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Huellas N.10, Noviembre 2024

PRIMER PLANO

«La vida es vida, cuando se da»

Fragmentos de un diálogo en la Asamblea internacional de responsables de CL, bajo el lema “Llamados, es decir, enviados: el inicio de la misión” (29 de agosto de 2024)

Mateo, Suecia: La sociedad sueca se apoya mucho en el individualismo, cada uno se concibe solo y esta mentalidad también se ha introducido de alguna manera en los ámbitos de la Iglesia católica, al menos en la zona donde vivimos. Desde que llegamos mi mujer y yo, hace ocho años, percibimos una gran aridez hasta dentro de la Iglesia. Durante mucho tiempo, no nos atrevimos a implicarnos en la vida ni en las actividades de la parroquia por el idioma.
Pero en los últimos años nos hemos dado cuenta de que había una cuestión más profunda, personal: no habíamos entendido que las obras que Dios realiza no están en nuestras manos. Nuestro miedo se debía al orgullo porque nos preocupaba hacer el ridículo. Sin hablar bien su idioma, ¿cómo íbamos a expresar nuestra experiencia? Más bien íbamos a dar risa. Al mismo tiempo, nos dimos cuenta de que la fe que intentábamos transmitir a nuestros hijos carecía de un lugar, como el que habíamos tenido en Roma durante muchos años. Nos lamentábamos, comparando continuamente la belleza del pasado y la aridez del presente, pero en un momento dado nos dimos cuenta de que necesitábamos comunicar la experiencia que habíamos vivido y el reconocimiento del constante amor que Dios nos tiene. Así que empezamos a proponer unas tardes familiares en la parroquia, invitando también a los padres, porque los hijos solo se interesan por algo que ven que mueve a sus padres, algo o alguien. Empezamos con cosas sencillas: misa, cena, cine, juegos… El primer día fuimos 25, que para el párroco ya era una cifra enorme, y hemos llegado a ser 75. En este tiempo, mi mujer y yo hemos podido reconocer muchos milagros en acto. En Suecia, a los niños les cuesta hablar con adultos que no sean sus padres. Cuando los compañeros de clase de mis hijos vienen a casa, yo les dirijo la palabra pero no suelen responderme a mí sino a mi hijo, que debe hacer de intermediario.
No es un problema del idioma, es que los niños y jóvenes ven a los adultos como cuerpos extraños que se imponen a su libertad. Al principio hacíamos preguntas y había un silencio total, pero últimamente los niños han empezado a responder.
Para nosotros es signo de una libertad que se abre paso. De hecho, los padres han empezado a invitar a familias que no son de la parroquia.
En la comunidad del movimiento he visto una dinámica similar. Acostumbrados a la realidad romana, al principio sufríamos por los pocos que éramos, como si fuera por nuestra incapacidad para “crear” algo. Pero gracias a la relación con mi mujer y dentro de un diálogo continuo, ha ido creciendo una virginidad, la conciencia de que esta obra es del Misterio. Nos encomendamos a la Providencia y los números no han cambiado mucho, pero nos hemos dado cuenta de que nuestra relación con los que vienen ya no es de posesión: «¿Cuánto tiempo vas a quedarte? ¡Quédate un año más!», que era nuestra postura habitual por miedo a quedarnos solos en nuestra experiencia de la fe. En cambio, ahora podemos acoger sin temor porque hemos visto que el Señor no nos ha abandonado.
Tengo una pregunta sobre el trabajo de Escuela de comunidad. Estos años, leyendo los textos en inglés, si a mí me cuesta entender, para los demás –que son nuevos en la historia del movimiento o incluso nuevos en la fe– la comprensión supone un gran obstáculo: la traducción, el tipo de lenguaje que usa don Giussani, el momento histórico en que vivió y al que se refiere… Con los años hemos entendido que los libros de don Giussani no pueden crear la comunidad por sí solos, hace falta una amistad en Cristo, una familiaridad entre nosotros, una atención a la vida del otro para hacer presente el amor de Cristo, del que nace la comunión. Por esta intuición, que brotó y maduró gracias a una estrecha relación con Carras e Jone en nuestra etapa romana, hemos empezado a alternar la Escuela de comunidad con comidas o cenas en nuestra casa, igual que ellos hicieron con nosotros y con tantos otros. La diferencia es que no tenemos esa capacidad tan grande para aclarar las preguntas que surgen sobre el texto y sobre la fe. Donde vivimos, ha nacido una comunidad que amamos profundamente, pero no sé si esta convivencia puede bastar sin una auténtica comprensión de los textos. Entre los del movimiento veo que algo vivo está naciendo, pero cuando leo los textos es como si se abriera una brecha, y no sé qué hacer.

Davide Prosperi: Lo que debe llegar a ser tuyo no solo es el texto, que es un instrumento, sino la experiencia que describen esas palabras. Que llegue a ser tuya implica una identificación con las razones del camino que estamos haciendo. Porque si fuera el fruto de una habilidad tuya, de una capacidad o estrategia (pensemos en Bernadette Soubirous) y no en cambio, como tú mismo has dicho, el fruto de un amor desbordante que reconoces en tu vida, entonces en último término solo nos comunicaremos a nosotros mismos, y nada más. Esta es una tentación que podemos tener todos. Nosotros también podemos usar las palabras del movimiento para decir otras cosas, lo que sentimos, lo que pensamos que es el verdadero carisma, y decirlo perfectamente. Pero es el gran riesgo que el movimiento asume contigo para que hagas tuya esta experiencia en la medida en que la vivas, y desees vivirla, para ti y para comunicarla a los demás, en la medida en que desees vivir esta experiencia de comunión con los que están contigo. Tal vez haya cosas que no entiendas, pero no sabes si quizá alguno de los que están contigo será quien te lo explique mañana porque lo ha podido encontrar gracias a ti.
Eso es lo que deseamos cada uno de nosotros. Esto quiere decir, en el fondo, vivir una verdadera paternidad porque a medida que los hijos crecen, el padre desea poder seguirlos por el camino que él les ha indicado. Y el instrumento que tenemos para ayudarnos en esto es justamente nuestra compañía. Para las preguntas que tienes, para las cuestiones concretas que surgen, estamos juntos y nos ayudamos. Ahora la forma son esas cenas, estupendo. Vuestro camino será el que, poco a poco, según lo que vaya sucediendo, irá mostrando cuáles pueden ser las formas más adecuadas.

Federica, Turquía: En muchos países de Oriente Medio –y no solo– el contexto no permite expresar abiertamente juicios culturales o políticos, no siempre se puede hablar de cristianismo en público ni se puede entrar en todos los ámbitos educativos. Por eso me interpela mucho la indicación de identificarme con esta propuesta como única posibilidad para mí allí donde estoy: para vivir y para la misión.
Muchas cosas que se han dicho estos días las he sentido, también con dolor, un poco lejanas del contexto en el que vivo porque claramente, donde estoy, experiencias como GS, CLU, los centros culturales, hasta la caritativa… son impensables. Necesito entender cómo conjugar lo que estamos viendo estos días con lo que yo, y otros amigos de Oriente Medio, por ejemplo, vivimos durante el año con la gente que nos encontramos en estos países.
¿Cómo es posible no vivir divididos entre nuestra realidad y la propuesta que nos hacéis?

Francesco Ferrari: Yo viví un tiempo en Canadá y otro en Chile, dos contextos diferentes del tuyo y del de Mateo, pero donde la pregunta que planteas surge igualmente. Lo primero es que lo que significa vivir el movimiento en Turquía nos lo dirás tú. Nosotros no lo sabemos, eres tú la que está allí.
Será la aventura de cómo crece el movimiento a través de tu experiencia en comunión con nosotros. Tú enriquecerás nuestra propuesta con todo lo que descubras. No te estoy diciendo: «es cosa tuya», sino que el movimiento no vive en el mundo solo por lo que llega desde el “centro”. El movimiento crece con la experiencia de todos los que están en el mundo. Añado tres puntos de mi experiencia en la misión. En primer lugar, fue una ocasión para aprender a agradecer los pequeños gestos de compañía que recibía. Por ejemplo, antes de irme al extranjero, no daba la misma importancia a los artículos que se publicaban en la web o en Huellas. Cuando estás solo, encontrarte con la historia de alguien que está al otro lado del mundo puede suponer una compañía que te sostiene durante días. Es como si esa experiencia hubiera incrementado mi tensión y mi curiosidad, haciéndome agradecer cada palabra, cada fragmento de compañía que se me regalaba. Esto implicaba también buscar más cercanía con la gente. A Chile fui con mi amigo Rubén. Allí había una comunidad, pero para nosotros todo era nuevo, así que cada vez que nos veíamos, aunque solo fuera media hora, era algo muy valioso, mientras que antes no daba tanta importancia a esos ratos. Por tanto, lo primero es que creció mi curiosidad, mi atención a todos los gestos de compañía que Dios me ofrecía a través del movimiento. El segundo instrumento es la regla, para tener cada vez más claro que lo esencial es Cristo. El sentido profundo de todos los gestos y de toda nuestra compañía, también en Milán donde somos tantos, es la compañía de Cristo que nunca nos abandona.
La regla, los momentos de oración o la Escuela de comunidad, aunque uno esté solo, para mí, siempre y en todas partes, también allí donde hay mucha gente, son instrumentos que nos recuerdan el corazón de todo lo que hacemos. Yo agradezco los momentos de aridez que he vivido, no solo en el extranjero, porque me han llevado al corazón, al sentido de nuestra compañía, que no es “nuestra”, sino de Cristo.

