Una exposición de EncuentroMadrid ahondaba en “La trama de la vida” mediante el conocimiento de la biología que avanza en paralelo con el asombro de estar vivos
La exposición La trama de la vida. La biología y el asombro de estar vivos, presentada el último fin de semana de octubre en EncuentroMadrid 2024, fue visitada por más de 1.150 personas. Subrayo esto porque el interés suscitado tiene mucho que ver con que lo que queríamos conseguir es que esas personas cayeran en la cuenta de lo prodigioso que es para cada una de ellas estar viva. Decía un amigo sacerdote en la vigilia de Pascua que si la muerte es un gran misterio, la vida es un misterio infinitamente mayor.
Realmente es así. Lo expresa de manera inmejorable la primera cita incluida en la muestra, del bestseller de Bill Bryson Una breve historia de casi todo: «Para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de una forma compleja y extrañamente servicial billones de átomos errantes. Es una disposición tan especializada y particular que solo existirá esta vez. Durante los próximos años, participarán sin queja en los miles de millones de tareas necesarias para mantenerte intacto. Por qué se tomaron esta molestia es todo un enigma (…). Sin embargo, por la razón que sea, durante el período de tu existencia, tus átomos responderán a un solo impulso riguroso: que tú sigas siendo tú».
Cuando en EncuentroMadrid nos propusieron preparar una exposición que abordase desde el punto de vista científico la frase de Takashi Nagai escogida como lema, “Estoy vivo aún, y creo que la trama de la vida es preciosa”, la idea del misterio de la vida se convirtió en hilo conductor. El proyecto inicial se forjó en torno a cuatro presentaciones online para el Meeting de Rímini de 2020 que llevaban por título Essere viventi. Esta expresión es intraducible porque en italiano essere significa indistintamente “ser” y “estar”. Por tanto, Essere viventi quiere decir «seres vivos» (el objeto material que estudia la biología) pero también «estar vivos» (hacer la experiencia de «estar en la vida», de participar de ella). Así que a partir de esa intuición y de la mencionada exposición virtual, nos juntamos un grupo de amigos interesados por la biología para dar forma a un recorrido que permitiese intuir toda la belleza de la “trama” de la vida en la Tierra.
El resultado fue una exposición en cuya entrada quisimos reconstruir el ambiente de una cueva prehistórica decorada con pinturas rupestres. Se trataba de sentir, a la vez que la exigencia de belleza propia de nuestra naturaleza, el atractivo que tienen para nosotros los animales, precisamente porque siendo tan distintos reconocemos de manera inmediata que comparten con nosotros el “ser vivientes” (aunque resulte muy difícil definir con precisión qué es exactamente eso que compartimos). A continuación la primera sección, Un proceso de incesante autoconstrucción, sobre la química de la vida y su base molecular, asociada a un proceso semántico, de información que se copia y se traduce mediante un código. La segunda sección, Organismo y mundo, ponía de manifiesto que las relaciones de los seres vivos entre sí y con su ambiente, y la mutua interdependencia entre ellos, son consustanciales a cualquier forma de vida; Vida en evolución repasaba la increíble historia de la vida en la Tierra; y La vida maravillosa subrayaba la unidad, diversidad y funcionalidad que han sido y siguen siendo las señas de identidad de esa historia.
Al terminar de visitar la exposición, Pedro Chillida, hijo del escultor vasco, hizo un comentario escueto y entusiasta más o menos en estos términos: «lo que no sé es cómo hay gente que piensa que todo esto es pura casualidad». Creo que es de justicia reconocer la agudeza de su intuición. En efecto, los que nos dedicamos a estudiar algún aspecto particular de la gran construcción que es la vida necesitamos esta visión global, con distancia, como cuando uno se aleja de un cuadro impresionista para poder verlo. Se trata de reconocer cuán profundo es el misterio de la vida y asombrosa la gran historia de la que, como vivientes dotados de autoconciencia, somos a la vez sujetos y testigos.
A impulsar y sostener este sentido del asombro se dedicaba la conclusión de la muestra. Una mirada atenta sobre las secciones anteriores pone de manifiesto que la palabra “aún” del lema de Nagai es rigurosamente cierta: nuestra existencia, y la de todas las criaturas que comparten con nosotros el privilegio de “ser vivientes”, es precaria, está siempre expuesta: para mantenerse, la vida paga el precio de una fragilidad esencial. Existimos, pero podríamos no existir. Somos el increíble resultado de una entre miles de trayectorias posibles. Ante tal evidencia, uno no puede dejar de preguntarse, con asombro y agradecimiento (por eso la sección conclusiva llevaba por título Solo el asombro conoce), cómo es posible que estemos vivos aquí y ahora.
Pero incluso frente a una multitud de signos, el brote de la certeza no está escrito en un algoritmo. El progreso de la biología en las últimas décadas ha puesto de relieve un nivel de organización cuya complejidad convierte a los seres vivos en algo único en el universo. A pesar de ello, el cientificismo ha ido imponiendo una visión en la que los organismos, con independencia de la novedad que puedan representar, son esencialmente asimilables a cualquier otra materia inanimada, puesto que están sujetos a las leyes de la física y la química. Y lo mismo ha ocurrido con el ser humano en relación a su naturaleza biológica. Sin embargo, la experiencia indica que hay algo en la vida que supera la materia en que se apoya, como hay algo en el hombre que supera su estructura biológica, incluso si en cierto sentido su vida “coincide” con ese soporte material, igual que una escultura de Miguel Ángel “coincide” con el bloque de mármol que la forma. Aunque no podamos precisar en qué golpe de cincel la roca se convirtió en una obra de arte, ¿sería razonable afirmar que el David es solo un bloque de mármol?
La exposición también ha supuesto una ocasión privilegiada para entablar relación con José Antonio Langa, un científico de primera línea de la Universidad de Sevilla con una inteligencia de la realidad que solo se explica desde la inteligencia de la fe. Presentar la exposición con José Antonio fue una experiencia inmediatamente correspondiente. De vuelta a Sevilla, y sin haber hablado apenas de “temas religiosos”, me escribió que para él «ha sido un regalo de Dios conocer el movimiento, y a vosotros. Es un lugar donde “al ir y ver” se te hace clara y esperanzadora la vida en Cristo y en la Iglesia». Por esto, y por todo lo anterior, si hubiera que resumir en una frase la exposición sobre La trama de la vida podríamos decir: lo imposible ha sucedido.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón