Segunda etapa del viaje de Huellas a la historia del pueblo hebreo. Israel experimenta en su itinerario las vicisitudes de toda la Humanidad: aunque separada de Dios, gracias a Su misericordia, puede volver a encontrar su rostro. El libro de los Salmos, diálogo del pueblo con Dios. El actualizarse de la memoria. En una morada
En todo el Antiguo Testamento, siempre que se lea atendiendo globalmente a la unidad de experiencia religiosa que representa, cada hecho, cada acontecimiento narrado, se convierte en una clave de lectura y una luz particular que esclarece y permite llegar a una ulterior inteligencia de cualquier otro acontecimiento. Con ello se pone de manifiesto la rigurosa unidad del designio salvífico divino y la coherencia de la historia, la cual tiende al cumplimiento de ese designio.
Esta admonición preliminar tiene por objeto el situarnos en la posición correcta para entender las relaciones y los vínculos que intentaremos descubrir en algunos acontecimientos específicos, los cuales tienen como factor común el "viaje", el andar.
EL "VIAJE" DEL PECADO: ALEJAMIENTO Y ESCLAVITUD
Una vez más nos dirigimos inicialmente al capítulo tercero del libro del Génesis, donde se narra la transgresión original. Por una consideración especial a las palabras que usamos querríamos hacer notas cómo el italiano (N. del T. El español también comparte el origen etimológico de las dos palabras que son analizadas a continuación), tanto en el término "transgresión" como en el término usado con más frecuencia, que es "pecado", usa en sentido moral raíces lingüísticas ligadas enteramente al camino, al viaje, al andar. En efecto, "transgresión" significa la acción de quien lleva el propio paso (lat.:gradus) al otro lado de, fuera de, más allá (lat.:trans) del trazado, del recorrido restablecido. Por su parte "pecado" (de un latín arcaico peccus, que significa "defecto en el pie") indica la acción de quien yerra el camino, la senda. Por tanto, nos hallamos, en Gn 3, 17-19, frente al primer error en el recorrido, la primera desviación de un trazado.
Las consecuencias de este error - otra palabra que indica desviación de un camino correcto- son de dos tipos. El primer tipo es el que ve diversas formas de esclavitud como efecto del error mismo: la esclavitud del hombre en relación con la tierra y con la muerte (gn 3, 17-19), la esclavitud de la mujer respecto al hombre y al dolor (Gn 3,16). Esta visualización de las consecuencias del pecado es rigurosa y profundísima. En realidad el pecado aparece como independencia de Dios. Ahora bien, Dios es el único ser libre en sí mismo y, por consiguiente, la voluntad de separarse de Él significa la negación de la libertad. El segundo tipo de consecuencias es el que contempla diversas formas de alejamiento. De este modo el primer efecto del pecado es el alejamiento del lugar del origen, el Edén (Gn 3,23-24) y sucesivamente, como se desarrollará en los capítulos siguientes (Gn 4,13-14), el ir vagando por la tierra.
Esto que se propone en las primeras páginas de la Biblia se convertirá después en experiencia viva y dolorosa del pueblo de Israel, en el cual lo que es verdadero y constituyente para la identidad humana en sí misma se torna conciencia aguda, continuo cambio dentro del cual las primeras páginas de la historia de la salvación se convertirán en instrumento interpretativo del presente y, por otro lado, la experiencia presente se convertirá en una llamada una profundización ulterior de los comienzos de la Revelación.
Así, el pueblo elegido, como consecuencia de su pecado, se verá alejado de la Tierra Prometida y conocerá la dura esclavitud en Babilonia (cfr.: 2Re 24-25). En otras palabras, Israel revivirá en su propia carne la experiencia inicial de Adán y Eva, es decir, la experiencia del alejamiento del lugar del origen y de la privación de la libertad.
LOS "CAMINOS" DEL RETORNO
Simétricamente a estos "caminos" de alejamiento, cuyo resultado es la esclavitud, la Biblia nos propone otros que siguen la trayectoria inversa. El inicio de tales caminos vendrá siempre indicado por una iniciativa de misericordia de Dios hacia el hombre. Así, para no recordar sino los más importantes, el éxodo consistirá en una iniciativa divina de gracia que rescatará de la condición de esclavitud en Egipto a Israel. El pueblo elegido hará a continuación un camino a través del desierto, al final del cual entrará en la tierra de los Padres, aquella donde habían nacido Isaac, Jacob y los jefes de las doce tribus.
