En un barrio popular de Turín un hermoso edificio completamente reformado acoge los cursos de formación para más de 300 chicos, procedentes en su mayoría del fracaso escolar. Allí encuentran un ambiente en el que se les acoge y se les acompaña para afrontar la realidad. Una obra que continúa, innovándola, la tradición del catolicismo social de Turín
La calle San Donato, en Turín, es una calle “anómala” –como la definió Vittorio Messori en uno de sus libros recientemente publicados– «diseña una escandalosa curva en la cuadrícula de la ciudad, un obstáculo que rompe la regularidad del plano de la ciudad». Justo en el centro de un barrio popular de casas bajas, viejas pero cuidadas. Donde aún es posible el contacto humano. Es la zona que tiempo atrás batían cotidianamente el beato Faa di Bruno y don Bosco, que con sus oratorios dedicó toda la vida a los chicos, a enseñarles un oficio y a educarles para la vida. En la calle San Donato, esquina con la calle Durandi, continúa la tradición de pueblo, de solidaridad y de convivencia: aquí se inauguró el 26 de octubre pasado la Plaza de artes y oficios , una escuela de formación profesional para chicos de entre 14 y 18 años. Anómala, como la misma calle.
Una historia que empezó hace años
Vayamos al principio. Darío Odifreddi, Cristiana Poggio y Mauro Battuello, junto a otros amigos se dedicaron a la formación profesional desde su etapa universitaria, al principio como caritativa, con los centros de solidaridad y la bolsa de trabajo, con escasos resultados. Decidieron aprovechar su competencia profesional organizando cursos. A partir de 1992 obtuvieron financiación de la Administración regional. Crearon la cooperativa Imaginación y Trabajo. «Cuando terminaban los cursos y
encontraban prácticas o trabajo
– dice Cristiana– muchas veces perdían el empleo por razones tontas:
“ Se me ha estropeado la moto y he llegado tarde tres veces”,
“ mi madre está enferma y no me ha despertado”, “he insultado a mi jefe”, etc. Vimos que debíamos acompañar a estos chicos, muchos de ellos con situaciones familiares difíciles, también en el periodo de inserción laboral. Debíamos guiarlos a la hora de afrontar los datos que la realidad propone, y de los que no se puede prescindir, ¡como el horario de entrada!». Buscaban un modo de pasar más tiempo con ellos, un lugar más estable «y nos enamoramos de un caserón ruinoso entre las calles Durandi y San Donato, donde había habido un taller de curtido en la primera mitad del siglo XIX, en cuyos sótanos se habían refugiado los partisanos de Turín durante la Segunda Guerra Mundial –continúa Darío–. ¡Nos pedían 15 millones de euros! Pero si la idea es buena, se encuentra el dinero. Conseguimos implicar al Alcalde, al Ministro de Trabajo, a la Administración regional, a la Compañía de San Paolo y a la Caja de Ahorros. Los cinco socios fundadores pusimos parte de nuestro bolsillo; el resto lo pusieron ellos, porque comprendieron que era algo bueno, útil y que da satisfacciones.
Los chicos de la mesa
El edificio, de 7.000 m2 en 3 plantas, está completamente rehecho y alberga la Plaza de artes y oficios . Entremos. La manzana tiene un patio al que dan la mayor parte de las amplias ventanas de las aulas donde se desarrollan las clases. De ahí lo de “Plaza”: un lugar en el que personas, artes y oficios se encuentran intercambiando conocimientos y habilidades.
Es la hora de comer. Nos sentamos a la mesa con Darío, que actualmente preside la Fundación Plaza de artes y oficios (dedicada a Marco Andreoni, un amigo que murió en 1986), con Cristiana, presidenta de Imaginación y Trabajo, y con Mauro, director de la Fundación. «Los que sirven la mesa –explica Darío– son los chicos del curso de cocina. Cada día tenemos dos turnos, así todos los que asisten a clase tienen tiempo tanto de comer como de servir o cocinar». El local es espacioso, bonito; no somos los únicos adultos, así los chicos pueden poner en práctica lo que aprenden: «un alumno puede practicar durante meses para servir el vino –dice Cristiana Poggio– y, a la hora de la verdad, le puede temblar la mano y derramar el vino, pero esta es la única manera de aprender». La comida resulta estupenda y también lo es el servicio. ¡A pesar de la mano temblorosa!
Pretensiones empresariales
En la Plaza, en los pasillos, en las escaleras, hay chicos por todas partes: se acaba el descanso de la comida, poco a poco se van llenando las aulas. Cristiana, Darío y Mauro se paran a hablar con alguno de ellos, les conocen a todos y cada uno de ellos. ¡Son más de trescientos! Visitamos las aulas en las que junto a la teoría se da la práctica: el “laboratorio” del curso de cocina es una gran sala con unos veinte “puestos”, en los que hay de todo lo que se necesita para cocinar, todo de acero, una maravilla; la “chocolatería” tiene una gran superficie de mármol sobre la que se extiende el chocolate, ¡después se da rienda suelta a la fantasía! Además está el laboratorio de panificación, la cámara de frío, las aulas con los ordenadores de diseño gráfico, la de los futuros peluqueros y esteticistas, el laboratorio tipográfico, el de electricidad. ¿Pero dónde van a parar los 300 litros de helado que produce cada día el aula “heladería”?, ¿Y esa enorme cantidad de chocolatinas?, ¿y los productos de estampación? «Nuestra idea –nos dice Darío– es abrir al público, en el futuro, estos laboratorios productivos. Tenemos “pretensiones empresariales”, a parte de las educativas. La tipografía ya trabaja para clientes externos». «Todavía tenemos que estudiarlo a fondo –subraya Cristiana– pero todos nuestros esfuerzos se encaminan a que nuestros chicos se empapen de la realidad, entren en contacto con el mundo del trabajo. Quizá se choquen contra ese muro pero, con toda seguridad, allí estaremos para ayudarles a levantarse». Para ser competitivos hay que dar a los chicos lo mejor: muchos profesores, el pastelero o los albañiles, son profesionales, gente que ha visto el potencial humano y trabajador de una escuela sui generis y acepta el desafío. Como por ejemplo L’Oreal, que nos ha proporcionado el material y los profesores.
Un café a primera hora
Está bien, todo es nuevo, pero por lo menos te puedes esperar una pintada en una pared. Pero es como si estos chicos se sintieran en su casa. «El edificio es mucho más bonito que el que ocupábamos antes –explica Cristiana– y el caso es que allí los chicos eran menos respetuosos. Es la prueba de que en un lugar bello todos estamos mejor. Es cierto, cuando nos mudamos hace un par de meses, pusimos reglas muy precisas: aquí no se mancha, es más, se limpia, se llega a tiempo, etc. Pero… pongamos un ejemplo: Daniel, del curso de artes gráficas, llegaba todos los días tarde y no podía entrar en la primera hora de clase. Un día me lo encontré fuera del aula, le invité a un café, y así durante varios días. Uno de los profesores se empezó a enfadar: «¡Cómo es posible que llegue tarde y le invites a un café!». Unos días más tarde me lo volví a encontrar: “¡Daniel, qué tal!”, se le iluminó la cara: “¡Fíjese, desde el jueves llego puntual!”, ¡todo orgulloso! En resumen, junto a la regla es necesaria –usemos una gran palabra– la misericordia, como nos enseña la Iglesia, una relación que hace que un chaval esté dispuesto a llegar a tiempo, no por una cuestión formal, sino porque estás tú que le quieres».
La mayor parte de los chicos procede del fracaso escolar (fenómenos de abandono y de dispersión académica), desconfían de sí mismos y de la escuela. «Nuestro método educativo –continúa Cristiana– debe tener en cuenta esto: ¡no conseguirás jamás inculcar a un chico matemáticas si durante años las ha odiado en el colegio! Ahora bien, si sigue el curso de cocina, partes de la harina: si por cada kilo se necesitan dos huevos, ya verás cómo antes o después aprenderá las proporciones. Es un método inverso, que parte de la práctica». Un método basado en el aprendizaje: las pocas pruebas que se hacen en clase sirven para que los profesores vean si sus enseñanzas son fructíferas o no, «porque si estos van a trabajar en la alimentación y, por ejemplo, no conocen las normas de higiene, es un desastre».
No basta la mayonesa
Puedes enseñar a hacer mayonesa, o a unir dos cables eléctricos, pero estos chicos piden una relación que lo abarque todo. «Se te pegan como una lapa y se empiezan a fiar de ti. Te lo piden todo, te conviertes en un punto de referencia afectivo: “¿Vemos juntos el partido?, ¿vamos al cine?”» Y esto hace funcionar el cerebro. Darío: «¿Van mucho a la cervecería?, abramos un pub en la Plaza de artes y oficios con los del curso de Bar. ¿Les gusta bailar? Empecemos un curso de Funky hip hop en el gimnasio del primer piso. Abramos al público un restaurante. Ofrezcamos los locales para exposiciones (las tenemos programadas hasta octubre de 2005), para teatro (en diciembre se representará La Anunciación a María de Claudel), un lugar abierto a la ciudad». En breve, tanto para alumnos de la Plaza como para los de otros centros, dará comienzo “Puerto franco”, un centro de ayuda al estudio gracias a profesores que ofrecen su disponibilidad de manera gratuita. Y en marzo saldrá el primer número de La Plaza, periódico de la Plaza de artes y oficios , que «hablará de hechos, historias y protagonistas del lugar más singular e innovador de Italia». Por supuesto, se imprime aquí.
Caminando por la Plaza de artes y oficios , salta ala vista una cosa: cómo se cuidan los detalles, la atención a la belleza por todas partes. «Lo bello –dice Cristiana– es una cualidad que se puede reconocer en sus diferentes acepciones: en el trabajo, en un encuentro, en la música, en el arte, en el deporte… Hace tiempo –nos cuenta– mi hijo segundo me dijo: “Me inscribo en tu escuela y me hago pastelero”. ¡Dios mío, pensé, ¿pero quién les va a leer a Leopardi?! Estos chicos necesitan ver esa belleza, porque ¡el mundo no se reduce a cómo pones la mesa! Mirar su vida con una perspectiva amplia, esta es nuestra tarea».
La frase de Saint-Exupery que los de la Plaza de artes y oficios han escogido como eslogan habla de la pasión por el hombre y por la realidad que se quiere transmitir, por todos los medios, en esta escuela: «Si quieres construir una nave no tienes que reunir a los hombres para que talen los árboles y distribuir las tareas, sino enseñarles la nostalgia del mar infinito».
info:
Piazza del Mestieri, Vía j. Durandi, 13 (esquina Vía San Donato)
10144 Turín / Tel. 011/19709600 - fax 011/19700037
E-mail: info@piazzadeimestieri.it
Sito: www.piazzadeimestieri.it
Para más información sobre los cursos: tel.: 0039 335/5954649
BOX
La inauguración
El 26 de octubre tuvo lugar la inauguración de la Plaza de artes y oficios , en la que participaron más de 800 personas. Entre los invitados se encontraban el cardenal Severino Poletto, arzobispo de Turín, Roberto Maroni, ministro de Trabajo y Política social, el presidente de la región del Piamonte, Enzo Ghigo, Maria Grazia Siquilini, subsecretaria de estado del Ministerio de Educación, Investigación y Universidades. Mario Mauro, vicepresidente del Parlamento Europeo, Antonio Fassone del consejo de administración de la Fundación Crt, Piero Gastaldo, secretario general de la Compañía de San Paolo, Stefano Zapponini, presidente de Compagnia Sviluppo Imprese Sociali spa, Gianni Oliva, vicepresidente de la provincia de Turín, Tommaso Dealessandri, concejal de formación y trabajo del Ayuntamiento de Turín y Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad. Además, la Ministra de Educación, Letizia Moratti y el alcalde de Turín, Sergio Chiamparino enviaron una intervención en video. En su alocución, el cardenal Poletto subrayó «Aquí la Compañía de las Obras se preocupa de poner en el centro a la persona, pero la persona que tiene como referencia los valores cristianos. Yo creo, no porque sea arzobispo, sino porque estoy profundamente convencido de ello, que el mensaje de Jesucristo que se ofrece al hombre es el mejor servicio que podemos hacer a la persona, porque el Señor no ha venido para empobrecer a la humanidad, los valores, los ideales, las aspiraciones que tienen las personas: ha venido a exaltarlos, en cierto sentido ha venido a resaltarlos frente a la profanación que a menudo se hace de la persona. Por eso estoy admirado de esta realidad tan bella que se abre en Turín y que se sitúa ya en la estela de nuestras más bellas tradiciones». El ministro Maroni dijo: «Lo que arranca hoy es un verdadero ejemplo del bien hacer moderno, europeo, no asistencial. No debemos tener miedo de confiar en manos privadas, cualificadas y controladas regularmente, tareas que hasta ayer se encomendaban al Estado, con resultados pésimos. Estoy contento de inaugurar una obra que llevaré como ejemplo por toda Europa». Giorgio Vittadini subrayó que «hace 150 años en esta ciudad estaba don Bosco, que al encontrarse con los chicos abandonados de entonces, “se ponía manos a la obra”, no los mandaba a un psicólogo ni les hacía un análisis social para ver en qué se desviaban, sino que los recuperaba uno a uno, no para relegarlos al grupo B, C, D, a un grupo de marginación, sino para hacerles hombres, desafiando a toda la ciudad, desafiando a los bienpensantes. Pasando el tiempo con estos jóvenes, don Bosco les hizo hombres. (…) No es verdad que la caridad deba dar paso a la justicia, la caridad es justicia social porque genera obras, como las de Cottolengo, de Calasancio, de don Bosco, que se convierten en respuestas orgánicas, que apoyan los gestos de caridad. Hoy es una forma de cristianismo un poco en desuso pero que continúa vivo, porque ese cristianismo que crea justicia social desde abajo, que se remanga y llega a lo universal partiendo del particular, es el cristianismo que encontramos en esta obra. Al final de la inauguración intervino Darío Odifreddi: «Todo lo que hoy iniciamos y que habéis visto nace de una amistad, que empezó en los pupitres del colegio hace 25 ó 30 años, cuando teníamos la edad de estos chicos; una amistad generada en el encuentro con la experiencia cristiana, según el carisma de don Giussani. Esto es lo que nos hizo entonces apasionarnos por la vida y esto, 30 años después, sigue haciendo que nos apasionemos todos los días por nuestra vida y por la de estos chicos».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón