El pasado 22 de marzo la comunidad argentina invitó a Enzo al retiro de Pascua. Durante el coloquio habló también de su responsabilidad en CL. Publicamos algunos apuntes de su intervención, así como algunas cartas y testimonios que hacen memoria de nuestro querido amigo recientemente desaparecido
De tres años a esta parte, Giussani ha modificado la estructura del movimiento. Ha instituido una figura que ya existía en el Grupo Adulto desde hace mucho tiempo: la figura del visitor. Pero no un visitante como aquellos de la "Invasión de los extraterrestres" que hace un tiempo se retransmitió por televisión. Dado que don Giussani no puede visitar todos los países donde está presente el movimiento, ha elegido a algunas personas que le son muy cercanas y que, por tanto, allí hacen lo que haría él. Es un trabajo bastante pesado para los que deben hacerlo. Yo soy uno de estos visitor. Italia está dividida en tres zonas, de modo que hay tres visitor para toda Italia. Yo tengo que seguir a más de veinte mil personas, y espero que Dios me de la fuerza para ello. Es una tarea enorme. Por la intensidad de vida que tiene el movimiento, se trata de una tarea inmensa. Es ya difícil sostener una comunidad como la vuestra: ¡figuraos con veinte mil personas! Pregunté a Giussani qué quería decir visitor, porque no lo sabía, y le dije: "Si soy un visitor tendré que hablar contigo a menudo". Pero, veía que era difícil hacerlo. Por esto, pensaba: "¿Qué clase de visitor soy si no hablo con él?". Ver a Giussani es algo muy especial porque él toma el movimiento en serio, no como nosotros. Cuando era joven, le hacía de chófer porque a él le gustaba cómo conducía. Así, un día me dijo: "Quiero que vuelvas a llevarme en coche". Un lunes que no tenía que operar tomé el coche y fui a buscarle, y descubrí que también él hacía de visitor. Lo hacía en tres casas del Grupo Adulto. Fue algo extraordinario. Llegamos a la primera casa de mujeres del Grupo Adulto, tocó el timbre y, cuando le abrieron, dijo: "Disculpadme, soy don Giussani, no querría molestar; nuestro encuentro debía ser el miércoles, pero quería pediros si era posible hacerlo hoy. Os pido perdón, me desagrada alterar el ritmo de la casa".
Yo pensaba que si hubiera venido a mi casa, le habría abierto todas las puertas; si viniese a mi casa le diría: "Ven cuando quieras", pero él no lo hacía así. Más tarde, cuando comenzó la reunión, fue extraordinario oírle hablar. Conocía a todas las chicas, una por una, y les preguntaba: "¿Cómo está tu padre? ¿Toma las medicinas?"... ¡Y esto es sólo un ejemplo! Había entre ellos una ligazón profunda, un afecto para mí desconocido. Así visitamos las tres casas, todas del mismo modo. Por la noche, mientras volvíamos a su casa, Giussani me preguntó: "¿Has entendido?"; le respondí: "Empiezo a comprender". Se puede "hacer de visitor", pero, en el fondo, "ser visitor" es "ser del movimiento", amar todo y hacerlo todo con esa pertenencia en el corazón y en la mente, con esa capacidad de unidad que se llama paternidad. El problema del visitor es hacer que cada relación se mantenga como una herida abierta: se llama conversión. En este sentido, también en la familia, o en el lugar de trabajo, es necesario que uno sea visitor; el chico con su chica debe ser visitor. Es necesario mantener viva esta herida que se llama conversión. Así es cómo nace el movimiento para nosotros: de unas relaciones nuevas. Éste es el problema. Así es cómo el movimiento continúa siendo una novedad, una experiencia intensa que elimina de raíz todas las divisiones. Lo que uno dice al otro es: "¡Qué importa el resto! El problema es mi conversión y ayudarnos mutuamente para que esto suceda". Esto con el tiempo produce frutos extraordinarios. Antes que nada, porque seremos más capaces de colaborar para que nuestra sociedad llegue a ser más humana. Pero, para esto, se necesita paciencia...
Como decía antes, siempre quería hablar con don Giussani y él no me recibía. Hablaba con todos menos conmigo. Yo le decía: "¿Sabes?, no me parece justo comentar ciertos asuntos delante de todos", es decir, durante el Consejo de Presidencia (donde se reúnen los responsables una vez por semana para afrontar todos los problemas del movimiento). Un día, durante esta reunión, don Giussani, nada más llegar, empezó así: "Aquí hay alguien que no se fía de nosotros". Entonces pensé: "¿Hablará de mí?". ¡Cuando Giussani corrige te deja marcado! Y continuó: "... el que no se fía de nuestra comunión, no sólo pretende que todo esté a punto para hablar, sino que quiere hablar sólo conmigo; no desea hacerlo con todos nosotros". En ese preciso momento, comprendí. No se trata de ser o no ser sincero; es un problema de comunión. ¿Qué tipo de unidad existe entre nosotros si no nos arriesgamos a ser sinceros acerca de todo lo que amamos? Cuando acabó la reunión me acerqué a don Giussani y le dije: "He comprendido; ahora entiendo". Y él me respondió (no olvidaré nunca sus palabras, porque me conmovieron profundamente): "Ahora, cuando quieras, ven y hablamos"
Él actuará más que antes
Querido don Giussani: Le escribo poco después de una semana de la muerte de mi padre. Deseo decirle que cuando mis amigos me dieron la noticia, durísima, estaba furiosa, porque lo primero que pensé fue en hacer cualquier cosa para salvarle, para que volviera atrás, con evidente y dolorosa impotencia. En cuanto me vieron me dijerón: "Él actuará más que antes"; y después: "Está más presente que antes". Ahora tengo la impresión, volviendo a considerar muchos aspectos, de que todo había sido preparado minuciosamente para su muerte. Todo: los amigos que tenía a su alrededor en el trabajo (donde había alcanzado el mayor éxito), la Universidad, el movimiento y la familia. Incluso el jardín, que atendía particularmente, había en algún modo alcanzado la perfección. En estos días, gracias a la disponibilidad sorprendente de mi madre, mucha gente ha venido a vernos o ha escrito contando miles de testimonios sobre cómo Enzo había obrado y sorprendido en cada lugar y en cada campo. Algunos universitarios han sido como hermanos a la hora de compartir con nosotros, con coraje y discreción, este profundo dolor. Con ellos ya no podemos vivir a medias; nuestra amistad sólo puede concebirse como misión. Mi deseo es contar a todos lo que ha sucedido, porque así suceden los milagros. Quiero agradecer nuestra amistad, porque si todo esto es posible es por lo que nos has enseñado y continúas enseñándonos. Espero que nos veamos pronto.
María Piccinini
El vínculo de la unidad
Querido don Gius: "Enzo dio su vida por nosotros; ahora su familia es nuestra familia". Movidos por tu misma intuición, fuimos a visitar la tumba de nuestro Enzo. Fiorisa, Pietro, María y algunos chicos nos esperaban en la puerta de la pequeña iglesia de Portile donde celebramos la misa. José Miguel, Javier, Paco, Rafa y yo llevábamos con nosotros a todos aquellos que hubieran querido estar allí.
Desde España hemos empezado espontáneamente a sentir a Enzo como protector de la unidad del movimiento, y a pedirle que interceda por ese "vínculo que es una auténtica gloria" en el mundo. Cuando entramos en aquel pequeño cementerio y vimos el lugar donde Enzo descansa, nos invadió la percepción de la grandeza de ese padre: ¿Qué es el hombre, que parece nada, si Tú no cuidas de él? Tú lo hiciste poco inferior a Ti, lo coronaste de gloria, le diste una dignidad única. Llorábamos por esa nada que Otro nos hacía eterna y querida. Estaban allí su madre, una señora muy guapa, y la familia de su hermano. En un momento determinado, Fiorisa nos dijo: "A la madre de Enzo me une una gran estima y nos queremos mucho. Sin ella no habría podido vivir la vida con Enzo como lo hice. Porque yo he vivido mucho tiempo sola, y ella me ha animado, ayudado y acompañado siempre. Me enseñó a cocinar. Gracias a ella he podido estar en mi lugar y le debo mucho". En ese instante, debido a la facilidad con que una mujer se identifica con otra, percibí la grandeza luminosa, infinita y discreta, de Fiorisa, que "como si Dios hubiese querido crear un ser capaz de reconocer que Él es todo, estaba delante de nosotros como un eco de la Gloria interna del Misterio".
