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Huellas N.11, Diciembre 2024

BREVES

Cartas

EncuentroMadrid 2024. Compartir el asombro nos hace más amigos
El sábado 26 de octubre fuimos un grupo de catorce seminaristas de Getafe junto con tres formadores a EncuentroMadrid a ver la exposición sobre Andrea Aziani, Marcos Pou, Carlos Álvarez, Carmina Salgado y Quique Bicand. Más tarde estuvimos en el encuentro con Fabrice Hadjadj. Después comimos todos juntos en el pabellón y antes de irnos estuvimos cantando con el grupo de bachilleres. Reconozco que tenía cierto vértigo de lo que podía suponer mostrar el carisma del movimiento a seminaristas con caminos muy diferentes al mío, que proceden de otras realidades de la Iglesia diversas y también con sensibilidades muy dispares. Pero también deseaba que conocieran el pueblo en el que yo me he encontrado con Cristo y que realmente muestra mucho mejor quién soy yo y la historia de amor que el Señor ha tenido conmigo. Si quieres que alguien te conozca bien, invítale a tu casa a conocer a tu familia. Y así fue… En las cinco horas que estuvimos allí comprobamos juntos que la humanidad de Cristo, encarnada en aquellos que libremente dan su vida para que el mundo Le conozca, nos hizo vibrar a todos. A través de la exposición, del encuentro con Hadjadj, de conversaciones con varias personas, de la manera en la que nos prepararon la comida, de cómo nos trataron los voluntarios, etc. pudimos experimentar cómo el Señor nos cuida. Y cuando te encuentras de nuevo con Él, te vuelves a despertar de la pereza de la vida, de la desesperanza, del “ya me lo sé” y la falta de novedad, de las dudas de cómo estar en un mundo donde parece que nadie espera ya a Cristo… Cuando sucede algo grande ante tus ojos no te lo puedes callar y ya durante la comida mirábamos y juzgábamos juntos, seminaristas y formadores, lo que nos había provocado en la exposición y el encuentro de después con Hadjadj. Compartir el asombro nos hace más amigos.
Aproveché también para presentarles a mis padres y algunos amigos que se acercaron a saludar. Qué bello ver también que dos realidades (seminario y movimiento) que son pilar fundamental de mi vida se encuentran, se conocen y se reconocen como parte del mismo Cuerpo.
A la vuelta en coche al seminario íbamos fascinados. En los viajes en furgoneta solemos ir con música y a dos o tres conversaciones simultáneas. Pero la vuelta del EM era distinta. En profundo silencio. Con esa bella nostalgia que se te queda en la cara cuando acabas de estar con alguien que te prefiere de manera inesperada y quieres que no se acabe nunca. El silencio duró un rato, hasta que alguien preguntó: «bueno, ¿qué os ha parecido?». «He flipado…», contestaba uno. Otro decía: «Esta manera de mirar lo que pasa en el mundo la quiero para mi vida». Otro remarcaba la calidez humana de la gente y la belleza de ver a un pueblo unido, «con vínculos», en cuyo ambiente «hay un afecto entre ellos y una alegría enormes»… «¡Cómo nos han cuidado, con qué atención!», señalaba otro… «Pienso en amigos que no conocen la Iglesia y que no conocen a Cristo… yo les traería aquí», comentaba otro. El resto del viaje fue un compartir juntos todo lo que nos había asombrado y reconocer que para nosotros se había hecho visible la humanidad de Cristo. Bastaba acercarse a las mesas a la hora de la cena para comprobar el poso bueno y de esperanza que llevábamos y cómo los que habían estado contaban lo que habían visto y oído a los que no habían ido al EM. Nuestro corazón ardía… me recordaba al apóstol Andrés, cuando le dice a Pedro: «Hemos encontrado al Mesías». Todo esto lo vimos en la imponencia de un pueblo que vive ardientemente esta pasión por afirmar que “estamos vivos aún, y que la trama de la vida es preciosa”. Un pueblo que afirma, desde la certeza de que Cristo ha venido a relacionarse con el hombre a través de todo lo que le sucede, que no hay que darle la espalda a ninguna circunstancia dolorosa ni dramática en la vida (visible en las personas que mostraba la exposición). Que todo, TODO, se puede vivir. Ya casi no existen lugares donde se afirme esto.
En fin, una fascinación y una sorpresa inesperada volver al seminario con el corazón lleno y con la petición de que esta humanidad de Cristo que ha llegado a nosotros y hemos gustado un poco juntos, nos siga conquistando y se haga cada vez más presente en nuestra amistad.
Rezando la lectura de las vísperas del sábado por la tarde comprendí mejor lo que nos había sucedido, por qué volvíamos contentos y con esperanza de conocer más al Señor y dejarnos hacer por Él. Y es que lo que vivimos ese día en EM «nos anima a la esperanza de lo que Dios nos tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Este se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros».
Qué conmoción ver que EM es un lugar que propaga el Evangelio y que nos ayuda a descubrir a cada uno que la trama de la vida es preciosa y que el Señor «anima nuestra esperanza» a través de lo que hemos visto. Un adelanto de lo que nos tiene reservado en los cielos.
Quién sabe lo que podrá generar en nosotros como seminario esta semilla que recogíamos el sábado en EncuentroMadrid. De momento, tenemos ya este deseo de amistad verdadera donde mirar todo juntos y descubrir al Señor en cada aspecto de la realidad. Y cuánto deseo yo también para nuestra compañía como seminaristas que este método que nos ha enseñado Giussani de mirar y vivirlo todo partiendo de las exigencias de nuestro corazón pueda construir y hacer crecer la Iglesia, si Dios quiere, en el pueblo concreto que el Señor quiera encomendarnos en el futuro.
Gracias a todos los que dan su vida por que esto salga. Gracias, a Dios y a vosotros, de corazón…
Juan

