La vida de la comunidad californiana. A través de las circunstancias, los encuentros son una ocasión de testimonio que supera los límites establecidos
A principios de diciembre hicimos uno de los encuentros mensuales de las comunidades de Los Ángeles y San Diego para presentar el nuevo capítulo de Escuela de comunidad. Gabriel, un compañero de Damian de la UCLA, en esos días estaba estudiando mucho para preparar los exámenes de la semana siguiente. Sabiendo que en ese momento se pasaba las noches haciendo los trabajos que le habían pedido, todos esperaban que decidiese no ir. Sin embargo, él decidió responder a nuestra invitación diciendo que estos momentos son los que le dan vida y energía para afrontar las tareas cotidianas.
Ileana, una amiga de Damian y novia de Gabriel, había empezado a ir a la Escuela de comunidad desde hacía un par de meses, sorprendida por lo que allí se decía y planteando un montón de preguntas. Algunos días después de partir hacia España para estudiar, hablando por teléfono con Guido le decía que en ese momento estaba leyendo El sentido religioso y buscaba el número de teléfono de alguien del movimiento de Salamanca.
Péguy en California
Yan, un chico francés que estudia en UCLA, cenando una noche con nosotros se sorprendió mucho de encontrar gente en California que leía a Péguy, Messori y De la Potterie. Ahora va siempre a la Escuela de comunidad. El día que defendió su tesina de fin de carrera en Ingeniería Medioambiental prefirió celebrarlo con nosotros en lugar de hacerlo con su profesor y sus compañeros. Dijo que quería compartir con nosotros ese momento.
Este verano vinieron de Italia, para hacer un curso inglés, Luigi, Irene, su hijo Francesco de un año y su amigo Luca. Han pasado casi un mes participando en la Escuela de comunidad, en los encuentros en la playa con la comunidad de San Diego y en los diferentes gestos que tuvimos. Nos ha impresionado a todos, a ellos los primeros, que la pertenencia a la compañía genera una familiaridad que va más allá de cualquier diferencia de lengua, raza y cultura, y nos permite reconocer como amigas a personas que no habíamos visto nunca.
Edgar es un chico hispano de 13 años al que su madre había llevado a la catequesis a la fuerza, preocupada porque pasaba mucho tiempo delante de la televisión y no iba bien en el colegio. Junto a su amigo Julio fue el primero en apuntarse a la iniciativa lanzada por Guido de formar un equipo de fútbol para chicos de 10 a 14 años. Después de algunos meses su madre fue a dar las gracias al párroco porque su hijo hacía los deberes muy rápido para poder irse a la parroquia, sus notas del colegio eran mejores y en la última redacción de había hecho en clase sobre cómo veían su propio futuro, hablaba de la parroquia como de su segunda casa, del equipo de fútbol y de sus nuevos amigos italianos.
La noche de las brujas
Para la fiesta de Halloween, Ramón, uno de la Escuela de comunidad se había comprometido a organizar una Haunted House (casa del terror) para recoger fondos destinados a la parroquia. Todos los de la comunidad que han podido han trabajado en la iniciativa ayudando a preparar la casa e interpretando algunos personajes (Drácula, Frankenstein, la momia, el hombre lobo, etcétera).
Era evidente que el sentido de esa acción no era diferente del sentido de ir al trabajo todas las mañanas, juntarse para estudiar la Escuela de comunidad o trabajar en casa, sino que era la respuesta a la llamada hecha por Cristo mediante la necesidad del hermano. La posibilidad de tomar conciencia de esto no nos la da nuestra capacidad de comprender cómo el Misterio usa lo que nosotros hacemos para su gloria, sino el reconocer todo como abrazado por la compañía, signo objetivo de su presencia.
Al principio del Adviento organizamos un momento de meditación para los chicos a los que estamos enseñando el catecismo para prepararlos a la Confirmación.
Participaron también sus padres, padrinos y madrinas. El momento, muy sencillo, consistió en tres lecturas que manifestaban la espera del corazón del hombre, la promesa hecha a Israel y la Anunciación, momento en el que empezó su cumplimiento. Todo esto acompañado por un canto. Al final pedimos a los participantes que se trasladaran de la sala a la iglesia, para celebrar la misa por la Novena de la Virgen de Guadalupe, atravesando la calle en silencio. Ante nuestro asombro todos se movieron en silencio formando una pequeña procesión que fue un espectáculo para los que estaban llegando a misa. Algunos padres nos han dicho después que aunque habían ido sólo por sus hijos, el gesto había supuesto una provocación personal para ellos y que estaban muy contentos de haber participado.
Algunas personas que vienen a la parroquia por diferentes motivos, poco a poco están pasando de decir «gente interesante, estos italianos» a decir «gente interesante, éstos de CL». Este paso, que ha sido posible gracias a que algunas personas de diferente nacionalidad se han implicado en nuestra amistad es muy significativo porque rompe la idea de que la fascinación por algunas personas se debe a su temperamento personal o a la tradición nacional de la que provienen. Cada vez es más claro que la fuente de esta novedad es el encuentro con el Acontecimiento de Cristo presente en la Iglesia y que esto no requiere ninguna condición previa, sino que es posible para todos.
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