El directorio para los grupos de Fraternidad de Cl dice: «La aportación mensual al fondo común de toda la Fraternidad, que implica un sacrificio, está en función de un incremento de la conciencia de la pobreza como virtud evangélica... La auténtica forma de poseer todo es estar distanciado de todo. Uno puede comprometerse a pagar tan sólo diez pesetas, pero al darlas con fidelidad tiene un valor fundamental de reclamo, porque es un gesto concreto y unitario. Quien no se comprometiera con esta directiva no podría considerarse parte de la Fraternidad». Proponemos algunos testimonios de quienes han vivido con fidelidad esta sencilla indicación
Con ocasión del décimo aniversario de la Fraternidad Don Giussani, en una entrevista, ha dicho: «El grupo de Fraternidad debe traducirse en un camino común sostenido por una amistad. Las categorías no se aprenden si no se ve cómo se pueden aplicar. Así pues, ya que la finalidad de la Fraternidad es comprometer la responsabilidad personal de cara a la santidad y el destino, el verdadero problema es la capacidad de amistad, la vida en común. Es un compartir que debe vivirse sin pretensiones, sin medida, sin sentimentalismos, y que abarca hasta la ayuda social y material. (...) El fondo común se ha previsto como testimonio de una concepción comunional de lo que se tiene». Y ha añadido: «Para esto cada miembro de la Fraternidad participa directamente en el fondo común, central y único, de la Fraternidad, cuya finalidad es construir la obra común mediante el apoyo de las actividades misioneras, caritativas, culturales y y de todos los demás objetivos de la asociación. Con tal fin cada miembro se compromete a enviar mensualmente un porcentaje (establecido por él) de sus propios ingresos. Es el modo más elemental de responder a la imitación de Cristo en la pobreza. No es una cuestión de cantidad de dinero sino de valor, en la libertad más profunda. El que da cien millones es como el que da diez pesetas; el primero no puede enorgullecerse y el segundo no puede humillarse. En todo caso debe tratarse de un compromiso serio» (cfr. Litterae Communionis, febrero/marzo 1992). «En toda compañía vocacional hay siempre personas o momentos de personas a los que mirar». Los extractos de cartas que publicamos, recogidos por la secretaría de la Fraternidad, son un ejemplo. Son el testimonio de la vida de la Fraternidad. En las situaciones difíciles en que muchos para que el Acontecimiento cristiano, a través del movimiento, llegue a todo el mundo. Pero sobre todo que a través de un gesto simple como el del fondo común, el dar algo de sí, se realice la posibilidad de una educación en el Misterio presente, como participación en el cuerpo vivo de la Iglesia.
(Traducido por Clara Fontana)
«Mi marido y yo nos encontramos en condiciones económicas muy precarias, por lo cual tras sufridas reflexiones y consultas hemos decidido pedir la reducción del fondo común. En cuanto mejore nuestra situación adaptaremos nuestras cuotas. Mientras os escribo ardo por dentro porque es como si me viera obligada a pedir un sacrificio, una renuncia a quien le gustaría dar todo, porque no hay nada que pueda pagar la vida que he encontrado aquí en esta nuestra compañía de Cristo. Esta alegría que ni siquiera mi padre y mi madre me han podido dar, en ciertos momentos con el corazón destrozado». (Carmela)
