La poesía, el valor de la cultura y la libertad auténtica. Hablamos con el cardenal José Tolentino de Mendonça sobre el siervo de Dios don Luigi Giussani y su impronta educativa
Comparte la pasión de poetas y literatos, dialoga con los intelectuales, por muy alejados de la Iglesia que estén, le fascina la escritura paulina. El cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación, es un hombre de una cultura exquisita, de gran sensibilidad poética y literaria, pero al mismo tiempo es un cura de los de verdad, como se suele decir, un hombre de Dios y un refinado teólogo. En él, la poesía y la lectura se ven iluminadas y casi amplificadas por la fe.
Purpurado al borde de los sesenta, como se deduce de su biografía oficial publicada en la web vaticana, fue elegido por el papa Francisco, que le escuchó en unos ejercicios espirituales para la curia que él predicó bajo el título “Elogio de la sed”. Personalmente, pude conocerlo en el Salón del Libro de Turín y empezar a apreciarlo a raíz del encuentro que compartimos con el escritor Daniele Mencarelli en el Meeting de Rímini. Tolentino sabe entrar en profundidad en las palabras, incluso en un idioma como el italiano, que no es el suyo pero que maneja con dulzura y musicalidad. Con motivo del vigésimo aniversario de su muerte, le hemos invitado a reflexionar sobre el siervo de Dios don Luigi Giussani, un educador que enarboló la poesía y que era capaz de hacer descubrir a quien lo escuchaba el verdadero sentido de las palabras.
Eminencia, está usted al frente del departamento vaticano encargado de la cultura y la educación. Luigi Giussani fue un gran educador. ¿Qué es lo que más le llama la atención de su impronta educativa, que aún sigue generando experiencias vivas y no solo en el ámbito de la enseñanza?
Las sociedades occidentales y de los países del norte del mundo viven actualmente una emergencia educativa particular porque tienden a pensar en la educación como una tarea que atañe sobre todo (cuando no exclusivamente) a los programas académicos. La educación se percibe entonces como una transmisión de saberes que va de la institución académica a la persona, en virtud de una preparación técnica para el trabajo, para obtener un “puesto” –el mejor posible– en la sociedad.
Don Giussani nos recordaba que la educación debe corresponderse con lo humano, para favorecer y animar al joven a entrar en la realidad en su totalidad. Educar a los jóvenes significa reconstruir la sociedad a través de ellos. Un país que piense en su futuro debe tomar en consideración la cuestión educativa antes incluso que la economía, la seguridad o la innovación tecnológica. El papa Francisco lanzó en este sentido el Pacto Educativo Global. El desafío de la educación no puede delegarse a un solo sujeto sino que implica a todas las fuerzas activas de la sociedad, empezando por la familia.
¿Cómo conoció el carisma de don Giussani?
El conocimiento es auténtico cuando acontece mediante un encuentro. Así es como pude acercarme al carisma de don Giussani, mediante el encuentro y la amistad con muchas personas que bebían de su testimonio. Ahí pude ver claramente la preocupación que animaba el carisma del fundador de CL: mientras se abraza cualquier dimensión de la vida hay que ser capaz de motivar el “por quién” se vive, se ama, se trabaja, se estudia. Como recuerda san Pablo a los corintios, «todo es vuestro: el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios».
Ha conocido varias obras educativas que han nacido del carisma de Giussani, ¿qué le han parecido?
El papa Francisco nos está animando constantemente a no tener miedo a afrontar y abrazar la complejidad con todas sus contradicciones. Siento admiración cada vez que me encuentro con realidades educativas que abrazan íntegramente la complejidad de la vida, que reconocen la diversidad no como un límite sino como una complejidad de la que nace la posibilidad de un diálogo enriquecedor. Obras educativas así son lugares que promueven una libertad auténtica porque enseñan a los jóvenes a habitar esa complejidad sin intentar simplificarla o domesticarla. Ese estilo lo reconozco en muchas obras educativas que han nacido del pensamiento de don Giussani y que he podido conocer.
Don Giussani siempre destacó tres palabras clave en la vida del cristiano: cultura, caridad y misión. Especialmente su insistencia en la cultura, en una fe capaz de informar todos los aspectos de la vida y por tanto también la “visión sistemática de la realidad” para quien cree, ha caracterizado su pedagogía.
«La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo». No lo digo yo, es la dramática constatación que san Pablo VI escribió hace exactamente 50 años en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. No podemos separar fe, cultura y misión. Son indivisibles, no solo en la experiencia del creyente sino humana en general. La persona es una unidad inseparable, no una superposición de “estratos”. Hay que recuperar una visión integral del sujeto, y en general de la historia. ¿Cuál es la base de esta fractura? En mi opinión, el pesimismo antropológico, que lleva a dudar de la potencial belleza y grandeza del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y de su gloria, de su amor. El Jubileo que estamos viviendo nos recuerda que el cristianismo es el arte de la esperanza, como nos enseña san Pablo: spes contra spem. Para llevar la esperanza al ámbito cultural, el cristianismo debe ir contra corriente. Así la cultura podrá ser una forma auténtica de caridad, si no se limita a describir los males y heridas del hombre. Inspirada por la esperanza, podrá arriesgar una palabra de consuelo y colaborar en la superación de los dramas que afligen a la humanidad.
Cultura para Giussani es pasión por la realidad, una gran apertura, una gran curiosidad, un gran desafío para cualquiera que tome en serio aquello en lo que cree. No un saber abstracto sino una “carne” donde la experiencia supone una verificación continua. ¿Hasta qué punto sigue siendo necesaria esta sensibilidad en el mundo de hoy?
La cultura no es un instrumento para inculcar ideas, tampoco supone una abstracción ni tiene que ver con lo inmaterial. Es concreción, en el sentido etimológico del término: algo que crece junto con otros. La humanidad queda incompleta si no se percibe “junto con” y crece cuando adopta y genera múltiples formas culturales. La cultura es fundamental para dar al hombre la conciencia de sí y para construir una ciudadanía común. El trabajo cultural urge constantemente, siempre es necesario porque tiene su rasgo específico en la búsqueda de sentido, de belleza y de bien, contribuyendo así a cumplir la vocación de la persona, ofreciéndole la posibilidad de condensar y orientar su vida hacia un sentido.
Don Giussani llevaba al Misterio a través de la belleza. Como diría nuestro querido Hans Urs von Balthasar, a través de la gloria. Él mismo solía leer los versos de Giacomo Leopardi, en sus lecciones siempre había espacio para la poesía, para la fascinación y conmoción frente a lo bello. A usted, que ha practicado la poesía y que conoce su profundidad, ¿qué le hace pensar esto?
La poesía es un ejercicio de disidencia, una profesión de incredulidad en la omnipotencia de lo que se ve, se oye y se mide. La poesía nos convierte en disidentes de la dictadura del materialismo, de la tecnocracia, de la reducción de la belleza a mera estética. El cristiano da sus pasos por los senderos del mundo y de la realidad, pero no se deja atrapar por ellos. De hecho, mientras avanza, vislumbra el camino a seguir mirando al cielo, hacia Dios, como nos recuerda Eugenio Montale:
¡Oh tronco mío que muestras,
en esta lenta embriaguez,
un renacido aspecto con los floridos vástagos
sobre tus manos, mira:
bajo el denso azul
del cielo un ave marina vuela;
nunca descansa porque todas las imágenes llevan escrito:
«más allá»!
Para terminar, ¿cuál cree que es la aportación más significativa que don Giussani ha dado y sigue dando a la Iglesia y al mundo?
El siervo de Dios don Luigi Giussani nos sigue recordando que la fe cristiana no es una ética, una idea o un sentimiento, sino el encuentro con una Persona, «el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón