Unas vacaciones de casi 600 personas en un pueblo de montaña de los Pirineos. De todas las edades y procedencias, algunos de toda la vida y otros nuevos, formando un peculiar “pueblo”
La estación de esquí de Masella (Alp, Girona) acoge desde hace años varias iniciativas de vacaciones de familias de Comunión y Liberación. Una de las ediciones de este verano se ha celebrado del 2 al 7 de agosto bajo el lema “Que seamos uno para que el mundo crea”. Participaron cerca de 600 personas procedentes de comunidades de Cataluña, Castellón, Valencia, Madrid, Villanueva de la Cañada, Pozuelo, Móstoles, Fuenlabrada y Canarias, además de otros lugares diversos de España y el extranjero. Todos los asistentes formábamos un peculiar “pueblo”. Personas de muy diferente edad y condición, unos conocidos y amigos entre sí desde hace décadas y otros que nos encontrábamos por primera vez, incluidas muchas personas que tenían su primer contacto con el movimiento. Un grupo en el que sin embargo lo primero que saltaba a la vista era un vínculo común, una unidad, de ahí que me atreve a calificarlo como un pueblo. Una unidad visible e identificable en hechos concretos como el orden para entrar y salir del hotel o en los turnos de comida, la ayuda mutua entre los padres para la atención de sus hijos durante los momentos comunes para los adultos, los juegos multitudinarios, la carpa, la forma de cantar, la atención en los actos.
Ya el simple hecho de que se produzca esta concordia entre tantas personas es algo profundamente llamativo, pero esta se hace más atractiva cuando porta el sello inconfundible de la libertad y la belleza, ambas diferentes pero intrínsecamente unidas y mutuamente necesitadas. La libertad de quien se adhiere a otros y a las propuestas que se plantean sin ninguna obligación ni coerción. Y la belleza, presente en tantos momentos como la música –la escuchada del coro o de los numerosos voluntarios de los cantos y la cantada entre todos–, el entorno impresionante de los Pirineos, el orden y la caridad mutua.
Siguiendo la impagable educación de don Giussani y el carisma que el Espíritu suscitó a través de él, estos días han estado llenos de propuestas que venían a ilustrar que la fe tiene que ver con todo, que ilumina y educa en un interés y una mirada nueva por toda la realidad y todos los aspectos y circunstancias de la vida humana porque «nada de lo humano nos es ajeno». Los actos y momentos propuestos en estos cinco días dan fe de ello. Aparte de jugar –expresión de la creatividad, del deseo de pertenencia, del afán de construcción y de superación que nos constituye–, de conversaciones y encuentros que han surgido espontáneamente sobre temas de la vida cotidiana como el trabajo, la educación, la familia o la literatura, de disfrutar de la compañía y de aprender a escuchar la música, de la presencia constante y cuidada de la liturgia y los sacramentos, hemos tenido varios actos comunes particularmente interesantes. Como el diálogo titulado “Dar la vida por la obra de Otro” entre Lucía Restán, Ferrán Riera y Clara Fontana a partir de preguntas preparadas por jóvenes
matrimonios sobre si las circunstancias en que se desenvuelve la vida cotidiana –tantas veces exigentes, difíciles e incluso dolorosas– son una “condena” ante la que resignarse o pueden ser cauce imprescindible en el camino a nuestra felicidad y cumplimento. O el diálogo titulado “Por vuestra libertad y la nuestra” entre Rafa Andreo y Giovanna Parravicini, en el que nos hemos encontrado con una persona enamorada del pueblo ruso hasta el punto de vivir en Moscú desde hace más de 30 años dedicados a crear lazos entre la Iglesia católica y ortodoxa. Giovanna nos permitió acercarnos a la situación actual de la sociedad rusa, a sus motivaciones, sus contradicciones y sus heridas en este tiempo de guerra contra Ucrania y, sobre todo, a los milagros de unidad entre católicos y ortodoxos, incluso entre rusos y ucranianos que se están produciendo en un contexto político y social donde la ideología arrastra a la separación y a la sospecha mutua. O el acto “La mirada y el cosmos: un diálogo lleno de asombro”, que nos adentró en el conocimiento de las estrellas y del universo de la mano del joven astrofísico italiano Stefano Facchini, con bellísimas explicaciones e imágenes que nos dejaron admirados por la inabarcable inmensidad y belleza del universo, signo inequívoco del Misterio en el origen de todo y que nos desafiaba conmovedoramente con la pregunta del Salmo 8: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?».