Prosperi: Subrayo un aspecto que me parece que es el verdadero secreto. Para nosotros, vivir el movimiento no es replicar una forma sino participar de una vida. El hecho de no poder experimentar allí donde vives las cosas que estás escuchando aquí ahora no significa que esas cosas no construyan tu experiencia porque nosotros pertenecemos a esta comunión, de modo que lo que tú vives es mío y lo que yo vivo es tuyo, allí donde estemos, y nos hace crecer a ti y a mí en la medida en que lo compartimos. Eso es lo que nos sostiene a mí y a ti cada día. Que tú estés allí, con tus dificultades, me ayuda como memoria para vivir mis dificultades de cada día. Si viviéramos cada momento con la conciencia de nuestra amistad como factor que sostiene nuestra vida, en todo lo que hacemos, nunca sentiríamos melancolía porque estaríamos siempre alegres, en último término alegres; podemos estar tristes, tal vez fatigados, dolidos, pero en último término alegres porque la belleza de este amor que ha entrado en nuestra vida hace que todo lo que vivimos y nos contamos sea recíproco.

Fiorenza, Omán: Donde yo vivo, me encuentro con personas que pertenecen a un mundo completamente distinto del nuestro. Con los años, me he dado cuenta de que el martirio en cierto modo es “morir” a lo que uno es. Muchas veces, como decía el cardenal Pizzaballa en el Meeting de Rímini, tienes la tentación de hacer como los discípulos: «Unos dormían, otros huyeron, otros sacaron la espada…». Pero hay otro camino que es “quedarse”, como hizo Jesús, porque un día nos preguntarán dónde estábamos y podremos responder: «yo estaba ahí». En situaciones complicadas, y en cierto modo incomprensibles incluso dentro de nuestra compañía, lo más bonito es que permanecer, dejando que tu postura muera, permite que te “empastes” cada vez más con el otro: empiezas a moverte como los indios, te vuelves un poco árabe… te vas dejando moldear y en ese punto el martirio da paso a la resurrección, porque descubres algo nuevo de Él. Monseñor Paolo Martinelli decía en el Meeting: «El deseo es la relación con Dios porque se mueve siempre, cambia continuamente, no puedes pararlo». Por eso te tienes que “dejar”, para que Él pueda hablar a tu corazón y decirte algo que tú ni siquiera te podrías imaginar.

Prosperi: Puede que tengamos una idea un poco macabra del martirio, pero en griego esta palabra significa testimonio.
Es a lo que todos estamos llamados, cada uno en la situación en que se encuentre. Nadie busca la sangre. Buscamos la forma de vivir lo más “empastados” posible con Cristo. Al principio de la historia de la Iglesia, los cristianos eran perseguidos, como sigue pasando en muchos lugares del mundo, y muchos no tenían el valor de dejarse devorar por los leones o crucificar pero, por las palabras de los primeros Papas, también se difundió la certeza de que la sangre de los mártires lavaba su pecado y su vergüenza, tal era la conciencia que había de la comunión, de modo que la sangre de los mártires era fuente de cambio de mi persona: yo soy tú, tú eres yo, de modo que tu testimonio empieza a cambiar mi manera de estar en la realidad día tras día. Cuando no se vive esta conciencia, hasta el testimonio queda reducido al resultado de un ejercicio muscular.

Lali, Ucrania: Me gustaría dar un testimonio de paz, pero por desgracia mi país sigue en guerra. Agradezco mucho la propuesta que se nos ha hecho a lo largo de este curso. El año pasado, monseñor Camisasca nos decía que debemos levantar la voz y ser testigos de la verdad. La palabra “verdad” siempre me provoca. Si no partimos de la verdad, de la justicia, no podemos llegar a la comunión, a la unidad. Veo que hay mucha gente que está contigo porque te quiere y no quiere herirte con la verdad, pero sin verdad, sin justicia, sin ponerse delante de esa herida, no entiendo cómo es posible la comunión.
Mi hermana, el día de mi aniversario de boda, me dijo que para ella mi marido no había muerto, que era como si estuviera en un viaje de trabajo. Yo no puedo fingir que él está de viaje por trabajo, no puedo, porque no se trata de un viaje sino de la muerte. Son dos cosas totalmente distintas. Estar delante de la verdad y testimoniarla no es algo evidente, exige un gran valor. Esta sed de verdad me invita a no desviar la mirada del horror que se está produciendo en mi país. Me siendo como el violinista de Auschwitz en la canción de Claudio Chieffo, porque ahora estamos aquí juntos y es muy bonito, pero yo vivo en Auschwitz y me pregunto cómo puedo permanecer unida a los que están bajo las bombas de Ucrania. Pido a Dios que me conceda la fuerza de llamar a las cosas por su nombre y entrar en una realidad que duele.

Prosperi: Si lo que nos decimos aquí no tiene nada que ver con lo que les está pasando a nuestros hermanos ucranianos, no son más que estupideces.
O lo que nos decimos y vivimos juntos es la posibilidad de mirar lo que está pasando en Auschwitz, pero no como el violinista, es decir, o tú reconoces la utilidad que tiene en tu vida el hecho de estar aquí y no en Auschwitz para poder acompañar y amar de verdad a tus amigos de Auschwitz, o viviremos siempre divididos entre un sentimiento de culpa y una sensación de inutilidad.
Hasta la ayuda más concreta nace de esta conciencia de que ya somos una sola cosa, por lo que la justicia se reconoce dentro de esta comunión y no como una consecuencia, porque la justicia no la generamos nosotros. En nosotros puede haber un sentimiento de justicia, pero la justicia última es la mirada de Dios sobre la historia. Y nuestra amistad debe ayudarnos a reconocer los factores de esa mirada. Te agradezco tu testimonio porque es importante que nos demos cuenta de que todos formamos parte de esto.

Yana, Rusia: No es fácil hablar después de Lali, pero no quiero cerrarme ni censurar la herida, aunque duele mucho. Yo trabajo con niños y veo que ellos, como muchos en mi país, ni siquiera tienen la posibilidad de ver que existe algo distinto del clima cultural al que están acostumbrados.
Pero veo que yo, viviendo sencillamente mi vida, puedo mostrarles algo diferente. Esto me parecía evidente, y esa es la razón por la que me he quedado allí, pero una amiga ucraniana me decía: «Es la primera vez que me lo cuentas en dos años», porque entre nosotros cuesta hablar de esto. Tendemos a cerrarnos y no querer pensar en lo que está pasando, incluso dentro de nuestra comunidad, no podemos ir todas las semanas a la Escuela de comunidad a sacar todo esto. Todos lo saben y se comenta, pero es como si nos faltaran fuerzas para no “olvidar” lo que está pasando.

