Después de haber vivido mi primer trimestre como profesora de BUP y COU, he tenido la ocasión de vivir tres días de vacaciones de invierno con otros veinte educadores y ciento treinta jóvenes.
Un juego y una gigantesca gymkana por todas las calles. El pueblo entero se moviliza, todos se desviven para ayudarnos a superar las pruebas. Enrique nos ha hecho pensar, buscar, disfrazarnos, cantar, bailar. Muchos no nos conocemos y no hay extrañeza, como si siempre hubiéramos estado juntos, y una pasión inimaginable en cada cosa que se hace.
Por la noche, Manu, Carlos, Fernando y Eduardo nos han preparado una audición: Radio Futuro, Héroes del Silencio, Battiato, Tracy Chapman, Chieffo... nos han ayudao a descubrir las exigencias de felicidad y plenitud, es decir, el Sentido Religioso que muchas de las letras expresan.
Una provocación alucinante a ver más allá de la apariencia inmediata en las cosas más normales. «Al ver Manu, Carlos..., sentía una unidad increíble con ellos y una envidia enorme», me dice María. Y es que la unidad que hemos vivido hasta en el más pequeño gesto nace de un hecho: una amistad que hace la vida apasionante porque es una propuesta de algo que se siente como lo más correspondiente.
Una amistad que prende la vida: «No es una amistad entre gente que se lo pasa bien, que se divierten juntos, sino que te ayuda a vivirlo todo», dice Chus. Y es que un hecho así transfigura hasta lo más pequeño. Lo cotidiano se hace extraordinario.
Incluso viendo la película «El Perseguido», uno, casi sin darse cuenta, ha aprendido mucho más que si la hubiera visto solo. «Yo la había visto el año pasado y no me había enterado de nada», me confiesa Ricardo.
La guerra estalló en la nieve. La Laguna Negra no era negra. Nada era negro.
En la asamblea final, expresión de lo que se ha vivido, Juan dice: «Muchas veces he esperado algo de un discurso, pero es un flash que no dura, y uno olvida. No es una teoría que llevar a la práctica. Lo que me mueve son mis amigos, porque con ellos aprendo a hacer las cosas con una razón. Unidad, sí, pero con una razón, con un significado para mí».
La fiesta pone el punto final. Estamos contentos no por algo que hemos hecho nosotros, sino por estar donde se realiza. Porque la alegría surge del reconocimiento de algo que, sin imaginarlo, ha sucedido. Así funciona la vida. Y la fiesta continúa...
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