Bajo el lema “Dad razón de vuestra esperanza”, se ha celebrado la segunda edición de EncuentroSevilla, «un ejemplo de que no es necesario tener todo ordenado para lanzarse al ruedo público con la propuesta cristiana»
Durante un fin de semana entrado noviembre, cerca del Parque de María Luisa, uno de los lugares emblemáticos de la bulliciosa Sevilla, y en unos días con reminiscencias del esplendor primaveral de una ciudad prolífica en manifestaciones religiosas de estética barroca, ha tenido lugar un encuentro público con un acento distinto.
En palabras del arzobispo Saiz Meneses dichas allí, a diferencia de lo que sucede en otras regiones en donde la secularización y la ideología política se ha adueñado del espacio público, «aquí la calle es de la Iglesia» por la capilaridad y vertebración que ejercen las hermandades que hacen su estación de penitencia en Semana Santa. No obstante, que la fe se convierta en inteligencia de la realidad y esté dispuesta a entrar con el bisturí y la sonda a explorar las distintas facetas de la vida para dar razones de la esperanza nacida de la experiencia cristiana es algo que la autoridad diocesana percibe como muy pertinente. De hecho, se acaba de abrir una delegación de Cultura en una archidiócesis frondosa y se mira con estima a iniciativas como este EncuentroSevilla nacido del desparpajo de una realidad minúscula frente a los números de las cofradías pero que, con la audacia que proporciona la fe, complementa muy bien el dique que estas han supuesto al laicismo.
Dad razón de vuestra esperanza, este era el lema de la segunda edición. Se trata de una nueva etapa de un camino que no llega al año y medio de vida. Manuel Valdivia, presidente de ES, propuso por aquel entonces a unos amigos salir a la plaza pública, movido por la envidia del fruto de otras iniciativas similares nacidas en territorio nacional. ¿Para qué? Para hacer una aportación a la construcción eclesial y social que nace de estar en la compañía cristiana al baño maría, expresión comentada en uno de los diálogos del fin de semana.
Si una moción es del Señor, te da compañeros y te confirma en el camino apareciendo ayuda y abriéndose puertas donde menos te lo esperas. Varios amigos de distintas procedencias respondieron a su reclamo y por vericuetos arzobispales el acto terminó en Sevilla y no en la primera localización, Osuna. Colegios, hermandades, parroquias, autoridades, familiares, pequeñas y grandes empresas, conocidos de varios círculos concéntricos de relaciones y un número admirable de amigos nacionales y extranjeros han colaborado y asistido tanto a los diálogos, la exposición y el concierto con que la redacción cultural perfiló el programa como al plato de paella, el montadito y el botellín del mediodía. Finalmente, el árbol se conoce por los frutos, el más conspicuo de una iniciativa como esta es el descubrimiento de los participantes de Cristo vivo. Como dijo una de las ponentes, Lucía Garijo, en la presentación de su documental Al principio no era así: «yo antes pensaba que Dios existía pero estaba en sus cosas, las cosas de Dios y luego en otro plano estaba yo con mis historias, mis heridas. La novedad viene cuando ambos planos se encuentran». Y son numerosos los testimonios de que así ha sido en el recinto de la facultad de teología que albergaba el acto. Por ejemplo, recuperando en algunos la estima y la frescura por el carisma que otrora les había fascinado.
Desde la apertura el viernes con la introducción a la exposición sobre la vida y el testimonio del médico japonés Takashi Nagai hasta el cierre dominical donde se leía el comunicado conclusivo dominado por el agradecimiento, los participantes en las mesas de diálogo se han expuesto y contrastado con el desafío de dar razones de su esperanza. Ya fuera con el telón de fondo de algunas de las frases con las que don Giussani ha despertado el sentido religioso y ha lanzado a la vida a sus alumnos –«la esperanza, dice Dios, sí que me asombra» de Charles Péguy, o «¿acaso alguien nos ha prometido algo? Y entonces, ¿por qué esperamos?» de Cesare Pavese– o en ámbitos como la muerte temprana, los problemas de la juventud, la ciencia y la investigación de la estructura de la realidad o el diálogo interreligioso.
EncuentroSevilla es un ejemplo de que no es necesario tener todo ordenado para lanzarse al ruedo público con la propuesta cristiana. La realidad de Comunión y Liberación en la archidiocésis de Sevilla es muy reducida, algo más numerosa en el pueblo de Osuna, pero siete eran los comensales de la comunidad de Sevilla capital en el almuerzo del viernes inaugural con el responsable nacional, Enrique Arroyo. En ella, él decía premonitoriamente para encender la esperanza local: «Somos un cuerpo, todos vivimos de lo que acontece en el conjunto del cuerpo. La periferia no está constreñida a vivir de lo que sucede en el centro. Vosotros enriquecéis este cuerpo que es el movimiento con vuestra experiencia, nosotros también aprendemos de lo que sucede aquí».
Habrá, si Dios quiere, tercera edición.
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