Va al contenido

Huellas N.10, Noviembre 2024

PRIMER PLANO

La profecía del mundo

Stefano Filippi

«¿Cómo hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha?».
Con esta pregunta, el Papa ha presentado el Sínodo. El obispo Paolo Martinelli comparte su experiencia


Se ha celebrado durante dos meses pero ha durado tres años y en realidad aún no ha terminado. El pasado 27 de octubre cayó el telón sobre la segunda y última sesión del Sínodo de la sinodalidad, convocado por el papa Francisco. Cuando a finales de septiembre viajó a Bélgica, el pontífice explicaba así el proceso sinodal: «Debe ser un retorno al Evangelio, no debe haber entre las prioridades alguna reforma que vaya “a la moda”, sino más bien cuestionarse: ¿cómo podemos hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha o que se aleja de la fe? Preguntémonos todos». Anuncio y misión para que la Iglesia se encuentre con el hombre de hoy. Mientras se desarrollaban las sesiones de trabajo, hablamos con Paolo Martinelli, vicario apostólico de Arabia meridional y padre sinodal, para ahondar en estas palabras.

Esta segunda sesión del Sínodo parece menos centrada en temas concretos y más atenta a proponer la sinodalidad como forma de vivir la comunión dentro de la Iglesia, ¿es así?
Yo también tengo esa impresión claramente. La primera fase de la asamblea sinodal, en octubre de 2023, sacó a relucir muchas cuestiones extremadamente variadas, algunas de las cuales suscitaron reacciones muy diversas. También surgieron temas que requerían una profundización histórica y teológica para poder valorarlos adecuadamente. El papa Francisco decidió hace unos meses encargar estos temas a diez comisiones específicas que los estudiarán minuciosamente y que seguirán trabajando al menos hasta junio de 2025. De este modo, el trabajo de la segunda sesión se ha centrado sobre todo en la relación entre comunión y sinodalidad, y en la acción sinodal concreta que la Iglesia tiene que vivir a todos los niveles, desde las parroquias hasta las diócesis, teniendo en cuenta cada una de las articulaciones en las que se organiza la Iglesia sobre el terreno.

¿Cuáles son las reformas que el Papa pide a la Iglesia?
Francisco ha dicho muchas veces que la finalidad de este proceso sinodal, más que llegar a puntos concretos, consiste en adoptar un cierto estilo para aprender a vivir con sentido de corresponsabilidad la propia fe. Diría también que la reforma fundamental que desea el Papa consiste en encarnar la conversión pastoral de toda la Iglesia, como afirmaba ya en Evangelii gaudium. Esa es la idea fundamental de la “Iglesia en salida”, la Iglesia en estado de misión permanente, una Iglesia que efectivamente no se queda enredada en su burocracia sino que siente pasión por la humanidad, siente la necesidad de llevar a Cristo a todos.
El papa Francisco desea que cada uno de sus fieles sea efectivamente un “discípulo misionero” comprometido en vivir la fe no en las sacristías sino en su familia, en clase, en su lugar de trabajo y en la sociedad, donde viven los hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde sufren, esperan, caen y se levantan, buscando algo que pueda dar sentido a la fatiga de cada día y cumplimiento a la vida entera. Desde esta perspectiva, la sinodalidad es constitutivamente para la misión, para hacer posible que todos se encuentren con Cristo.
Además, el deseo del Papa es que la estructura de la Iglesia, las diócesis, las parroquias, las conferencias episcopales, las diversas curias, no sean centros burocráticos sino que se dediquen en la práctica a sostener la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo. Por eso ha querido titular la segunda fase del Sínodo “¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?”.

¿Qué es lo que ha aprendido participando en este trabajo?
Lo más bonito que se aprende en el Sínodo es a compartir la propia experiencia mediante la forma del testimonio mutuo, cuyo núcleo es la narración de la vida eclesial, la escucha recíproca y la valoración de lo que comunica el otro en relación con la experiencia cristiana. Siempre sorprende ver cómo la gracia de Dios actúa en el mundo entero, hasta en los contextos más difíciles.
Ya hace tiempo participé en varios sínodos como consultor y siempre me había llamado la atención ese encuentro entre obispos que venían de todo el mundo para contar cómo se vivía en sus iglesias. Ahora ese aspecto se ha intensificado. La Iglesia sinodal no se realiza multiplicando estructuras, sino escuchándose unos a otros y compartiendo nuestros testimonios con una tensión por descubrir juntos lo que Dios nos pide concretamente para comunicar a todos nuestro encuentro con Cristo.

En los países donde usted ejerce su ministerio, los cristianos son el 2% de la población. ¿Qué significa construir la Iglesia en un contexto así?
La Iglesia se construye dando espacio a la acción del Espíritu Santo que actúa mediante los sacramentos, los carismas y las diversas vocaciones y ministerios.
La nuestra es una Iglesia minoritaria pero extremadamente viva. Somos una Iglesia de migrantes procedentes de más de cien países. Me conmueve ver que es posible vivir unidos en Cristo con toda esa diversidad de tradiciones y culturas. Creo que esta situación, la del migrante, nos ayuda a todos a medirnos con lo que significa la fe, lo que tiene que decir la fe en la vida cotidiana. Lo que construye la Iglesia es la experiencia de cómo la fe ilumina la vida y genera una vida más humana, más intensa y verdadera.
Muchos de nuestros fieles participan entusiasmados en la santa misa todos los domingos y también entre semana. Tenemos muchas asociaciones y movimientos para la formación de adultos. Los padres están muy comprometidos con la transmisión de la fe a los hijos. Me conmueve ver la pasión que tienen por comunicar la fe a las nuevas generaciones, la cantidad de sacrificios que hacen por ellos.

¿Por qué insiste tanto el Papa en el concepto de sinodalidad?
Para empezar, ha retomado la idea de sínodo de la tradición de los primeros siglos cristianos. San Juan Crisóstomo decía que Iglesia y Sínodo son sinónimos, indicando así la implicación activa de todos los fieles en el camino de la Iglesia bajo la autoridad del obispo y del sucesor de Pedro. Además, Francisco ha desarrollado una intuición de Pablo VI, que instituyó el Sínodo de los obispos en 1965 como un instrumento para continuar con el espíritu del Concilio Vaticano II y hacer estable dentro de la Iglesia la consulta a los obispos para ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia. Luego ha querido profundizar con fuerza no solo en el sínodo como evento y proceso institucional, sino también en la idea de Iglesia sinodal, de la sinodalidad como estilo de vida eclesial, como forma práctica de expresar la Iglesia como misterio de comunión.

Entonces, ¿la sinodalidad expresa la comunión?
La comunión describe el fundamento ontológico de la Iglesia. La comunión siempre es comunión con Dios en Cristo y comunión entre los fieles, que forman en Él un solo cuerpo, el pueblo santo de Dios. La sinodalidad es una forma concreta de expresar esta identidad profunda de la Iglesia. La Iglesia como comunión se expresa como camino común y compartido entre todos los fieles.

¿Qué implica todo esto?
Ante todo implica una conciencia nueva del propio bautismo. Ser bautizados no quiere decir ser meros “usuarios”, sujetos pasivos en la Iglesia, sino que nos habilita para ser protagonistas, sujetos activos en la Iglesia. La constitución dogmática sobre la Iglesia del Vaticano II, la Lumen gentium, afirma en el número 12 que cada fiel recibe con el bautismo el sensus fidei, el sentido de la fe, que es como un “instinto” sobrenatural que te permite reconocer lo que es conforme a la vida cristiana y lo que no, lo que construye la Iglesia y lo que la divide. Cuando uno vive una vida cristiana auténtica, este sentido de la fe crece y nos hace capaces de colaborar activamente en la vida del pueblo de Dios. Además, como afirma también el texto conciliar, el pueblo de Dios es profético porque está animado por carismas que el Espíritu concede libremente para la construcción común y para la misión de la Iglesia en el mundo.

Por tanto, sinodalidad y misión están íntimamente relacionados.
La práctica de la sinodalidad debe exaltar el sentido de la fe de los creyentes para discernir juntos los pasos que haya que dar en la misión, según los diversos contextos sociales y los diversos carismas con los que el Espíritu Santo capacita a la Iglesia para afrontar los nuevos desafíos de la evangelización.
Desde esta perspectiva, la sinodalidad nos lleva a salir de una concepción individualista y privada de la fe para animar a todos los fieles a ser corresponsables, cada uno según sus dones, de la misión de la Iglesia en el mundo.

En el último Meeting de Rímini usted usaba esta expresión: «Enviados por alguien, a alguien, con alguien». Una frase de la que se ha hecho eco la Jornada de apertura de curso de CL. ¿Qué significado tiene para usted?
Mi aventura en Arabia comenzó cuando me comunicaron el nombramiento del papa Francisco como vicario apostólico. En efecto, me di cuenta de que el único motivo adecuado para ir allí era el hecho de ser enviado por él. En realidad, esta experiencia hunde sus raíces en Jesucristo mismo. Él es el enviado del Padre. Nosotros participamos de su misión. Cristo me ha alcanzado a través de la Iglesia, a través del nombramiento del pontífice. Por eso es crucial permanecer siempre en relación con quien te envía. Del mismo modo, no se puede pensar en vivir la misión solos. El sujeto de la misión siempre es una comunión. Por eso es importante reconocer el rostro de los que han sido llamados conmigo, empezando por los frailes, monjas, sacerdotes y todos los fieles con los que me siento profundamente unido.
En mi vicariato también hay varias familias de Comunión y Liberación y dos Memores Domini que dan un verdadero testimonio de amor a la Iglesia.

¿Y «a quién» ha sido enviado?
Creo que ante todo a los fieles migrantes que han ido allí a trabajar. También me siento enviado a los fieles de otras religiones. Enviado a testimoniar la vida buena del Evangelio y a caminar junto a ellos, sabiendo que tenemos en común lo más humano, que es la exigencia de significado, de un sentido último, lo más humano es el deseo de Dios. De este modo, ser enviados se convierte en un principio de conocimiento y de afecto que me hace caer en la cuenta de que cada persona es un don que se me da, y por la relación con cada uno de ellos pasa el cumplimiento de mi misión y la posibilidad de una verdadera alegría para mí.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página