De forma similar, tras setenta años de esclavitud en Babilonia, la misericordia divina concederá a Israel el emprender un nuevo viaje, que le conducirá a la tierra de Canaán, la tierra de los orígenes, y a la Ciudad Santa, Jerusalén, morada de Dios en medio de su pueblo.
Estos dos viajes, y otros similares que la Biblia nos propone, se revisten de la fisionomía del rescate del pecado y del retorno a Edén, primer lugar de origen. En otras palabras, Israel experimenta en su propia historia las vicisitudes de la humanidad entera que, aunque separada de Dios, su origen, puede volver a Él por Su misericordia y de este modo encontrarse a sí misma, su propia verdad y la posibilidad de una vida real.
Los Evangelios y otros escritos neotestamentarios, recuperando los sucesos del antiguo Israel y manifestando su verdad, presentarán al Hijo de Dios, Hijo del hombre e hijo del pueblo judío, como el que "ha salido de Dios" (cfr: Jn 16,27) para cargar con los pecados de los hombres (1P, 2-24) y así compartir con ellos la condición servil (cfr. Flp 2,7), entregarse a ellos como camino de la vida (cfr. Jn 14,6) y de la libertad (Jn 8,32) y finalmente posibilitar el retorno a Dios Padre (Jn 16,27), llevando consigo en este retorno (cfr: Ef 4, 9-10) a quienes eran antes esclavos (cfr. Ef 4,8).
LOS SALMOS "GRADUALES" O "DE LA ASCENSIÓN"
Volviendo ahora, tras este breve excursus en el Nuevo Testamento, a los caminos de retorno propuestos en el Antiguo, veamos cómo se ha estructurado su memoria litúrgica en la vida del pueblo hebreo.
El libro de los Salmos consta de cinco partes distintas. La última parte comprende un breve compendio, completamente unitario, en el que cada salmo incluido figura con un título que en italiano vendría a ser "Cantos de las Ascensiones". Este compendio abarca desde el salmo 120 (119) hasta el 134 (133). El título ofrecido no es totalmente claro, aun cuando la traducción hecha sea sustancialmente la más verosímil; pero a parte de esto muchos estudiosos sostienen que allí debe contemplarse una indicación de la ocasión en que fueron compuestos, lo que equivale a decir una alusión al momento en que los judíos, exiliados en Babilonia, llevaron a término su viaje de vuelta a la tierra de Canaán y a Jerusalén. Ahora bien, ello es absolutamente verosímil para el núcleo primitivo más arcaico de la colección, pero no para todos los Salmos que de él forman parte en su sestado actual, alguno de los cuales, de hecho, dejan entrever que ya había tenido lugar la restauración del Templo de Jerusalén y de su culto. Y este último hecho hace más probable la hipótesis de algunos estudiosos según los cuales los quince salmos de los que venimos hablando, unos nacidos con ocasión de la repatriación de Babilonia, otros en otras ocasiones, han sido después adaptados para ser cantados por los judíos, cuando, desde cada rincón del país, se reúnen en Jerusalén con ocasión de una de las tres fiestas, cuya celebración precedía el gesto de la peregrinación a la Ciudad Santa, es decir, Pascua, Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos.
Por tanto, desde el punto de vista litúrgico, el canto de los salmos "de la Ascensión" acontecía en un gesto que, aunque en un principio había nacido para celebrar la memoria del éxodo, se enriqueció después con el recuerdo de la repatriación de Babilonia y además integraba los dos hechos en el único significado del retorno a Edén como lugar del origen y de la morada de Dios entre los hombres.
EL RETORNO AL ORIGEN: CONVERSIÓN E INFANCIA DEL CORAZÓN
Dios mediante, examinaremos algunos de estos "Cantos de la Ascensión. Por ahora nos detenemos en el Salmo 131 (130) (Sábado de la primer semana, oficio de Lectura; Vísperas del martes de la tercera semana": 1. No está inflado, Yahveh, mi corazón, /ni mis ojos subidos./ No he tomado un camino de grandezas/ ni de prodigios que me vienen anchos. /2. Mantengo mi alma en paz y silencio/como niño destetado en el brazo de su madre. /¡Como niño detestado está mi alma en mí!
3. ¡Espera, Israel, en Yahveh/ desde ahora y por siempre!".