Tramoyistas de la belleza
Recuerdo perfectamente la primera vez que me dio miedo olvidar. Irónicamente se trató también de la primera vez que fui consciente de todo lo que ya había olvidado y no sería capaz de volver a recordar. Fue tan sencillo como mirar un atardecer desde la ventanilla del coche para entender que mi vocación era encontrar la manera de aferrarme a la belleza que se me ponía delante cada día en las pequeñas cosas y buscar la manera de que nunca me abandonase del todo. Y así, jugando a esquivar los límites de la condición humana condenada siempre a olvidar, encontré la fotografía. Para mí, la fotografía es poder volver a mirar un recuerdo y abrazar todo lo que me evoca. Abrazar la versión de mí que vivió aquel momento y compartir con ella todo lo que he vivido después. Pero, sobre todo, la fotografía es parte de mi vocación. Y algo que he aprendido con el paso de los años es que la vocación es aquello para lo que Otro me ha creado. El cuidado especial que puso Dios en mi corazón a la hora de diseñar un espacio dedicado únicamente al desbordante deseo de vivir la belleza en primera persona para luego no renunciar a ella jamás es un regalo que se me ha dado gratuitamente, y sería muy egoísta quedarme algo tan valioso solo para mí. Por eso siempre digo que si no pongo mi vocación al servicio de aquellos que me rodean cuando tengo la oportunidad, se pierde. ¿Y qué mejor sitio para dar la vida que el EncuentroMadrid?
Estamos en un momento en el que, más que nunca, debemos ser explícitos con nuestra fe y con nuestras inquietudes y preguntas. Vivimos en una sociedad completamente anestesiada por el miedo a no encontrar las respuestas y por la pereza de buscarlas siquiera.
EncuentroMadrid es uno más de nuestros intentos de acercarnos al Misterio, que al fin y al cabo es donde únicamente podemos encontrar la respuesta. Como su propio nombre indica, es un lugar de encuentro en el que no se censura nada, es un lugar en el que acercándonos a la gente que va por delante de nosotros en el camino tratamos de darle un sentido a todo aquello que nos provoca. A veces encontramos respuestas, otras veces nos topamos con gente que jamás nos soltará la mano mientras seguimos buscándolas. Gente que nos enseña a no vivir una vida cómoda sino una vida grande, gente que nos saca de nosotros mismos y de nuestra medida cuando no somos capaces de ver más allá de nuestras preocupaciones. Y si con mi trabajo, con mi vocación y con mi pequeño sí puedo acercar aunque sea a una sola persona a este lugar, que es el que me ha hecho ser quien soy, bienvenido sea.
EncuentroMadrid es posible gracias a la gente que se implica con él y lo construye. Cada uno tiene su papel y ninguno es mejor que otro. El mío en concreto es recoger el sí de todas estas personas y mostrarlo al mundo. Ver la realidad a través de una cámara es tener la oportunidad de conocer a las personas, porque no hay momento en el que seamos más nosotros mismos que cuando pensamos que no hay nadie mirando. Y nosotros tenemos la inmensa suerte de ser los responsables de capturar esos momentos, esas emociones, esas sonrisas e incluso esas lágrimas que van teniendo lugar a lo largo de los días. Vuestras reacciones y el testimonio que dais con vuestra sola presencia son un tesoro y se podría decir que nosotros somos sus guardianes. Me gusta pensar que somos tramoyistas de la belleza, que somos aquellos que movemos hilos detrás del escenario recogiendo hasta el último detalle para poder lanzarlo al mundo.
Ha sido precioso poder conoceros aunque vosotros ni siquiera fuerais demasiado conscientes de que yo estaba ahí, como ha sido precioso comprobar una vez más que cuanto más entrego mi vida, más se me devuelve. Siempre fui una chica de letras, pero el ciento por uno son unas matemáticas que sí entiendo. Gracias por ayudarme a confirmar una vez más que la vida está para darla.
Alba, Madrid

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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