«Con retraso mando un cheque para el diezmo de este año, ya que no he podido antes a causa de muchos problemas. Desgraciadamente este año el Señor me ha pedido un sacrificio muy grande: en agosto se ha llevado a mi madre. Para mí ha sido muy doloroso porque no soy físicamente autónoma -estoy inválida al cien por cien- y ahora debo asumir también sus tareas ya que tengo que atender a un padre con arteriosclerosis y a un hermano parado que sufre depresiones. No es mucho el dinero que he podido mandar porque vivo sólo de la pensión de mi padre. Esto me disgusta mucho, porque sé cuáles son las necesidades económicas de nuestra Fraternidad; de hecho hay mucha gente que está peor que yo. Os doy 1000 pesetas al mes pero esta vez mando 1500, deseando que con el resto alguno de nuestros sacerdotes diga una misa por mi pobre madre. De todas formas quiero deciros que es increíble cómo en nuestra vida puede coincidir un gran dolor con una gran alegría ya que nada carece de significado, ni siquiera aquello che no llegamos a explicarnos; también que el Señor está siempre cercano a través de los rostros de nuestra gente que tal vez no se da cuenta de tu dolor y de tus dificultades, pero están y eso basta. Deseo para todos y para mí misma todo aquello que Don Giussani pide a la Virgen en su oración. Que el Señor custodie el corazón de todos». (Rita)
«Lamentablemente este año me han sucedido algunas cosas extraordinarias y no he podido respetar el pago de los diezmos como estipulé al inicio del año. Estoy disgustada por mi distracción, que me ha llevado a descuidar un compromiso que me recuerda el valor del dinero» (Alessandra)
«Estamos profundamente doloridos al teneros que comunicar que debemos reducir la cuota del fondo común. Pedimos al Señor que esta mortificación nos haga cada vez más pobres y sencillos, ricos sólo del amor por Cristo y por su Iglesia en el seguimiento incansable a Don Giussani». (Barry)
«Aprovecho la ocasión para excusarme por el retraso con que me pongo al día. Pido disculpas por no haber pagado el fondo común de julio y agosto: la distracción ha ofuscado en los dos últimos meses mi ya pequeña fe, desviando el centro de mi vida de Cristo a los pequeños problemas cotidianos. Ayudada por el Espíritu Santo y por pocos pero verdaderos amigos en Cristo, estoy reencontrando el verdadero corazón palpitante de mi jornada, pequeña y fascinante aventura. El pensar en vosotros que, sin conocerme, podéis pedir a la Virgen por mí, es un misterio que me conforta» (María Luisa)
«Pido perdón a Dios, a vosotros todos, miembros de la fraternidad, y a mí mismo por haber faltado al pago del fondo común de los años 93-94. No estoy en buenas condiciones económicas, pero eso no es suficiente para impedirme ofrecer una pequeña contribución a la Iglesia. Gracias por los continuos reclamos que me habéis hecho con este propósito» (Paolo)
«Querido Don Giussani: Por fin he conseguido cambiar de trabajo. Desde este momento, gracias a mi nuevo sueldo, puedo aumentar mi cuota al fondo común de la Fraternidad. Esto me hace especialmente feliz porque durante estos años en los que he pagado el diezmo ha sido un sacrificio incluso dar sólo 3000 pesetas, pero con el paso del tiempo en la fidelidad a este gesto he empezado a quereros como quiero a mi padre y mi madre. Ahora que tengo un trabajo que me ofrece buenas posibilidades económicas, ¿cómo podría no quereros todavía más? ¡No tengo más que ganancias!». (Luca)
«Hace casi un año pedimos ser liberados del pago al fondo común por graves problemas económicos. Ahora estamos decididos a retomar tal compromiso, no tanto porque el problema esté superado, sino porque durante este tiempo de fatiga incluso física para trabajar lo más posible, hemos aprendido que todo nos es dado pero no somos dueños de nada». (Filippo y Marina)
«Mi marido y yo pedimos disculpas humildemente por no haber contribuido nunca al fondo común. Esto no ha sido por carecer de posibilidad o de oportunidad, sino sólo por una falta de atención grave a nuestra historia. Tras los Ejercicios nos sentimos en la obligación de remediar esta carencia. El reclamo fraterno que nos ha hecho Don Giussani, la pertenencia a un único cuerpo, nos han suscitado la alegría de poder contribuir también nosotros al fondo. Aquello que nos es dado a través de esta compañía es el ciento por uno, y el hecho de que esto no depende de lo que se da o lo que se es nos da la serenidad de un niño en brazos de su padre». (Tiziana y Paolo)
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