El primer versículo propone el comento que llamaremos negativo. Con un proceder que va desde la dimensión profunda (el corazón) a la externa (ir a la búsqueda de cosas grandes; lit.: andar con altivez), se elimina la presunción humana que se manifiesta en la confianza en uno mismo. Esta eliminación en la posición del salmista de un espíritu arrogante y seguro de sí se inicia con una invocación al Señor (Señor...; Lit.; Señor mío, como si se Le llamase a testimoniar o tomar conciencia de la condición en la que se halla el orante.
En el segundo versículo, positivo, se desarrolla por contraste la actitud interior del salmista: una tranquilidad humilde del alma, la cual se compara con la seguridad del niño apenas destetado en brazos de su madre.
En el tercer versículo se propone, con una invitación dirigida al pueblo de Israel, la extensión a toda la asamblea de los creyentes de la posición humilde del corazón, y ello a partir del gesto del momento presente, cuyo sentido debe permanecer constante (ahora y siempre; lit.: desde ahora y por siempre).
a. Gracias al desarrollo dinámico del último verso (desde ahora y para siempre) es posible recuperar la ambientación histórica probable de este "Canto de las Ascensiones" - la repatriación-, pero sobre todo la situación de su uso litúrgico en las peregrinaciones hacia la Ciudad Santa como gestos de conversión, como invitaciones a volver a encontrar la confianza y consistencia en el Señor abandonando las seguridades humanas.
b. En conexión con el tema expuesto hallamos otro, de constante mención tanto en la literatura profética como en el horizonte interpretativo de las vicisitudes históricas de Israel: la presunción de los Israelitas y de sus jefes, la confianza depositada en la fuerza de las armas o de la diplomacia o de las alianzas con los poderosos de la tierra ha causado la ruina (alejamiento y esclavitud) del pueblo; el abandono en el Señor y la confianza en Él han producido la salvación (retorno y libertad). El contraste entre la presunción de las propias capacidades y empresas y el abandono sereno en el Señor tal y como se propone en el Salmo, aparece, en sucesión contraria, en un texto de Isaías: "Porque así dice el Señor Yahveh, el Santo de Israel:/'Por la conversión y la calma seréis liberados/en el sosiego y seguridad estará vuestra fuerza'/Pero no aceptasteis,/sino que dijisteis:/'No, huiremos a caballo.'/¡Pues bien, huid!/Y 'sobre rápidos carros montaremos.'/ ¡Pues bien, rápidamente seréis perseguidos!" (Is 30, 15-16). Evidentemente el salmista se propone como quien ha aprendido la indicación de la historia de Israel y ha acogido la invitación que hace el Señor por boca de Isaías.
c. Con más de una referencia a nuestro texto, la temática de la relación entre Israel y Dios propuesta con la metáfora de la relación entre el niño y la madre se encuentra también, con matices diversos, en muchos textos proféticos. Por ejemplo, Oseas: "1. Cuando Israel era niño, yo le amé,/y de Egipto llamé a mi hijo./ 2. Cuanto más los llamaba, / más se alejaban de mí: /a los Baales sacrificaban, /y a los ídolos ofrecían incienso./3. Yo enseñé a Efraím a caminar,/tomándole por los brazos,/pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos./ 4. Con cuerdas humanas los traía,/con lazos de amor,/y era para ellos como los que alzan un niño contra su mejilla,/me inclinaba hacia él y le daba de comer./ 5. Volverá al país de Egipto,/ y Asur será su rey,/porque se han negado a convertirse./ 6.Hará estragos la espada en sus ciudades,/ aniquilará sus cerrojos/ y devorará, por sus perversos planes" (Os 11,1-6). El tema de la infancia rodeada de solícita ternura y atenciones del padre se repite en el fragmento de Oseas en más de un punto y con más de una conexión. Lo encontramos, en primer lugar, en el v.1, en relación con la condición de esclavitud de Egipto, de la que el amor de Dios saca a sus pueblo. Y querríamos hacer notar cómo en Mt 2,15 las palabras de Oseas se refieren a Cristo, que salió de Egipto y de Egipto retornó a Palestina, para indicar que la vicisitud de Israel es sombra, preparación y profecía del único rescate total, del único retorno que, para toda la humanidad, tiene su realización en Jesús.
El v.2 no vuelve al tema de la infancia, sino que retoma el v.1 oponiendo al amor del Señor por el hijo-Israel la confianza de Israel en los ídolos. Luego el v.3 alterna la temática de los dos versículos anteriores, oponiendo los cuidados paternales a la incomprensión y torpeza de los hijos. Todo el v.4 se dedica a la ternura del Señor por Israel y prepara por contraste a el castigo de los vv.5-6.