Ferrari: En relación al título de estos días (“Llamados, es decir, enviados: el inicio de la misión”), la primera cuestión que surge es cómo esta compañía sostiene a cada uno allí donde vive. Y la segunda es que la misión puede tener la forma de un sacrificio. Sobre la primera, si miro mi experiencia, puedo decir que esta compañía nos sostiene siempre porque lo que nos decimos, los textos que proponemos, los momentos que vivimos, no son un fin en sí mismo, sino el contenido y el corazón de esta compañía, que es la presencia de Cristo vivo. Todos los textos, los momentos y las palabras son el lugar, el instrumento, la provocación que quiere llevarnos y sostenernos siempre en el descubrimiento de Cristo vivo. Antes se planteaba cómo entra esta propuesta en la vida, pero el corazón de nuestra vida es la vida de Cristo, ¡Cristo resucitado! Cristo es quien hace que nuestra vida sea verdadera, estemos solos o juntos, aquí o allá. Estos momentos y esta compañía se convierten en una dimensión de nuestro ser, nos acompañan siempre, por eso uno nunca se siente solo, en la medida en que esta compañía es el lugar del encuentro con Cristo vivo. Cada cosa que hacemos y decimos es como si la miráramos y acogiéramos –con todas las tensiones o falta de inmediatez que podamos experimentar– como la ocasión de un paso, de un encuentro con la verdadera vida, que es la vida de Cristo entre nosotros.
Creo que, en el fondo, esta es también la mirada con la que afrontar ese sacrificio que se nos puede pedir, que puede tener la forma de un martirio pero, como decía Davide, martirio es testimonio, y todos estamos llamados a ello. La vida, como nos ha enseñado Pizzaballa, es vida si se entrega, si se da. Creo que el sacrificio, lo que permite vivir el testimonio, no se da solo en circunstancias difíciles, porque entonces tendríamos que decir que estando aquí no se nos pide un sacrificio. Pero ese es solo el aspecto más evidente, más aparente, del verdadero sacrificio de la vida. El sacrificio del martirio es ante todo obedecer a la verdad de la realidad en la que uno vive, aunque no sea inmediato, que en último término es obedecer a Dios. Ese es el drama y la belleza de nuestra compañía. Obedecer a Dios nunca es una idea genérica, sino obediencia, seguimiento, al lugar donde Cristo se nos hace cercano, donde me sale al encuentro, donde esa vida de Cristo resucitado se hace presente. El hecho de que hayan intervenido nuestra amiga ucraniana y justo después la rusa debe hacernos intuir al menos que existe una victoria en acto entre nosotros, que acaso se manifestará en el mundo quién sabe cuándo, pero ya está presente. Hay una vida nueva que empieza ya entre nosotros. Entonces, obedecer a Dios, el sacrificio de obedecer a la verdad, a la realidad y por tanto a Dios, es el sacrificio de obedecer a un lugar. Como decía uno de nosotros, la inmanencia en esta compañía va generando una concepción que entra incluso en tu trabajo, y esto muchas veces puede tener el rostro de un sacrificio porque tienes que poner en discusión lo que tú haces. El otro día me llamaba una universitaria. Quería hacer Medicina, pero no sacó nota, así que empezó Biotecnología. Este año ha repetido el examen y ha quedado entre los primeros. En Italia, si sacas una nota muy alta, como ella, puedes elegir la universidad que quieras. Ella vive en el sur, donde normalmente los jóvenes se van, y muchos le han sugerido que se fuera al norte. Me dijo una cosa que me impactó muchísimo. A pesar de que muchos le decían que se fuera, había algo que no le cuadraba. Durante este año ha tenido que quedarse en su ciudad (donde hay una comunidad muy pequeña que ahora está renaciendo) y ha vivido algo grande. Entonces se preguntaba si el único criterio era elegir la mejor universidad o si había otro, por ejemplo la posibilidad de construir esta compañía. Más allá de lo que yo le dijera, me llama la atención que una persona, ante una decisión así, se pregunte por lo que pueda ser más útil para nuestra historia.
Evidentemente esto también puede suponer un sacrificio. Para mí, eso es obedecer al lugar donde Dios te ha salido al encuentro, que no solo se trata de repetir cosas, sino que es un intento de identificarse con el corazón de nuestra compañía, que se convierte en testimonio, que se convierte en ímpetu misionero para todos, hasta llegar a plantearte «dónde puedo construir esto».
Debemos dar gracias porque exista esta compañía donde la vida de Cristo nos sale al encuentro y pone en discusión la nuestra, para hacerla más grande. Y también debemos dar gracias por poder donar esta vida, no guardárnosla para nosotros. Hemos recibido el privilegio de ser llamados a una gran construcción. Creo que hasta la vergüenza de la que hablábamos antes puede vencerse no tanto por un esfuerzo personal, como también decía Davide, sino en la medida en que uno se “empasta” cada vez más con el secreto de esta compañía, que es Cristo presente, como nos enseña la canción de Chieffo: «Nada puede detenerme ya porque Tú eres real». Cuanto más caminemos juntos y descubramos la victoria de Cristo presente, más transparentaremos lo que hemos encontrado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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