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Huellas N.03, Mayo 1996

CULTURA

El árbol

Marco Rossi y Alessandro Rovetta

Introducimos ahora el simbolismo de los vegetales, cuya riqueza se despliega de forma casi inagotable en el arte cristiano. El punto de partida no puede ser otro que el árbol, dada su importancia en la realidad natural, aunque la mirada asombrada del cristiano puede alcanzar a dar un significado escondido casi a cada flor. La iconografía ha colocado sabiamente tales flores-símbolo en los jardines que a menudo acogen la Anunciación, lugar donde el tiempo y el espacio convergen en un sí que abre y revela los confines de la historia.
El árbol se impone, sobre todo, como símbolo de la vida y de la fecundidad, en una dinámica que muestra la bondad providencial del tiempo, del florecimiento y de la recolección; pero también como símbolo cósmico, en cuanto que nace de la tierra y se alza hacia el cielo.
Las dos imágenes dominantes son justamente las del Árbol de la Vida (que se liga siempre al Árbol de Jesé) y el Árbol cósmico. El nexo entre las dos dinámicas simbólicas fue establecido desde la descripción del Paraíso terrestre, con "el árbol de la vida en medio del jardín" (Gn 2,9), símbolo de la inmortalidad, que se contrapone al árbol del conocimiento del bien y del mal, del que Adán y Eva comieron el fruto prohibido, desobedeciendo el mandato de Dios. Su ubicación central, casi como eje cósmico entre la tierra y el cielo, será explicitada en un sueño de Nabucodonosor (Dn 4,7-24) como símbolo de la realeza.
El árbol de la vida como signo del destino del mundo -según una imagen compartida también por otras culturas del Oriente Medio- retornará en la Biblia en la Jerusalén celeste, donde aparecerá siempre en el medio de la ciudad y dará doce cosechas, mientras que sus hojas servirán "para curar a las naciones" (Ap 22,2).
El árbol de la vida, acompañado por el de Jesé -padre de David, de cuyo tronco brotará un renuevo (María) y de cuyas raíces brotará un vástago (Cristo) (Is 11,1) -, genera una difundida iconografía de árboles con genealogías sagradas, por ejemplo de órdenes religiosas, o sencillamente históricas o cósmicas, como en el extraordinario mosaico del pavimento de la catedral de Otranto. Pero el árbol de la vida del paraíso perdido envuelve en su propio simbolismo también a la cruz de Cristo, la cual, según una tradición estaría erigida sobre el mismo cepo, convirtiéndose en el nuevo árbol de la vida, como en el mosaico del ábside de san Clemente de Roma, donde el árbol es una vid. En este caso se produce el encuentro entre dos símbolos.

(Traducido por Enrique Bicand)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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