La Compañía de las Obras en el país centroamericano que acaba de visitar el Papa. En Ciudad de México, Campeche y Oaxaca, adulto trabajando a partir de una amistad operativa que no se resigna a la alternativa entre lucha ideológica y cinismo de los intereses económicos
El pasado 15 de enero nació oficialmente la Compañía de las Obras también en México. Presente en la Ciudad de México, Oaxaca y Campeche ha comenzado y ahora da sus primeros pasos en una realidad compleja pero llena de posibilidades.
El grupo de Campeche está compuesto por unos 40 empresarios: se trata de personas que trabajan en obras sin ánimo de lucro, comerciantes, operadores del sector de la pesca, empresas de servicios del sector alimentario y asociaciones corporativas.
El grupo de Oaxaca está también compuesto por unas 40 personas con actividades más o menos desarrolladas, desde empresas con 600 trabajadores a pequeñas empresas de servicios y hasta una galería de arte.
La realidad de Ciudad de México es la más pequeña (unas 20 personas). En una megapoli de 25 millones de habitantes que parece destruir todo, una amistad que trata de encarnar una experiencia ideal está apenas comenzando, pero existe. Juntos hemos empezado a preguntarnos sobre el trabajo, sobre el hecho de que es una experiencia y tiene una dignidad, vislumbrando que el deseo de construcción de cada uno es una posibilidad de construir algo para todos. Para nosotros ha sido una revolución copernicana.
Hay que considerar que en México que una experiencia de cualquier naturaleza pueda tener una incidencia social está muy lejos del sentir común. Todo - ahora menos - está regulado por un interés político, por lo que, como muchos empresarios me han dicho, al final uno se encuentra sólo en el trabajo y en la vida.
Idea no planificada
Cuando empecé a trabajar en Campeche, la CdO no estraba ni por asomo en nuestros cálculos: hace un año existía sólo el Centro social nacido por un proyecto del AVSI y ahora propiedad y gestionado totalmente por mexicanos. Empezamos a encontrarnos con las personas que frecuentaban el Centro, tratando de ayudarnos en los problemas que tenían las pequeñas empresas creadas durante estos años. Por ejemplo: el problema de los créditos, que aquí es decisivo para realizar cualquier actividad empresarial; los bancos que prestar dinero sólo si posees ya una cantidad igual a la solicitada en préstamo y sobre está aplican un interés del 40%.
Así, además de ayudarnos con los préstamos, se está pensando instituir legalmente un pequeño instituto de crédito para ayudar a personas y empresas. Esta forma se ha dado la posibilidad a algunas personas de empezar una actividad; han nacido cuatro empresas: un estudio de arquitectos, una sociedad de diseño gráfico, una pequeña empresa de electricistas y 16 personas que trabajan en el ámbito médico han unido sus actividades (desde la sicología a la geriatría).
Además, estableciendo relaciones de consultoría y de trabajo entre las diferentes realidades de Ciudad de México, Campeche y Oaxaca - specialmente entre los dos centros nacidos de los proyectos del AVSI -, el personal mexicano ha decidido mantenerse relaciones estrechas para ayudarse en el trabajo de construcción de las dos realidades de trabajo, realidades distantes entre sí 2.000 kilómetros. Esta colaboración ha nacido una actividad de proyectos de obras no lucrativas.
En este florecimiento de relaciones está implicado también Francisco Salazar, un joven del movimiento que ha sido elegido diputado del Parlamento mexicano, Salazar no oculta la ayuda que representa para el nuestra compañía, tanto es así que ha empezado una Escuela de comunidad en su oficina del Parlamento.
Una necesidad del trabajador
Al trabajar así ha crecido la necesidad de entender mejor el significado de nuestro trabajo. Por eso nos reunimos periódicamente para leer las intervenciones de don Giussani en las asambleas anuales de la CdO. Esto ha hecho posible que sea claró para todos que darse cuenta del sentido de nuestro hacer es una necesidad para quien trabaja, no es una simple intención.
En este inicial asentamiento de la CdO hemos realizado algunos encuentros con empresarios que no participan en la experiencia del movimiento pero que se han implicado en una amistad operativa; a partir de la provocación de las preguntas sobre la dignidad del trabajo y sobre la importancia que hay que dar al dinero (que en México se considera algo sucio y útil sólo para la caridad, olvidando que es un factor de la realidad y que como tal debe ser tratado). Junto a ellos nos hemos movido, dando nuestro tiempo, dinero y espacio para que esta experiencia creciera. Un ejemplo para todos es la futura creación de un centro no lucrativo en Campeche, donde cuatro empresarios pondrán a disposición su tiempo y su competencia.
Lo importante de esto es que hemos partido de la realidad del trabajo de cada uno, ayudándonos a afrontarla mediante una amistad operativa. En los Centros sociales de Campeche y de Oaxaca, por ejemplo, se partió de la urgencia de responder a necesidades concretas. Y ya que cada uno responde a lo que encuentra con lo que es, esto ha ayudado a cada uno a ir al fondo de la experiencia que nos hace hombres: para quien ha encontrado el movimiento es seguir el carisma mediante el cual nuestra vida ha sido cambiada. Todo esto puede parecer algo muy pequeño, pero es un signo de novedad en un país como México, que presenta como únicas alternativas las ofrecidas por la situación en Chiapas, donde por un lado se pretende cambiar el sistema que ideológicamente y, por otro, la cínica realidad de los intereses económicos y de poder.
La tierra del Nuevo Mundo
El Papa ha realizado una visita pastoral a Ciudad de México del 23 al 26 de enero. En la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe celebró la Eucaristía. Sus palabras durante la homilía y las de bienvenida del Arzobispo de Ciudad de México
«Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer...» (Gal 4,4). ¿Qué es la plenitud de los tiempos? Desde la perspectiva de la historia humana, la pleitos de los tiempos es una fecha concreta. Esta noche en la que el Hijo de Dios vino al mundo en Belén, como lo habían anunciado los profetas. (...)
A pesar de la pobreza de nuestras palabras para expresar el misterio inenarrable de la Trinidad, la verdad es que el hombre, partiendo de su condición terrenal ha sido llamado a participar de esta vida divina. El Hijo de Dios nació de la Virgen María para concedernos la filiación divina. El Padre ha infundido en nuestros corazones el Espíritu del Hijo, gracias al cual podemos exclamar: «Abba, Padre» (cf. Ga 4,4). Por tanto, es esta plenitud de los tiempos la que satisface todas las aspiraciones de la historia y de la humanidad: la revelación del misterio de Dios ofrecido al ser humano mediante el don de la adopción divina. La plenitud de los tiempos a la que hace referencia el Apóstol está relacionada con la historia humana. En cierto modo, al hacerse compre, Dios ha entrado en nuestro tiempo y ha transformado nuestra historia en historia de salvación. Una historia que abraza todas las vicisitudes del mundo y de la humanidad, de la creación hasta el final, que pero que se desarrolla a través de momentos y fechas importantes. Una de ellas es el ya cercano año 2000 del nacimiento de Jesús, el año del Gran Jubileo, al que la Iglesia se ha preparado con la celebración de los Sínodos extraordinarios dedicados a cada continente que, como el celebrado a finales del año 1997 en el Vaticano.
Queridos hermanos y queridas hermanas, que ha llegado la hora de echar de una vez por todas del continente cualquier ataque a la vida. ¡No más violencia, terrorismo y narcotráfico! ¡Lo más tortura y otras formas de abuso! Hay que poner fin al inútil recurso a la pena de muerte. ¡No más aprovecharse de los débiles, discriminación racial o guetos de pobreza! ¡No más! Estos son males intolerables que claman al cielo e invitan a los cristianos a cambiar su estilo de vida, a un compromiso social más en sintonía con su fe. Debemos despertar las conciencias de los hombres y de las mujeres con el Evangelio, para resaltar su sublime vocación de hijos de Dios. Esto les inspirará para edificar una América mejor. Es urgente suscitar una nueva primavera de santidad en el continente de forma que la acción y la contemplación vayan a la vez. ¡Señora y Madre de América! Confirma a nuestros hermanos y hermanas laicos para que en todos los ámbitos de la vida social, profesional, cultura y política actúa conforme a la verdad y a la nueva ley que Jesús ha traído a la humanidad.
(Juan Pablo II, Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. De L’Osservatore Romano, 25-26 de enero de 1999)
Santo Padre, María de Guadalupe y Juan Diego saben lo que es una misión porque fueron los principales misioneros a través de los cuales los habitantes de esta tierra recibieron la fe en Jesucristo.
En este absurdo momento del mundo, en este “hoy” de la desesperación y de la injusticia, mientras América, «el continente de la esperanza», se debate entre la corrupción la violencia y nosotros sufrimos, de parece oír de nuevo en este lugar la voz de la Virgen, voz que sale de sus labios de rosa: «¿No estoy yo aquí, yo que tengo el honor que ser tu Madre? ¿No estás a la sombra de mi amparo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en mi regazo, entre mis brazos?». Y todos, Santidad, sentimos que María está con nosotros y que saldremos de aquí con la frescura de sus palabras en nuestros corazones.
La «Madre del verdadero Dios que nos da la vida» impulsó a nuestros misioneros, los padres de nuestra fe; Ella impulsa la barca de la Iglesia en medio de las tormentas; gracias a Ella, América existe y ahora espera la palabra de Pedro, la palabra de Aquel en el que Pedro confió siempre: «¿Señor, a quien iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna».
La Señora del Cielo hará que una nueva primavera de fe haga florecer nuestro continente. Nace un nuevo milenio... volvemos a afirmar la fe en Cristo, esperanza de América.
(Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México, Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. De L’Osservatore Romano, 25-26 de enero de 1999)
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