sino como un estímulo y un control de carácter moral, nuestra fe cristiana. Lo que en otros tiempos suponía una contradicción entre obligaciones morales y civiles, hoy se resume en una palabra verdadera para la cual Jesús nos ha redimido: la libertad».
Aluvión de aplausos, ni más ni menos. En paz y armonía con Montanelli.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón