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Huellas N.01, Enero 2025

PRIMER PLANO

«Para ser padre tienes que hacerte pobre»

Yolanda Menéndez

Fernando Vidal (Vigo, 1967) es doctor en Sociología y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, donde dedica su investigación a las áreas de exclusión social y familia. Autor de 47 libros, dirigió durante diez años, el plazo máximo permitido, el Instituto Universitario de la Familia y actualmente dirige la cátedra Amoris Laetitia.

¿La familia está en crisis?
La familia está en transformación porque es inherente a la condición humana. El cerebro social hizo que se desarrollara el ser humano. Por tanto, la familia nos hizo humanos y mientras seamos humanos habrá familia. El problema es que en el siglo XIX se institucionalizó demasiado rígidamente y al servicio del poder: se estereotipa el papel del varón, se le quita del hogar para dedicarle a la producción, y también se estereotipa a la mujer, consagrada al hogar. Esa ideologización de las dos esferas, con papeles demasiado rígidos, es lo que critica el papa Francisco en Amoris Laetitia. Ha habido un intento de manipulación de la agenda de familia y provida para un beneficio ideológico, ha sido evidente en Estados Unidos. Se han cometido una serie de excesos que en parte se han debido a la ingenuidad de la Iglesia. Durante muchos años se ha propuesto como modelo de familia católica a una familia numerosa y además deserotizada. Para ser el pueblo del Cantar de los Cantares, durante mucho tiempo se nos ha presentado como el pueblo de los castrati.

Ha comentado que estamos en un mundo que por fin puede entender el valor del Cantar de los Cantares, ¿por qué reivindica tanto este libro de la Biblia?
La relación entre Sulamita y Salomón es tremendamente equitativa y contracultural, ya no para el siglo IV cuando se escribió, sino para hace 50-60 años. Es una obra primordialmente erótica y en la Iglesia siempre hemos sido bastante incapaces de comprender esa fuerza de la naturaleza porque no teníamos la cultura sexual adecuada. Pero lo cierto es que el mensaje del Cantar de los Cantares es que la erótica es sacramental. Dios es amor, todas nuestras relaciones de amor nos llevan al Padre, ninguna la satisface pero todas forman parte del amor de Dios. El placer, la función vinculadora y comunicativa que tiene el erotismo es un fin que nos hace unirnos más al otro, hasta un punto de éxtasis que se acerca mucho a una comunión plena con otro ser humano. La conyugalidad es la mínima sociedad de máxima intimidad, y nos acerca mucho a poder expresar en términos humanos qué es la unión con Dios. En el Cantar de los Cantares el erotismo siempre va dentro de una relación exclusiva, entregada, esponsal, con el amado o la amada. Es un amor íntimo, único y pleno.

¿El amor pleno es único?
Solo puedes amar a alguien si es único. El amor esponsal es tan pleno y tan intenso que solo la entrega a una persona puede hacerte experimentar lo que significa. El amor de pareja es constitutivamente exclusivo. Frente a visiones que nos han vendido de que antes el hombre era permisivo y tenía relaciones promiscuas y de poligamia, lo que la paleontología nos está mostrando es que la hominización fue pareja a la monogamización. La monogamia nos hizo humanos porque establece ese vínculo necesario para garantizar la supervivencia de los niños que nacían. A diferencia de otras especies, el ser humano sigue siendo feto un año después de nacer, por lo que hacía falta una arquitectura social alrededor que fuera capaz de cuidarnos. Pero lo más importante es que todo nuestro saber está codificado relacionalmente porque toda verdad viene precedida de un encuentro. Toda verdad es relacional. Toda verdad está caligrafiada amorosamente, está escrita con letras de amor. Eso es lo que nos hace tan infinitos. Si solo fuéramos máquinas culturales de información no llegaríamos mucho más lejos. El amor es lo que te hace descubrir que hay una estructura profunda en el universo que es amor, y no en abstracto sino amor de alguien por alguien, también en el cosmos, cuya estructura más profunda llama a un alguien. Eso es lo que hace que la supervivencia humana requiera una entrega esponsal, una conyugalidad caracterizada por un amor exclusivo, el amor del único. Un amor comprometido, que da la vida, que forma una sola vida, donde estás incorporado al otro.

Usted trabaja a diario con jóvenes. En un mundo que propone el poliamor antes que al amor único, ¿los jóvenes comparten esta visión?
Es verdad que estamos ante un doble mandato, donde el mercado nos pide unas relaciones de pareja de alta rotación, muy poco vinculadas, contractuales… es el mercado quien está intentando dar forma a las relaciones, porque ese tipo de relación tan voluble y efímera se parece al tipo de contrato neoliberal, pero hay algo en el ser humano que no se satisface con eso. Hay un anhelo de esponsalidad, de un amor pleno e íntegro que es propio de la condición humana. Amar siempre es amar incondicionalmente. Si no, no es amar, es mercadear. El problema no es que no exista esta exigencia de amor, sino que se ha reprimido. E intenta salir a la luz en la gente, porque nada que no sea amor verdadero va a satisfacer ese anhelo de totalidad, búsqueda y amor. Esto es así y todo lo demás se pone de manifiesto mediante diversas formas de malestar, como estamos viendo.

¿Cuáles son las consecuencias de desvirtuar esa exigencia natural de amar y ser amado de manera exclusiva?
La androfobia va en aumento, no como rechazo al hombre sino como frustración ante la imposibilidad de establecer relaciones adecuadas. Lo estamos viendo con el movimiento 4B (mujeres que se niegan a tener relaciones con hombres) porque se ha generado una cultura masculina bastante tóxica. También se manifiesta en el pánico que existe al sexo en muchas personas porque después de consumir tanto porno de alta intensidad la gente siente que el sexo es algo tremendamente intimidatorio. Por eso es tan importante que la comunidad cristiana promueva un erotismo bello, sano, santo y verdadero, expansivo y celebrativo. Porque quizá nuestro retraimiento y nuestra mojigatería a veces ha dejado un campo en el que los chavales no tenían referencias. Una visión excesivamente apocada y cerrada del erotismo ha dado lugar a un vacío que han llenado con otras cosas. Toda la publicación masiva y el descontrol en las redes sociales ha provocado un estado de dejación en los últimos 20 años. Dejación del estado y de la sociedad, que saludó esto como una nueva esfera global de comunicación a través de la que ha entrado una tormenta brutal de caos y anomía, sin normas ni ley. Nuestros chavales han estado expuestos a eso, les hemos dado móviles dejándoles en manos de los lobos.

¿Y qué podemos hacer ahora? ¿Cómo acompañar a un hijo que ha crecido y al que vemos sufrir?
Cuando nuestros hijos crecen solo podemos ejercer de padres suyos empobreciéndonos, siendo más pobres, liberando, soltando. Tienes que hacerte pobre junto a tu hijo. Hacerte pobre en el sentido de que todo lo que tenías antes de poder sobre tu hijo ahora lo conviertes en acompañamiento. En ese empobrecimiento sientes vulnerabilidad porque no puedes llevarlo de aquí para allá y sientes curiosamente más dependencia. Parece que la fragilidad de un hijo con un año es infinita pero la fragilidad de un hijo cuando se hace joven o incluso cuando es padre… solo con una pobreza espiritual eres capaz de relacionarte con tu hijo, sabiendo que no tienes poder sobre tu hijo sino impoder, que es una palabra que me gusta mucho. Impoder es aquello que solo el amor puede hacer. En una época en la que se habla tanto de empoderamiento, resulta que lo que nos hace más humanos, fuertes y creativos es el impoderamiento. Lo que nos hace humanos es la vulnerabilidad, de modo que cuanto más das, más tienes; cuanto más pobre eres, más rico; cuanto más te das, más eres. Pasa igual en el matrimonio. Cuando alguien dice que llega un momento en que el matrimonio es aburrido porque ya te sabes a la otra persona, mi experiencia es justo la contraria. Cuanto más amas a alguien, más se extiende el paisaje de misterio que el otro es. Y creo que ese es el motivo por el que somos libres. ¿Por qué Dios no está presente en el cosmos? Porque el universo es una historia de amor donde el amor siempre puede crecer más. Porque a Dios no lo tenemos atrapado, no se nos impone como una presencia innegable como podría ser la luz del sol, sino que es una historia en la que el otro permanece como una alteridad misteriosa, igual que el amor entre nosotros. El amor siempre puede crecer y a medida que crece el amor, crece el misterio que es el otro. De modo que amarlo es siempre una elección tuya. El hecho de que Dios no nos avasalle, no nos imponga su existencia, nos lleva a que amar a Dios sea una elección, como amar a cualquiera es una elección. El amor es una elección del otro. Es un acto de libertad, que por tanto entraña un riesgo y una grandeza.

Pero el mundo de hoy no asume ese riesgo, es narcisista, no mira al otro sino solo a sí mismo.
Se ha producido una gran desvinculación que hemos absorbido acríticamente, con una celebración del optimismo, de la tecnocracia, del poder de las máquinas, la confianza en que la historia se había acabado… hemos sido fatalmente optimistas. Quizá hemos tenido un exceso de optimismo y una falta de esperanza, porque la esperanza del cristiano pasa por la cruz, así que tampoco puede ser muy optimista. Es una esperanza que sabe que hasta en la mayor desolación existe amor, como decía san Ignacio. Hasta cuando estamos desolados hay algo en nosotros que tira hacia arriba, como muestra la historia de Job. Pero ha habido una convergencia de dos corrientes que nos han dejado huérfanos ideológicamente. La derecha por un lado ha asumido el paradigma neocapitalista liberal y por otro lado la izquierda, desde el marxismo analítico, ha asumido el utilitarismo autonomista del individuo como un ser de poder absoluto sobre sí mismo. Esto ha gestado una sociedad absolutamente desvinculada e hiper-individualizada que está creando unos malestares brutales en términos de soledad, de salud mental, de destrucción de la propia vida.

¿Qué alternativas existen?
Nos encontramos con un fuerte vaciamiento de alternativas y de líderes. La ausencia de líderes mundiales no es porque no existan personas, lo que no hay es proyectos civilizatorios. No tenemos una crisis de líderes, tenemos una crisis de civilización. Dentro de esa caída civilizatoria, el mundo cristiano aparece como una opción con sus críticas evidentemente, con sus insuficiencias, sus pecados graves que todos conocemos, pero también como algo tremendamente sostenido en el tiempo y con unos fundamentos profundamente humanos y esperanzadores. Nos encontramos con un individuo lleno de derechos pero asocial, somos un estado social de asociales y la familia está en la clave de la recuperación, de la gran revinculación porque casi todas las grandes categorías son proyecciones inspiradas en la experiencia familiar de la gente, como la fraternidad universal. ¿Es posible una fraternidad universal en una sociedad de gente que no tiene hermanos?

¿Nuestra identidad coincide con ser padre, madre, hijo, hermano…?
Todos nacemos dentro de un triángulo primordial: padre, madre, hijo. Uno jamás deja de ser hijo, al contrario, conforme avanza la vida uno nunca deja de ser hijo porque las páginas más importantes de la relación con tus padres están escritas hacia el final de la vida. Conforme vas creciendo, las páginas que vas leyendo sobre el legado de tus padres son más importantes. Cuando eres padre te das cuenta de quiénes fueron tus padres y lo que hicieron por ti. Cuando llegas al proceso de senectud te ves viviendo el mismo proceso que vivieron tus padres, que lo vivieron también como una lección para ti. Y nos siguen enseñando, sus lecciones no acaban.

Los abuelos cada vez son más importantes en la vida familiar.
El abuelo ha perdido su esencia, que es transmitir la historia, la conciencia histórica, el espíritu histórico. El niño sabe que su abuelo es mayor y posiblemente será su primera experiencia de muerte, de encuentro con el límite. El abuelo transmite la sabiduría de la propia vida, se esencializa, deja los cuidados más primarios, aunque es verdad que sigue desempeñando muchas funciones de cuidado, y transmite la sabiduría de la vida. Tiene una función muy importante en la adolescencia de los nietos porque es una figura externa que es capaz de dar palabras de autoridad sin estar implicado en los líos cotidianos. Necesitamos que los abuelos sean lo que son, no que solo se les utilice como guardería. Evidentemente sus labores de cuidado son cada vez más valoradas, pero cuidado con que la guardería no esté suplantando u oscureciendo la verdadera función de los abuelos. El abuelo habla de la vida y de la muerte, que es lo que más falta, porque hemos dejado de hablar de la vida y de la muerte de una forma digna. Ellos tienen mucha experiencia de haber perdido a gente, de haber fracasado y saber qué es lo esencial, son lo suficientemente pobres. Para hablar de la vida y de la muerte tienes que estar muy descargado de ti mismo, porque si no te crees que tú eres la fuente de la vida y que la muerte nunca va a llegar, pero cuando tienes conciencia de que llega y sabes de qué va la vida, empiezas a juzgar de otra manera.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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