Abre sus puertas la gran exposición del Meeting de Rímini sobre el cristianismo de los primeros siglos. Entre otros, expuestos los fragmentos más antiguos de los cuatro evangelios. Un texto profético de San Juan Bosco sobre la datación de Mateo, Marcos, Lucas y Juan puede servir como introducción a la exposición. Un acontecimiento que no hay que perderse. Hasta el 31 de agosto
En la exposición del Meeting de Rímini sobre la arqueología cristiana de los primeros siglos, que se inauguró el pasado 30 de marzo, se exponen, entre las numerosas piezas provenientes de museos de todo el mundo, los fragmentos más antiguos de los cuatro evangelios. Se trata de un testimonio excepcional de la historicidad del acontecimiento cristiano.
Proponemos aquí un documento que confirma de manera profética todo lo que la Tradición de la Iglesia ha sostenido desde siempre y todo lo que los últimos hallazgos acreditan como verdadero: un pasaje de la Historia Sagrada, escrita en 1872 por San Juan Bosco para sus alumnos. En las «Nociones preliminares» Don Bosco trata entre otras cosas de la «veracidad de los escritores sagrados», enumerando «cinco razones importantes que demuestran que los escritores sagrados contaron la verdad:
1. Narran cosas que en su mayor parte sucedieron en su época, atestiguadas por monumentos conocidos, que todo el mundo conocía perfectamente;
2. Si hubiesen mentido, les habrían contradicho un gran número de personas, testigos de los hechos que contaban, y sus escritos no habrían sido acogidos como Divinos;
3. Eran personas muy dignas de fe, a las que no se podía imputar ningún delito, es más, se trata de personas que muestran en cada página buena fe y piedad;
4. Los hechos referidos también los recuerdan en su mayor parte los autores profanos; como por ejemplo la historia del diluvio, la del exterminio de Sódoma y Gomorra, el paso del Mar Rojo y otros muchos;
5. La doctrina que enseñan es en todo conforme a los dictámenes de la razón»
Tomado de la Historia Sagrada del Nuevo Testamento, he aquí el párrafo dedicado a los cuatro evangelios.
«Evangelio es una palabra griega que significa buena noticia o buena nueva. Así se titulan los cuatro libros dictados por el Espíritu del Señor a los cuatro escritores sagrados que narraban la vida, la predicación y la muerte de Jesucristo. Sin duda estos hechos para el cristiano son un feliz anuncio, porque significan la venida del Salvador, el cual, liberándoles de la esclavitud del pecado, cerró el infierno y abrió para ellos las puertas del Paraíso. El Salvador escogió doce Apóstoles para predicar y difundir el evangelio. También la palabra apóstol es un vocablo griego, que quiere decir enviado, porque los Apóstoles fueron, de hecho, enviados por Jesucristo a todas las naciones de la tierra para cumplir el sagrado ministerio de la predicación evangélica. A los Apóstoles, el Salvador añadió setenta y dos Discípulos, como escolares y alumnos suyos y de los Apóstoles.
Muchos escribieron las obras del Salvador, pero la Iglesia católica reconoce solamente a cuatro evangelistas, es decir, cuatro escritores del Evangelio, asistidos por el Espíritu Santo. Dos de ellos eran apóstoles, San Mateo y San Juan. Los otros dos son San Marcos y San Lucas.
SAN MATEO
El primero de los cuatro evangelios que la Iglesia incorporó en el canon de las sagradas escrituras es el de San Mateo. Era hijo de Alfeo, de profesión publicano, es decir, recaudador de impuestos. Llamado por Jesucristo al apostolado, fue testigo ocular de todo lo que narró sobre Él en su relato evangélico. Se cree que después de la Ascensión del Salvador predicó la fe en Etiopía, en Persia y entre los partos. Antes de salir de Judea, sus fieles y los mismos Apóstoles le mandaron escribir su evangelio. Esto sucedió cerca del año octavo después de la Ascensión de Jesucristo, año cuadragésimo primero de nuestra era. Lo escribió en lengua hebrea y se cree que él mismo o Santiago el Mayor lo tradujeron al griego. La traducción latina que conservamos nosotros es muy antigua y está aprobada por la Iglesia.
