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Huellas N.10, Noviembre 2024

PRIMER PLANO

Todo nace de una invitación

Justine Leclerc

«No quería volver a oír hablar de religión», hasta que una noche su compañera de piso le presenta a sus “amigos”. Un testimonio desde Zúrich

Soy francesa, pero llevo un año viviendo en Zúrich, estudiando un máster de Estadística. Hace dos años conocí el movimiento. Fue un encuentro bastante casual que dio inicio a una amistad con Dios y con mucha gente. Al principio fue como un presentimiento –algo que a veces podría considerarse irracional, ¡casi infundado!–, el presentimiento que se tiene cuando un encuentro es signo de algo más grande.
En 2022 me fui de Erasmus a Viena. Era la primera vez que salía de la casa de mi madre. Ella me educó en la fe católica y me animó a bautizarme cuando tenía ocho años. Pero últimamente me había alejado de cualquier forma de religión. Por motivos personales me preguntaba: si Dios existe, ¿dónde está? Si de verdad está aquí, si es mi Padre y me ama, ¿por qué me deja sola?
Después de casi dos años de aislamiento, cuando todo pasaba por Zoom, me debatía entre la apatía y la rabia.

Haciendo las maletas para Austria, decidí que quería vivir ese tiempo totalmente libre, haciendo todo lo que se me pasara por la cabeza, sin tener que rendir cuentas a nadie. La idea de Dios, obviamente, estaba a años luz de distancia de mi “proyecto vital”.
La primera noche en Viena, por fin “libre” de mi madre, ya lloré de nostalgia. Mi compañera de piso, María, se dio cuenta y me invitó a ir a ver a sus «amigos», como ella dice. No tenía ninguna gana, pensaba que sería una de esas fiestas universitarias con alcohol, y yo no bebo. Prefería quedarme sola lamentándome por mi situación. Pero, de una forma paradójica casi inexplicable, sentí el deseo de fiarme de esa chica que acababa de conocer. Al cabo de una hora estaba cenando en casa de unos curas de la Fraternidad San Carlos. No tenía la más mínima idea de quiénes eran, ni de qué era CL. Yo, con mi vida rebelde y alejada de cualquier forma de religión… en cambio me quedé impactada por cómo me acogieron, a mí, una desconocida, un tanto desfasada, que apareció con María.
Los demás jóvenes presentes parecían realmente interesados en conocerme, saber quién era y qué me había llevado hasta Austria. Hablamos de todo, no solo de Dios, como podría esperar en casa de unos curas. Reímos, cantamos, en todos los idiomas, y enseguida entendí por qué María los llamaba «amigos».

Con curiosidad por saber más de ellos, acepté su invitación a la Escuela de comunidad. Me impresionó lo que leí en El sentido religioso. Me dejó tocada, asombrada, esas palabras me removían a pesar de que ya no tuviera fe, a pesar de rechazarla. Era como si me hablaran a mí, y a todos, con una universalidad que me hace reflexionar sobre tantas cosas: mi relación con los demás, el don de sí, mis necesidades esenciales de amor, de verdad, o más en general, mi vocación, que estoy deseando descubrir. No se trata de discursos metafísicos o filosóficos, que una pobre matemática como yo sería incapaz de entender, sino sencillamente de releer la propia experiencia cotidiana a la luz de esas palabras. En este trabajo, me sostiene el hecho de no estar sola y que los demás compartan conmigo su experiencia. Es una verdadera alegría que haya otros que me ayuden a comprender las palabras de Giussani, ¡sobre todo en alemán! Poco a poco me siento conquistada por esta compañía que he encontrado. Los sábados por la mañana voy con ellos a pelar patatas a casa de las hermanas de la Madre Teresa, y descubro lo que significa concretamente darse con gratuidad. Los domingos voy a misa a la parroquia de la Fraternidad San Carlos, donde los niños gritan en italiano cuando la homilía les parece demasiado larga… ¡y así también aprendo italiano!
¿Cómo describir la gratitud que siento dos años después? Gratitud por recibir esta amistad gratuita, este camino que poco a poco me ha llevado a preguntarme qué es lo que une a esta gente, qué infunde en ellos ese amor y esa amistad que transparentan. Lentamente, voy teniendo la impresión de que ese Dios del que no quería volver a oír hablar me está tirando de la manga y me dice: «¡Eh! Te habías olvidado de mí, ¡pero yo no!». Así es como he empezado a volver a la fe, de un modo totalmente inesperado. Tengo que destacar que este regreso es un camino y solo estoy al principio, a veces hay subidas escarpadas y a veces paisajes preciosos. Ahora, en Zúrich, he encontrado en estas personas unos compañeros de camino increíbles, y no uso esta palabra por casualidad.
Creo que, si algo es importante, tenemos el deber de cultivarlo, alimentar esta amistad única por su gratuidad y por lo que la inspira. Deseo que cada uno de nosotros pueda testimoniarla y compartirla con todos, sobre todo con aquellos que todavía no han tenido la suerte de encontrarla.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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