Carmen Giussani
Un milagro con buen resultado
Carta de Octubre del 97 de una paciente operada por Enzo.
Querido Enzo: Soy un milagro con muy buen resultado; de hecho estoy muy bien. He regresado al trabajo y en todo el resto llevo un ritmo casi normal. Todos se sorprenden de cómo estoy. Te escribo para expresarte mi gratitud, porque la relación contigo ha sido muy importante durante estos meses y estoy convencida de que no me habría recuperado de esta manera si tú no me hubieses ayudado como lo has hecho. Desde el momento en que te conocí y te vi en acción, me sorprendió tu modo de estar ante la realidad, y de repente, me adherí a esta posición que me convencía por lo correspondiente; comencé a mirar en la dirección en que tú mirabas: debía seguirte. Aún cuando la muerte era una perspectiva cercana, palpable. Lo que me decías, el recorrido que hice contigo (fruto de tu atención y libertad ante los signos a través de los cuales la realidad se revelaba) y tu presencia me han permitido "ser", porque mi yo se vio continuamente interpelado durante la enfermedad y la vuelta progresiva a la normalidad en la convalecencia. De hecho, incluso una cosa simple como comprender si algo te gusta o te disgusta es un trabajo del yo, porque después de cuarenta días de hospital, uno ya no sabe qué es la normalidad. He tenido la experiencia de poder mirar a mi yo y a las exigencias de mi corazón con ternura, y de aceptar, por tanto, también la provocación de la enfermedad sosteniendo el drama hasta el final. Tengo en la memoria muchos momentos diseminados a lo largo de este período de hospitalización y convalecencia que, con tu ayuda directa o recordando las sugerencias que me habías hecho, son etapas imborrables de este camino.
En suma, quiero darte las gracias, no sólo por haberme aceptado en tu planta (experiencia para mí totalmente positiva) y por haber arriesgado así en primera persona (como dice don Gius "más que los otros") permitiendo este milagro, sino también por lo preciosa que ha sido la relación contigo, sorpresa de una correspondencia y gratitud por encontrarse con un amigo que comprende hasta el fondo tu ad y al cual le importa tu destino. Quizá cualquiera a quien se le salve la vida está agradecido al que fue el instrumento para ello; sin embargo, a mí me parece que mi caso va más allá de esto, porque tú no me has curado "sólo" el intestino; la ayuda más grande es en lo referente al yo y a su relación con la realidad, empezando por uno mismo. Tú has suscitado en mí un afecto, y yo te aprecio. No sé lo que esto significa fuera de las circunstancias en las que nos hemos conocido, pero quizá se refiere a lo que afirmaba don Gius en nuestro retiro: "La unidad, cuando se vive bien, es para la eternidad". Gracias. Rezo por ti cada día. Un abrazo.
Carla
Amigo fraterno y riguroso maestro
El texto del testimonio leído por los representantes de los estudiantes en el Colegio de licenciados en Medicina durante el homenaje a Enzo Piccinini. Bolonia, 9 de Junio de 1999.
El 26 de Mayo de 1999 en un tremendo accidente de coche murió el doctor Enzo Piccinini, miembro de esta Facultad desde 1980. En estos años, cualquiera que haya tenido ocasión de conocerle no podrá olvidar la dedicación y la tenacidad con que afrontaba todas las circunstancias de la vida. Su existencia, entregada y consumada por la fe cristiana que descubrió a raíz del encuentro con el movimiento de Comunión y Liberación, es un ejemplo de cómo el ideal no fue para él un pensamiento abstracto, sino una tensión concreta y eficaz en la vida, en la profesión, en las relaciones humanas. En este ideal se puede encontrar el verdadero origen de su pasión tenaz por un continuo perfeccionamiento profesional, pasión que le llevó a estrechar la colaboración con excelentes instituciones de prestigio, tales como la Universidad de Harvard, el Memorial Sloan kettering Cancer Center, la Universidad de South Florida, o el Moffitt Cancer Center de Tampa. La misma voluntad de perfeccionamiento se concretaba últimamente también en nuestra Facultad a través de la realización de dos importantes congresos titulados: ¿Quien enseña, qué enseña? y Luz y sombras de una reforma anunciada: ¿cuál es el futuro de la sanidad?, para él muy queridos. A la capacidad científica, se asociaba en el doctor Piccinini una conmovida atención a la persona: por esto tantos pacientes suyos encontraban en él, en un difícil momento de su vida, no sólo un excelente cirujano que incluso tenía el coraje de dar una esperanza cuando habría sido más simple rendirse, sino también una persona amiga y cargada de humanidad dispuesta a compartir cada aspecto de su necesidad humana.
