EL JUICIO
Desde el comienzo del conflicto la única postura razonable es la del Papa, que ha continuado invocando la paz y negando cualquier justificación a la guerra: «No más guerra, aventura sin retomo, espiral de luto y violencia. Con las armas no se resuelven los problemas, sino que se crean nuevas y mayores tensiones entre los pueblos» (Juan Pablo II).
Hussein -al que todos han estado armando hasta ayer mismo- demuestra que no quiere cejar en su voluntad de violencia. Occidente, por su parte, mientras clama por la paz, confía su realización a los bombardeos. Quizá Kuwait sea liberado. Pero ciertamente Líbano no lo será, los palestinos continuarán sin patria y las comunidades cristianas de todo el Medio Oriente bajo la amenaza de extinción; entretanto la Unión Soviética aprovecha la coyuntura internacional para reprimir los intentos de autonomía en los Países Bálticos. En diversas partes del mundo se masacra sin que se produzca ninguna intervención concreta de la ONU. Incluso los españoles, aparentemente extraños a esta guerra, estamos inmersos en un clima de propaganda bélica.
En tal situación, nosotros nos sentimos profundamente unidos y solidarios con todos los que están siendo más directamente dañados por la guerra, tanto de una parte como de la otra.
LA TAREA
El comienzo de la paz sucedió hace 2000 años, y no por iniciativa del hombre. Para nosotros construir la paz significa formar parte de la historia que ha brotado de aquel acontecimiento.
Nosotros trabajamos y nos comprometemos porque ya no podemos eludir lo que nos ha sucedido, por muy tímidamente que se haya asomado a nuestro horizonte. Nos movemos por amor de Aquel que ha venido a nosotros, por amor al hombre que sufre, sea de la naturaleza que sea su dolor. Actuamos para que se multipliquen esos protagonistas nuevos e irreductibles de la historia que son los cristianos. Actuamos para que se multiplique el impacto de Cristo en los hombres.
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