SAN MARCOS
El segundo evangelista es San Marcos, de nacionalidad hebrea y se cree comúnmente que es uno de los setenta y dos discípulos de Salvador. Fiel compañero de San Pedro, lo siguió en sus viajes hasta Roma. Le hizo de secretario, de intérprete y le asistió en la predicación de la fe en la capital del imperio Romano. Para consuelo de los fieles de esta ciudad escribió cerca del año 44 su evangelio en griego, lengua muy conocida en esa época por los romanos. Cuando acabó su trabajo se lo entregó a su padre espiritual y maestro San Pedro, que lo aprobó y se lo dio a leer a las iglesias como escritura auténtica. La versión más antigua del evangelio de San Marcos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo y es la traducción aprobada por la Iglesia.
SAN LUCAS
San Lucas, de Antioquía, era médico de profesión. Fue ganado para la fe por San Pablo, del que fue fiel compañero en las largas y fatigosas peregrinaciones del gran apóstol de las gentes. Predicó el evangelio en Dalmacia, en Italia y en las Galias y después en Macedonia y en Acaya. Allí, con ochenta y cuatro años, alcanzó la corona del martirio. Escribió su evangelio en el año 53 de Jesucristo, recibiendo la información de testigos oculares y de los relatos que había oído a San Pablo.
Se cree también que la Santísima Virgen le había contado algunas cosas importantes. De hecho, debemos a San Lucas muchas de las preciosas noticias que tenemos relativas a la infancia de Jesucristo y a la misma Beatísima Virgen, hechos que no relatan los otros evangelistas. Algunos atribuyeron a San Pablo el evangelio de San Lucas. Pero esto, dice Tertuliano, debe entenderse sólo en el sentido de que las obras de los discípulos se suelen atribuir a los maestros. Cuando San Pablo cita su evangelio, se refiere al evangelio de Lucas que él había aprobado y con el que contaba como obra suya.
SAN JUAN EVANGELISTA
San Juan era hijo de Zebedeo y de Salomé y hermano de Santiago el Mayor. Nacido en Betsaida, trabajó con su padre como pescador que fue llamado al seguimiento del Divino Maestro siendo muy joven. Jesucristo lo trató con un afecto especial por la inocencia de sus costumbres y por la virtud de la pureza, que conservó inmaculada.
Por este motivo el Salvador, desde la cruz, entregó a Juan como hijo a María, y entregó a María como madre a Juan. En la persona de este santo apóstol están representados todos los cristianos de los que María es madre piadosa. Después de la Ascensión del Divino Maestro predicó especialmente en Asia Menor y estableció su residencia en Éfeso que gobernó como obispo hasta más allá de los 100 años de edad, y muriendo en el año 107. Movido por una inspiración divina y por las oraciones de los fieles, escribió en sus últimos años de vida su evangelio contra algunos herejes que negaban la divinidad de Jesucristo. De hecho, él se detiene preferentemente en las acciones del Salvador que le revelan como verdadero Dios. Habla varias veces de sí mismo pero sin mencionar su nombre, escribió en griego y relató cosas que había visto.
San Jerónimo, después de hablar de los cuatro evangelistas, concluye: San Mateo escribe las acciones de Jesús como hombre y compone su genealogía llamándolo Hijo de David e Hijo de Abraham. San Lucas empieza por el sacerdocio de Zacarías. San Marcos por la profecía de Malaquías y de Isaías. Por tanto el primero tiene como símbolo el rostro de un hombre; el segundo, la cara de un carnero que indica el sacrificio que solía hacer el sacerdote levítico; el tercero, la cara de un león, debido a la voz de San Juan Bautista que gritaba en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. San Juan tiene como símbolo el águila porque, como el águila, se alza en vuelo hacia el cielo al seno del Eterno Padre, diciendo: en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios».
(San Juan Bosco, Historia Sagrada, Turín, Sei, 1938; pgs 2, 186-187)
(Traducido por Belén Cabello)
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