Sus colaboradores más estrechos y los estudiantes le recuerdan por su capacidad de anular la distancia jerárquica y por la pasión por la enseñanza que le llevaban a ser a la vez amigo fraterno y riguroso maestro: enseñar significaba para él "educar" a través de una relación en la que, junto a la conciencia científica, se transmitiese la pasión por la verdad profunda de todo lo real. Nos alegramos de que tal patrimonio de profesionalidad y humanidad no desaparezca y que el camino que él ha trazado pueda ser recorrido con el mismo fervor y fidelidad por nosotros, nuevas generaciones.
Cruz y resurrección
Querido don Giussani: Estamos muy cercanos en el dolor por la muerte de Enzo Piccinini. Sentimos nuestro este dolor también en la persona de Clara, hermana de Enzo y nuestra. Sabemos cuán querido fue Enzo para ti, y cuán precioso para el movimiento. La certeza de que Dios es más grande que nuestro corazón nos sostiene en la esperanza de que el sacrificio de uno revertirá en salvación para todos. He podido hablar por teléfono con Clara - en nuestra comunidad de Venezuela - y con la madre de Enzo. ¡Cuánta verdad y profundidad de fe en esta anciana señora ya tan probada en las vicisitudes de la vida! Me ha conmovido el modo en que ha muerto Enzo: me hizo pensar que, como fue totalizante su adhesión a Cristo en vida, así fue la consumación de esta vida: como un sacrificio. Él, que tanto curó y sirvió al cuerpo de otros, ha visto consumido el suyo como una ofrenda por la obra del Señor. Sin embargo, ¿qué puede arrancar la muerte en una vida que ya se ha entregado? ¿No es ésta ya la victoria? El don y la entrega de sí a la Iglesia, en cada circunstancia de la vida, ¿no es ya el inicio de la resurrección, justamente en la cruz que Cristo elige para nosotros, para la salvación de todos? Enzo nos indicó muchas veces el camino y lo ha confirmado en el momento supremo: cada momento de la vida es una ofrenda, porque Cristo transforma nuestra finitud en Su gloria. Que esta gloria resplandezca para que podamos reconfortarnos, porque uno no camina hacia fábulas artificiosamente inventadas; si da la vida es porque merece la pena. Te abrazo en la certeza que sólo Cristo puede darnos, con el deseo de que incluso nosotros podamos ser siempre más verdaderos en el ofrecimiento. Bendícenos siempre a todas las hermanas.
Rosi
Vitorchiano,
27 de Mayo de 1999
Un puñetazo en el mentón
Querido Gius: No sé cuándo leerás esta carta; sabes que en el origen está Enzo y el juicio que Enzo es ahora sobre nuestra vida. Antes que nada, debo darte las gracias por tu mensaje - después de momentos de aturdimiento como por efecto de un puñetazo en el mentón al recibir la noticia de su muerte -, aquel mensaje tuyo y las últimas líneas donde tú, buen padre, nos has arrancado rápidamente de aquella tentación malvada y mentirosa, fruto de la mentalidad que nos impone el mundo, que es la desesperanza: "Por esto pedimos a Enzo - nos has escrito al final de la carta - que nos ayude a recordar todo esto, antes de que el mundo asalte nuestro corazón y destruya en él toda positividad y, por consiguiente, cualquier esperanza". "Todo esto" es la sobreabundancia de aquel ciento por uno aquí, en este mundo, que nosotros vemos, tocamos, experimentamos. "Todo esto" - así al menos lo siento yo - es la Gracia: nuestra humanidad permanece imperfecta por la realidad del pecado; no sé explicar por qué: es evidente que nosotros somos hechos por Él y le deseamos, y con todo, hacemos el mal que nos repugna, esto es, Le olvidamos; y el olvido es como la pérdida repentina de la palabra, o con idéntico resultado, es la muda violencia o loca bestialidad. Cada jirón de existencia que pretenda apartarse de Su mirada aumenta la torre de Babel. La Gracia es el carisma del movimiento, es el volo ut sis (ndt. quiero que tú seas) de la amistad cristiana que yo veo, percibo y comprendo, no porque lo leo en San Agustín, sino porque pertenezco al movimiento. Que Dios haya querido hacer a través de ti la Fraternidad de CL, esto ha sido y es el volo ut sis para mí, hasta el milimétrico punto que es la obediencia al aviso: "Ved la película de Danton"; y de hecho, quien la ha visto, habrá dado gracias a Dios por que en el mundo, en su vida, exista nuestra amistad, que es tan amable que se pone de parte de mi humanidad atacada por todos los flancos.
Tan es así que, contra el mundo que nos envenena, que te saca de ti mismo y también de la r alidad, incluso con una película, el carisma te ayuda para que no te pares en el trabajo que introduce en la realidad entera. El ciento por uno aquí, el gusto de lo real, de las cosas, del mundo, de lo creado, de la posesión verdadera: es justamente el Infinito que ha puesto su morada en medio de nosotros, algo tan lleno de límites y tan perfecto como es nuestra Fraternidad.
Luigi Amicone
Hola Picci: Te escribo poco antes de tu examen (aquí son las 13:46). ¡En la boca del lobo! Yo he vuelto a empezar aquí en Lugano, aunque se hace bastante doloroso y aunque a veces tengo la cabeza en las nubes. En ciertos momentos me parece que no logro darme cuenta de lo que ha ocurrido. Después me vienen a la mente algunos rostros, especialmente aquellos de los mejores amigos de papá, de aquellos que le han tomado en serio al menos una vez, por los cuales no puedo más que reconocer que la paternidad de nuestro padre no disminuirá, porque consistía totalmente en la grandeza del ideal al cual él con sus amigos ha dado toda la vida. Toda. Yo me siento minúsculo pero comprendo de modo doloroso que ahora estoy más llamado que antes a llevar a Lugano, o allí dónde me encuentre, lo que es papá. Yo estoy dispuesto a dar todo para que, entre nuestros hermanos en primer lugar, se refuerce la amistad, la unidad y la decisión de amar a Cristo que nuestro padre ha fomentado. Te pido que me ayudes a comprender la grandeza de papá. Te quiero. Nos veremos pronto y ... no te preocupes, porque ni siquiera en China estás sola. Adiós.
Pietro
Dos horas de diálogo
Conocí al doctor Enzo Piccinini en el ambulatorio del Policlínico de Santa Ursula de Bolonia el 14 de Abril de 1.999; me dirigí a él para una consulta médica. Después de dos horas de diálogo, salí del ambulatorio con un diagnóstico satisfactorio y muy serena. Tenía la sensación de haber conocido no sólo a un médico, sino a una persona grande, profunda y directa, concreta, humana, capaz de transmitir en poco tiempo algo que ahora mismo no consigo definir bien. A menudo me volvían a la mente sus palabras, sus ejemplos. Desde aquel día, me surgieron muchas preguntas al recordar lo que me había dicho. El 28 de Mayo, una amiga que le conocía bien, me comunicó su muerte; cuando me enteré, quise hablar con personas conocidas suyas y he encontrado algunas respuestas a mis interrogantes. He comprendido que era un hombre grande por el inmenso amor por Cristo y por lo que sabía transmitir a los otros.
Carla, Forlì
No pudiendo hacerlo personalmente, Fiorisa, Chiara, Maria, Pietro y Anna Rita agradecemos de corazón a todos los amigos la cercanía manifestada en este momento de prueba.
Familia Piccinini
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón