Ecuador. El encuentro, seis años alejado y luego el “despertar”. Un educador cuenta su historia: «Estar en el movimiento me ha ayudado a perder el miedo, a decir las cosas como son»
Se me ha pedido testimoniar qué es aquello que hasta el día de hoy me mantiene vivo y contento, a pesar de las circunstancias por las cuales me ha tocado vivir. En Portoviejo, conocí el movimiento hace 13 años, lo vi en rostros muy concretos: el padre Valter, el padre Francesco, la hermana Daniela, la gente de CESAL, de AVSI, Stefi... Y en los muchos jóvenes de la parroquia
del Espíritu Santo.
Un carisma educativo potente, real, que me ayudado a adquirir la conciencia de que todo tiene un sentido. Me invitaron a una Escuela de comunidad y vi que allí no se reunían para leer la Biblia o rezar el rosario, sino que leían un libro y luego hacían preguntas, hablaban de cosas serias y cotidianas, comparando el texto con la propia vida. Ahora soy más consciente del valor de la pregunta. Y no de cualquier pregunta.
Los cantos, el comer juntos, las primeras vacaciones... Era la vida misma, pero tenía algo más, un sentido. Aprendí a estar disponible a la realidad, por ejemplo ante el desafío del trabajo. Por ejemplo, construir un currículum de educación inicial para preescolar y presentarlo al ministerio, elaborar los primeros cuadernos de trabajo para las madres de familia… Era una manera nueva y bonita de mirar la vida, el trabajo y las cosas. Estaba contento. No se solucionaban todos mis problemas, pero los asumía con otra mirada. Conocí a varios amigos que aún están aquí. Doy gracias por su presencia, los admiro, actualmente son los rostros donde verifico la potencia del carisma que he encontrado, que hace que sigamos siendo fieles, no por nuestros méritos sino por la misericordia de Otro que nos ha atraído y unido.
Pero, llevado por las circunstancias de la vida, el cambio de provincia y principalmente por miedo a ejercer mi propia libertad, dejé este camino durante aproximadamente seis años. Pensaba que, trabajando con sacerdotes y con el obispo, todo se mantendría igual, pero no fue así. Resultado: el trabajo no tenía el mismo sentido ni el mismo brillo que antes, aunque aquí también se hacían cosas interesantes. De vez en cuando, hojeaba algunos artículos de la revista Huellas, pero no era lo mismo. No estaba igual de contento como cuando tenía un lugar de encuentro donde ser regenerado, un lugar donde ser interpelado, un lugar donde estar en tensión, un lugar que me desafiaba a ser más yo mismo.
Hasta que llegó la pandemia. Entonces “desperté” y decidí volver. Deseaba volver a restablecer los vínculos con el movimiento y todo comenzó de nuevo, aunque de forma “virtual”. El texto El despertar de lo humano cayó como anillo al dedo por el momento que estábamos pasando.
En este camino, no puedo dejar de agradecer al Señor la compañera que ha puesto en mi camino, mi mujer Rosemary. Hemos estado juntos en esto desde que llegamos a Portoviejo, llenos de lodo, sin saber qué nos esperaba, lo que sería de nosotros. Hemos aprendido a asumir riesgos, viviendo nuestra misión como judíos errantes. A pesar de las dificultades propias del matrimonio, seguimos en la lucha, las seguimos afrontando y tratando de superarlas.
Estando en el movimiento siento que en algo se ha acrecentado mi humanidad, me ha ayudado a perder el miedo, a decir las cosas como son. Me ha ayudado a sobrellevar la fatiga de compartir el trabajo con personas que tal vez se sienten superiores. Ahora hay nuevos desafíos, nuevos jefes, pero tengo paz, porque he aprendido que no soy yo el que hace las cosas, sino que el Misterio es quien conduce esta historia y la lleva a cumplimiento. Las relaciones que se han abierto o que se han vuelto a abrir con muchas personas hace que ame más este camino, que ame más este carisma que te abre más la mente y ensancha el corazón.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón