De la mano de D. Eugenio recorremos en tres etapas el sentido de la peregrinación a Santiago de Compostela con ocasión del año santo: «El sepulcro del Apóstol», «El camino» y «La espiritualidad del peregrino». En este número la meta de la peregrinación. Notas de una conferencia
Santiago apóstol, llamado el Mayor, hijo de Zebedeo y de María Salomé, hermano de Juan Evangelista1, fue uno de los que Jesús llamó cerca del lago de Galilea; desde aquel momento él y su hermano le siguieron durante toda su vida2. Era impetuoso y decidido, no falto de ambiciones, lo que le costó la reacción de los demás apóstoles al pedir para él y para su hermano los primeros puestos en el Reino3. Este temperamento impulsivo, al igual que el de su hermano, hizo que Jesús los apodase Boanerges, es decir, hijos del trueno. Al mismo tiempo, fue uno de los amigos más cercanos a Jesús, testigo de la Transfiguración, de la agonía en el huerto y de la Resurrección. Después de la Ascensión del Señor, el Nuevo Testamento sólo registra el dato de que fue el primero de los apóstoles que testimonió con el martirio la Resurrección de Cristo4 en Jerusalén en el año 44.
La tradición oral
Durante los tres primeros siglos las comunidades cristianas no sintieron la necesidad de poner por escrito cuál había sido el lugar en el que cada uno de los apóstoles había predicado ni dónde estaban enterrados. Será en el siglo IV, tras la publicación del Edicto de Milán - cuando el cristianismo es reconocido por el Imperio como una religio licita - el momento en que, ante la permisividad legal y debido a la pérdida de tradiciones y testimonios arqueológicos durante las persecuciones, la comunidad cristiana se preocupa por recoger todos los datos y fuentes escritas y orales. Querían comprobar la conexión con los acontecimientos originales que durante tanto tiempo habían estado escondidos o se habían transmitido oralmente.
Una fiebre de indagaciones en búsqueda de las tradiciones sobre las vidas de los apóstoles recorrió todo el territorio del Imperio.
A partir del siglo IV
En varias de estas tradiciones de los siglos IV y V se afirma que el Apóstol Santiago, antes de su martirio en Jerusalén, había predicado en los “confines de la tierra”. Por otro lado, la noticia de un Locus apostolicus en el noroeste de España había resonado en los testimonios de Dídimo de Alejandría o Teodoreto. Ya san Isidoro de Sevilla nos dice que “Santiago predicó en Hispania”. En el siglo VII aparece otro testimonio de un poema en el se afirma también la predicación de Santiago en España. En el 786 en los Códices del Comentario al Apocalipsis que se escriben en el monasterio de Liébana, en plenos Picos de Europa, aparece un himno a Santiago el Mayor como patrono de Hispania por haber sido el apóstol que trajo el primer anuncio del evangelio a la península. Anteriormente, ya Orígenes (siglo III) había situado la predicación de Santiago en los límites del Imperio y en la Galia existían tradiciones sobre la predicación del apóstol al sur de los Pirineos. Curiosamente, nos han llegado testimonios de cierta liturgia jacobea entorno a León en el siglo VIII. Lo más probable es que la predicación del apóstol fuera una predicación pacífica, que no suscitara los más mínimos conflictos en estos extremos del Imperio y sobre la que no tuviera por qué quedar ningún resto escrito.
Un sepulcro romano
Lo cierto es que, aunque ninguna tradición previa decía nada sobre el lugar de la tumba de Santiago, en el 830 aparece de un modo misterioso un sepulcro romano en una zona de Galicia llamada Compostela - quizá campus stellae - que se considera la tumba del apóstol. Sólo sabemos que Teodomiro, por aquel entonces obispo de Iria Flavia (hoy Padrón), se trasladó a Compostela donde situó su sede episcopal. La tradición cuenta que al morir, Teodomiro quiso ser enterrado junto al Locus Santi Iacobi.
Todo occidente creyó, sin ninguna sospecha, que se trataba de la tumba de Santiago el Mayor, apóstol de Cristo. De este modo, el sepulcro se convirtió muy pronto en meta de una de las tres grandes peregrinaciones medievales: Roma, Jerusalén y Santiago. El mismo Carlomagno acudió a visitar inmediatamente el sepulcro. Pronto empezó a surgir a su alrededor una población que, acrecentándose por la afluencia de peregrinos, llegó a ser una floreciente ciudad llamada a partir del siglo XII Santiago de Compostela.
Un principio de civilización
Durante los siglos X, XI y XII el Camino de Santiago experimenta un desarrollo inaudito con fuertes repercusiones en toda Europa, siendo un sorprendente cauce de intercambio cultural y contribuyendo decisivamente a la formación de la conciencia europea.
Toda la historia jacobea y la hipótesis de la predicación de Santiago en España está en la raíz de lo que es España y en el origen de nuestra identidad cultural. Una tumba cristiana ha generado todo un nuevo concepto de urbanismo y un entramado de obras.
El sepulcro de Santiago forma parte indisoluble del origen de la identidad cultural Europea.
El conocimiento de la presencia de Santiago en Compostela nos permite comprobar cómo desde el principio el acontecimiento cristiano es civilizador y generador de una expresividad cultural reconocible por todos los hombres de todas las épocas.
1 Mt 4, 21.
2 Mc 1, 16; Mt 4, 21-22; Lc 5, 10-11.
3 Mt 20, 20; Mc 10, 35.
4 Fue decapitado por el rey Herodes: Hech. 12, 1. Realizaba de este modo la profecía que el mismo Jesús le había hecho: “El cáliz que yo he de beber lo beberéis vosotros también...” (Mc 10, 39; Mt 20, 23.)
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