Las trágicas consecuencias de la destrucción del Imperio de los habsburgo durante la Primera Guerra Mundial. ¿Qué paz para los Balcanes? Pasajes de una iluminadora entrevista al gran historiador* del siglo XX publicada en el semanario italiano Tempi
Monsieur Fej´tö: ¿hay, en su opinión, analogías entre la realidad actual de los Balcanes y la que había en vísperas de la Primera Guerra Mundial, que usted ha descrito tan bien en su libro Requiem por un imperio difunto?
Se puede decir que todos los dramas actuales de los Balcanes provienen de las consecuencias de la Primera Guerra, es decir, la desaparición de los dos imperios que dominaban esta región: el Imperio otomano y el austro-húngaro. Bosnia fue ocupada y gobernada primero por los turcos y luego, en 1908, por el Imperio habsburgo, y durante todo ese tiempo las etnias de esta región convivieron felizmente. Los croatas eran católicos y los serbios ortodoxos; los musulmanes eran serbocroatas convertidos al Islam en los primeros tiempos de la dominación turca, pero hablaban la misma lengua y tenían las mismas raíces étnicas serbocroatas. Tanto en el Imperio otomano como en el austro-húngaro, pues, convivían - como sucede en todos los imperios- diferentes etnias con distintas religiones; existía cierta tolerancia y colaboración. Después de la Primera Guerra Mundial, en cambio, sobre la base de los tratados de paz que sellaron su fin, el principio de autodeterminación de los pueblos, definidos por su etnia y religión, se convirtió en el principio dominante. Todo el mal de esta región de Europa donde las etnias están imbricadas entre sí, donde había muchos matrimonios mixtos, pequeños pueblos donde había una iglesia católica, una ortodoxa y una mezquita, donde el imperio y su administración habían producido una coexistencia pacífica, viene de la afirmación del principio de autodeterminación de los pueblos. Las dificultades nacieron cuando el principio imperial, la soberanía supranacional, fue sustituido por el principio de nacionalidad. Es esta transformación la que creó primero en Bosnia y ahora en Kosovo un trágico problema casi insoluble.
El mariscal Tito había creado un sistema que parecía funcionar...
Milosevic se propuso sustituir la Federación yugoslava construida por Tito con una centrada en Serbia. En la Yugoslavia de Tito, calcada del modelo federal soviético, había cierta autonomía para las repúblicas y también para las provincias como Kosovo. Ciertamente no era un régimen ideal; era un régimen comunista y policial más bien duro, pero que tuvo un gran mérito: desarrolló la función de gendarme que requería esta región. Por desgracia actualmente Europa no está preparada para cumplir esta función, de la que hay una extrema necesidad.
Está la intervención de la OTAN en Kosovo...
Pero los bombardeos de la OTAN no sirven para dar una solución. Y entonces se llama a los rusos para que lleven a cabo alguna mediación. Pero, ¿por qué razón va a aceptar Milosevic una mediación, después de haber causado doscientos mil muertos y expulsado de sus casas a centenares de miles de personas? ¿Por qué Milosevic, al que todos consideran un criminal de guerra, tendría la gentileza de ir a Rambouillet? Le basta decirle a Primakov: «Daré orden de parar las masacres si dejan de bombardear». A Milosevic se le ha puesto en condiciones de dictar los términos de la paz a la mayor potencia militar del mundo, la OTAN.
¿No ha sido sobre todo la diplomacia americana quien ha forzado la mano de Milosevic?
Han sido ellos quienes le han transformado en un interlocutor privilegiado, primero para Bosnia y luego para Kosovo, en nombre de la paz. ¿Pero qué paz se puede lograr ahora en Kosovo? ¿Y quién es el responsable de todo esto? ¿Dónde está? El responsable es Milosevic; es él quien ha preparado todo esto con el fin de realizar el sueño de la Gran Serbia.
Es una idea más bien antigua, no sólo suya...
Cierto, es una idea del siglo XIX, como lo son también las ideas de una gran Croacia, de una gran Albania, de una gran Francia o una gran Italia (cuando reivindicaba Trento, Trieste y Dalmacia).
¿Qué futuro tienen los serbios ante sí?
A los serbios no les queda más que una posibilidad: que surja de las filas del ejército un general capaz de comprender que las cosas no pueden seguir así, porque después de Kosovo será destruida Serbia y no habrá ni gran Serbia, ni gran Albania, sino únicamente regiones destruidas y poblaciones sin techo. A los musulmanes les habrán matado o expulsado de Kosovo, pero los serbios no podrán permanecer allí: ya están huyendo en masa también ellos, porque saben que después de esta guerra harán falta gendarmes para hacer guardia en cada casa habitada por serbios. Yo creo que al final el gran perdedor de este proyecto de gran Serbia será el pueblo serbio. Habrá una Serbia destruida por las bombas y por su política suicida, mientras que Milosevic se habrá marchado con sus amigos rusos y concluirá su existencia sin comparecer ante el tribunal internacional para criminales de guerra, cosa que habría tenido que suceder hace ya mucho tiempo.
La intervención de la OTAN no encuentra demasiado consenso entre la opinión pública europea, pero es todavía más fuerte la desorientación del público.
Escuche, hoy Europa y América disponen de los medios de información y comunicación más potentes que la historia haya conocido jamás y sin embargo nunca los pueblos han estado tan mal informados acerca de un acontecimiento de política internacional como en este momento. La gente no comprende por qué suceden estas masacres, no comprende por qué no se han prevenido estas masacres que la diplomacia tendría que haber previsto hacía tiempo; no comprende por qué, si era necesaria la intervención, no se hizo al empezar la crisis, hace diez años; y finalmente no comprende cómo y por qué se bombardea un país pero se permite a su policía y su milicia seguir masacrando imperturbable a decenas de miles de hombres, mujeres y niños. Los periodistas tienen cierta responsabilidad en esta confusión, pero sobre todo las diplomacias y los gobiernos que han creado esta situación incomprensible. Al final volverá la paz, pero será la paz de los cementerios, y entonces se replanteará la gran pregunta: ¿por qué hemos permitido actuar de ese modo? ¿Por qué hemos dejado que la situación se degradase tanto en el corazón de Europa?
El Papa ha condenado la intervención militar de la OTAN. ¿Qué piensa de su juicio y de sus esfuerzos diplomáticos?
Desde que empezó la crisis de la ex Yugoslavia en 1991, Milosevic ha hecho al menos cincuenta promesas y no ha mantenido ninguna. Ahora promete a los rusos suspender la limpieza étnica de Kosovo si la OTAN deja de bombardear Serbia. Pero también en octubre había prometido cesar la represión y luego no mantuvo su palabra. Así pues, es un hombre de cuyas promesas no nos podemos fiar. No veo qué se puede esperar obtener por medio de negociaciones, con medidas políticas únicamente. Entonces, ¿qué se le puede pedir al Papa? ¿Que pida una reunión con Milosevic para tratar de hacerle comprender que ya ha asesinado bastante, que doscientos mil muertos son muchos y que es hora de parar? ¿Qué puede hacer el Papa en estas condiciones? Puede hacer lo que todos debemos hacer: rezar. (...)
Nos encontramos en una situación absurda, en estos días de Pascua. El único recurso posible es asociarnos todos, aunque sea con pesar, a la oración del Papa para persuadir al Cielo de que nos conceda el milagro de hacer que cese esta terrible masacre a la que estamos asistiendo. (...)
(Tomado de la revista Tempi N. 13, 8 - 14 de abril de 1999, pp. 12 - 13)
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