Un paso más
Después de un tiempo vivido con la necesidad de entender qué respuesta daba el Señor al cáncer de mi madre, un trabajo profundo sobre qué es la Fraternidad, los ejercicios de Lepori («Marta, Marta, andas inquieta pero solo una cosa es necesaria»), y un intenso y precioso recorrido con Carras; me veo traspasado por el carisma del movimiento que me hace cada día más familiar la relación con Cristo, y esto me sobrecoge.
Este camino y este trabajo ha producido en mi mujer y en mí un cambio radical, hemos pasado de participar en el movimiento a pertenecer al movimiento. Mirando el camino hecho durante estos dos últimos años, me sorprendo de la caricia continua del Señor en nuestras vidas. Se nos hace fácil reconocer que toda la sobreabundancia que estamos viviendo, pasando totalmente por encima de nuestra pequeñez, es obra de Otro. Nos hemos sorprendido viviendo la enfermedad de nuestra hija recién nacida diciendo: «Tú, Señor, eres todo en todo». Como decía la Escuela, en ese momento «la pertenencia al movimiento, vivida con sencillez y generosidad, es fuente de luz y de aliento para toda nuestra vida, nos introduce, favorece y asegura una mentalidad distinta, y nos compromete en una moralidad distinta». Nos decía una amiga en el hospital: «La Escuela de comunidad da un paso más que nosotros. No hay otra forma en que el Espíritu nos pueda alcanzar de un modo más sencillo, más persuasivo, más eficaz que mediante una realidad presente, por medio de un contexto presente. No solo dice que es ocasión de relación con Él, sino que no hay forma en que el Espíritu nos pueda alcanzar de un modo más sencillo, persuasivo y eficaz que mediante una realidad presente, mediante vuestra hija Teresa, así como es con su circunstancia. Teresa es la realidad más presente que tenemos ahora». Por esto reconocemos que es cierto que el movimiento nos da la inteligencia y la fuerza para vivir la vida. De todo esto nace nuestra pertenencia al movimiento.
Me veo pequeño frente a lo que tengo delante pero grande al reconocer que el Señor es una presencia real en mi vida, y esto es lo que cambia todo. Vivo la enfermedad de mi madre con nervios y dolor pero con una certeza clarísima de que el Señor nos cuida y solo se me pide decir “sí”.
Pablo, Madrid
De la teoría a la práctica
De toda la vida en casa somos suscriptores de La Vanguardia. Cuando hace años aparecían noticias que hablaban de la mala salud de Juan Pablo II, se decía también que uno de los candidatos a sucederle era el arzobispo de Milán y que contaba con el apoyo de Comunión y Liberación. Me picó la curiosidad por saber algo más del movimiento y de su fundador.
Pregunté en la librería de mi pueblo por si tenían algún escrito de Luigi Giussani. Me dijeron que no pero que en su ordenador aparecía la editorial Encuentro. Hice entonces mi primer encargo: Los orígenes de la pretensión cristiana, del Curso Básico de Cristianismo. Quedé maravillado. Luego vinieron otras lecturas: El sentido religioso, ¿Se puede vivir así?, Educar es un riesgo, Luigi Giussani. Su vida, de Alberto Savorana, etc. Así durante 20 años, leyendo y comentando con mi esposa lo que Giussani decía aquí y allá o lo que en Huellas se escribía, porque evidentemente me hice suscriptor de la revista.
A raíz del cambio de domicilio de la familia a Barcelona, mi mujer me animó a ponerme en contacto con CL. Escribí a Huellas y Pilar me facilitó el correo electrónico de Silvia, de la Escuela de comunidad de Santa Gema, y esta a su vez el de Betta. A principios de mayo asistimos a la reunión de los miércoles de la EdC. Tanto mi mujer como yo agradecemos vivamente su acogida como también la de todos los miembros de la comunidad.
Dejamos pues la teoría para pasar a la práctica, a un lado quedó una espiritualidad interior para seguir un camino de fe con CL. De verdad, es un gozo participar en las actividades del movimiento porque el Otro se ha hecho presente, se ha hecho corazón, corazón exultante que palpita en cada uno de los miembros de la comunidad que hemos conocido.
Josep, Barcelona
Encuentro Quito
Cuando el pasado 15 de octubre en la plaza de San Pedro el Papa nos invitó a acompañarle en la profecía por la paz no entendía mucho cómo nosotros acá en Ecuador, que en aquel entonces sentíamos muy lejana la guerra en Ucrania, hubiéramos podido hacerlo. Conservé adentro de mí esta inquietud, un deseo grande de aprender qué era el juicio comunional del que tanto nos habla Prosperi. Mientras tanto había explotado en mi país y de una forma muy rápida una situación general de inseguridad y violencia que antes nunca se había dado. Así que escribimos juntos el manifiesto “¿Quién nos permite vivir sin miedo y en paz?”.
De allí tomamos en serio la idea que había surgido unos meses antes entre algunos de nosotros, en un restaurante y casi bromeando, de dar vida a un mini-Meeting en Quito que luego tomó el nombre de Encuentro Quito, enfocándolo en el tema de la paz, pues en abril los obispos del Ecuador escribieron una carta al país solicitando «iniciativas de la sociedad civil para construir puentes de reconciliación y de paz entre los ecuatorianos».
Fueron seis meses de preparación donde estuvimos identificando los temas que nos interesaba discutir y las personas que nos interesaba encontrar. La sorpresa más grande fue que empezando a encontrarnos poco a poco iban surgiendo siempre más temas que queríamos afrontar, gente que queríamos involucrar, detalles que queríamos incluir. Era como la explosión de una vida que había estado cultivándose y que, pensándolo ahora, había estado como un poco adormecida o escondida. Unas semanas antes del evento me di cuenta de que todo el mal y la violencia que en los últimos tiempos se estaban respirando ya no eran la última palabra sobre la realidad y la vida. He encontrado en estos meses y gracias al Encuentro Quito mucha gente buena que quiere construir, trabajar, que sabe muchas cosas, que ama su país y no lo quiere dejar, a diferencia de miles de ecuatorianos que estos meses se han marchado. Esto me dio esperanza y hasta físicamente sentí que poco a poco se me quitaba el miedo que se había apoderado de mí después de que mataran a un candidato a la presidencia a pocas cuadras de nuestra casa. ¡De verdad, cuando uno está lleno del Bien que es Cristo presente en la realidad y en la historia, es toda otra historia!
Los días del evento fueron un verdadero acontecimiento: uno de los economistas más reconocidos en el país dijo que hacía muchos años que no asistía a un evento de este tipo, en donde lo que prevalecía era querer dialogar en un clima constructivo y no destructivo. Otro periodista que intervino presentando El sentido religioso contó que leyendo el libro había vuelto al sentido del “nosotros” de su juventud, que había perdido por varias cosas de la vida. Durante una cena nos confesó además que el libro le había devuelto la nostalgia de Dios y de lo religioso y nos preguntaba casi llorando: «¿por qué la vida nos lleva a perder las cosas importantes?». Lo más espectacular para mí ha sido también ver involucrados en el Encuentro a muchos de los jóvenes y madres de la obra educativa en la que trabajo. Gente humilde y con pocas oportunidades de salir de su barrio, estaban en una de las universidades más modernas y prestigiosas de Quito, los jóvenes ayudando con el servicio de orden, relacionándose con ministros y embajadores. Y dialogando con un cantante de rap famoso en Quito, invitando a dialogar con los jóvenes acerca de la vida. En Quito la sociedad está muy dividida y muy marcadas las clases sociales. En Encuentro Quito éramos todos uno, no había diferencias, al contrario, había unidad, familiaridad, fraternidad por el deseo común de vivir y construir, deseo que en muchos momentos durante los dos días (para quien pudo estar más atento o más investido de la gracia de la fe) era evidente que solo Cristo presente en una compañía y en la historia podía llenar y cumplir.
Ahora estoy a la espera de lo que el Señor querrá donarnos después de haber experimentado la alegría de comunicar a todos lo que hemos encontrado, la plenitud de abrirnos como juicio a todo lo que compone la vida y el gozo de construir juntos, con nuestra pequeña comunidad dispersa en todo el Ecuador, un gesto tan grande quizás no tanto como número, pero sí como significado.
Stefi, Quito (Ecuador)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón