Sin ellos, muchas parejas serían incapaces de llegar a fin de mes o no podrían atender a sus hijos. Ellos son el recurso familiar que une a las generaciones
Había una vez, hace mucho tiempo, un anciano patriarca que dispensaba perlas de sabiduría a su séquito de hijos y nietos reunidos en patios rurales o en grandes moradas donde convivían varias generaciones. En una época menos lejana, había una vez otro tipo de abuelo, una figura idolatrada por la publicidad, muy parecido a Papá Noel: satisfecho, saciado de sí mismo, bien vestido, con una salud de hierro y sobre todo dispuesto a abrir la cartera para cumplir cualquier deseo, suyo propio o de alguno de sus pequeños. Pero hoy tenemos una realidad radicalmente distinta, desconocida cuando no «conscientemente ocultada por la “gran” cultura», como dice Giuseppe Zola, abogado jubilado, exconcejal de Milán y presidente de la asociación Abuelos 2.0. Una realidad donde los abuelos desempeñan una función aún más importante que antes.
Los abuelos hacen de canguro, ayudan con los deberes, llevan a los nietos a clase o a las extraescolares, colaboran económicamente, están disponibles para intervenir en caso de emergencia. Realizan tareas que ningún suplemento podría pagar. Sin ellos muchas parejas, sobre todo jóvenes, no podrían traer dos sueldos a casa ni estar tantas horas fuera, ni irse de vacaciones sin preocupaciones, ni siquiera llegar a fin de mes. El “trabajo” de los abuelos es una forma de bienestar, una asistencia que se presta entre bastidores, discretamente. Y, por supuesto, gratuita. Para ellos, su tercera edad supone una “tercera vida” junto a sus nietos después de sus hijos.
Siete de cada diez familias recurren a ellos cuando no pueden recoger a sus hijos del colegio, según un informe del Club de Malas Madres. En el último Meeting de Rímini, Mario
Bolzan, profesor de Estadística social en la Universidad de Padua, citaba un estudio realizado en 11 países europeos donde destacaba el dato de que la disponibilidad de los abuelos era uno de los factores que las parejas tenían en cuenta a la hora de animarse a tener su primer hijo.
Según una investigación de Eurostat, el 35% de los españoles mayores de 65 años cuida a sus nietos varios días de la semana, dedicando una media de 16 horas semanales, un porcentaje 12 veces superior a la media en la Unión Europea. Si calculamos el coste de esas horas, la aportación de los abuelos a la economía familiar resulta considerable, pero en realidad su contribución va mucho más allá de eso, pues refuerza la cohesión social y entre generaciones.
En esa función de pegamento que ayuda a recomponer una trama de relaciones a menudo deslavazadas es donde más destaca el recurso que representan los abuelos: recurso social, educativo y económico, pero también cultural. «Aunque este último es un aspecto que no se suele valorar habitualmente», sostiene Zola. ¿Y por qué es necesaria una valoración cultural de su papel? Porque nuestros abuelos ayudan porque no sabrían no hacerlo. Tienden naturalmente a darse y lo hacen sin alardes, en silencio, sin pedir nada a cambio, tratando de ir un paso por detrás de los padres. Los nietos se fían instintivamente de ellos y así van creando unos vínculos de confianza desconocidos para los demás.
Zola es testigo de ello. «Es cierto, la propia naturaleza, gracias a la sabiduría misteriosa del Creador, va dictando a los abuelos el rumbo más sabio en sus comportamientos y valoraciones. Pero constatamos la necesidad de ayudar a ser plenamente conscientes, a nivel personal y social, de la función esencial que tienen los mayores en las familias, tanto con sus hijos y nietos como con toda la comunidad social e institucional. Las familias jóvenes no pueden estar solas. Nuestra asociación nació justamente para ayudar a desarrollar esta conciencia de que los mayores tienen un papel activo porque están llamados a ejercer una “mediación generacional” entre pasado y futuro, dando sentido a la tradición y transmitiéndosela a los más jóvenes. La tradición está en el corazón de la identidad de la persona». A propósito de la relación entre jóvenes y ancianos, para los Abuelos 2.0 ha sido luminosa la lectura de un pequeño libro de Romano Guardini, Las etapas de la vida, donde el teólogo muestra cómo cada etapa de la existencia, con sus propios rasgos, va unida a las demás mediante un único hilo que las conduce hacia un destino bueno.
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