El v.5 habla de la nueva esclavitud en Egipto, inmediatamente explicada en su identificación histórica - el sometimiento a los reinos mesopotámicos- provocada por la obstinación en el rechazo de la conversión. Resulta muy claro en el texto hebreo, el efecto del contrappasso puesta de manifiesto por el uso del mismo verbo (Sh WB) para "volverá" y para "convertirse", al final. El contrappasso vuelve después en el v.6: han confiado en la fuerza de los ídolos y su fuerza será aniquilada; han rechazado amar a Dios como hijos y sus hijos serán exterminados.
Y se advierte que la destrucción de las ciudades y fortalezas es la anulación del presente y del pasado, en tanto que el exterminio de los hijos es negación del futuro, es como si se dijese que fuera del amor del Señor no hay posibilidad de historia para el hombre.
En el Salmo 131(130) se realza y presenta en positivo el tema de Oseas. De hecho al principio hay un rechazo de la actitud presuntuosa y arrogante y en segundo lugar se recibe con gratitud filial e infantil el afecto entregado. Esta posición constituye el núcleo del camino del exilio a la patria, reflejado en la peregrinación a la Ciudad Santa.
d. El tema del retorno a la patria, situación existencial e histórica al principio y después ritual del Salmo, vuelve a aparecer en un texto de Isaías con análogas conexiones. Así: "2. Porque así dice Yahveh:/ Mirad que yo tiendo hacia ella como río la paz, [Síon]/ y como raudal desbordante/la gloria de las naciones, en brazos seréis llevados/ y sobre las rodillas seréis acariciados./ 13. Como uno a quien su madre le consuela, /así yo os consolaré/ (y por Jerusalén seréis consolados)" (Is 66, 12-13).
En el v.13 vemos cómo se conecta el tema del afecto materno, como en el Salmo 131(130) con el del retorno a Jerusalén. En el v.12, por el contrario, el tema del afecto cierra las promesas de bendición que el Señor hace a su pueblo, ofreciéndole Sus propios cuidados. En la práctica el Salmo 131 (130) nos ofrece el canto de agradecimiento por el cumplimiento de la profecía del Isaías.
3. Todavía un texto profético muestra con evidencia una estrecha conexión ya sea con nuestro Salmo, ya con Isaías 66, 12-13: "Pero Sión dice: 'Yahveh me ha abandonado,/el Señor me ha olvidado.'/- ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho,/ sin compadecerse del hijo de sus entrañas?/ Pues aunque ésas llegasen a olvida,/yo no te olvido. /Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada,/tus muros están ante mí perpetuamente." (Is 49, 14-16). El afecto, la ternura y la confianza que opone a la ostentación de la confianza en sí mismo, afecto, ternura y confianza que expresan los cuidados maternales del Señor para con su fiel, encuentran su fundamento en este texto de Isaías: ·en las palmas de mis manos te tengo tatuada" quiere decir que, por un lado, el fiel se encuentra siempre bajo los atentos ojos de su Señor, y por otro, que la obra de Dios ("las manos") está siempre pronta a construir, salvaguardar y socorrer la dificultad de su pueblo.
f. Finalmente la actitud de confianza filial y de infantil abandono a los cuidados maternales descritos en nuestro salmo, reaparece nuevamente de forma muy precisa en el Nuevo Testamento, en Mt 18, 3s: "Y dijo: 'Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos". Y en relación con el texto de San Mateo observaremos ante todo que allí se propone la postura del niño como fruto de la conversión: no se trata de una actitud espontánea e ingenua, sino del reconocimiento de la total dependencia y del consiguiente abandono total al Señor, fruto y al mismo tiempo móvil del reconocimiento de su paternidad y , por tanto, del retorno a Él entre los señores de los poderes terrenos. Esto coincide con la situación tanto existencial como ritual del Sal 131 (130), consistente en el encaminarse hacia el Señor en su morada. En fin, observamos que, si se entiende rectamente la palabra "reino" como "soberanía", "señorío", la entrada en ella se reserva, consecuentemente, a quienquiera que, de un lado, se sustraiga a cualquier poder mundano y, por el otro, renuncie a la altivez de la presunción de sí mismo [cfr: Sal 131(130)].
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