Las vacaciones estaban vertebradas por un momento diario de palabra como ayuda a la lectura de fragmentos seleccionados de los Ejercicios de la Fraternidad y enmarcadas entre una asamblea inicial y otra final. La pregunta inicial: «A partir del camino personal y comunitario hecho en este curso, de las circunstancias concretas que estás viviendo y del trabajo que estás haciendo sobre los Ejercicios de la Fraternidad, ¿con qué pregunta, con qué deseo, con qué expectativa vienes a estas vacaciones?», nos ayudó a no vivir estos días como un paréntesis evasivo en la vida. Durante la asamblea surgieron preguntas sobre el deseo de «reavivar las brasas» del primer encuentro, sobre el dolor e insatisfacción y la necesidad de recomponer una vida tantas veces fragmentada e incumplida, sobre la posibilidad de vivir una verdadera unidad en medio de la dificultad para ponerse de acuerdo entre nosotros mismos en los temas contingentes de la vida.
En la asamblea final nos planteábamos otra pregunta: «Tras lo vivido estos días, ¿qué he aprendido, qué me llevo de cara a mi vida, persona y comunitaria?», que abordamos previamente en reuniones por grupos de fraternidad y de amigos en la tarde del penúltimo día. En esa asamblea nos encontramos con tal cantidad de gente para intervenir que casi la mitad se
quedó sin tiempo para hacerlo. Los que hablaron ponían de manifiesto entre otras muchas cosas la alegría por la experiencia vivida, la conmoción por la experiencia de perdón, el agradecimiento profundo por la compañía y la mirada nueva sobre uno mismo experimentada, el deseo de continuar esta vida en compañía durante el año en medio de las circunstancias cotidianas y de construir lugares donde vivir y ofrecer esta compañía al mundo. De nuevo personas de todas las edades, condición y procedencia, incluido un amigo ruso que asistía por primera vez. Fue una asamblea conmovedora por poder percibir en tantos testimonios la vibración de la
obra de Otro esos días.
Se percibe que las vacaciones han sido expresión libre y gratuita de una vida adulta en el hecho de que están completamente sostenidas por numerosas personas –llenas de evidentes limitaciones y errores– que entregan su tiempo, sus capacidades personales y energías en la organización y sostenimiento de este gesto para que resulte fluido, ordenado y bello. Una implicación que alienta y anima a la adhesión libre de todos los participantes a las diferentes propuestas que se plantean.
Podríamos llenar muchas páginas relatando todo lo visto y oído esos días. Un matrimonio joven viviendo con paz la reciente noticia de la discapacidad de un nuevo hijo que esperan, una madre separada con cinco hijos que se mueve para que su hijo con un gravísimo retraso motor pueda participar con la ayuda de los amigos en la excursión a la montaña, y tantos y tantos más.
Esa semana vimos hecho carne el lema de las vacaciones, “Que seamos uno para que el mundo crea”. Ha sido expresión de un pueblo que es portador de una vida nueva y atractiva, que abraza todos sus aspectos, que es ayuda para caminar y que introduce una esperanza no solo para un más allá sino para el presente. Una vida que es expresión de la "fiebre de vida" del movimiento y que hunde sus raíces en Cristo mismo que sigue saliendo a nuestro encuentro aquí y ahora, en una humanidad imposible de fabricar por nosotros mismos.
¿A quién dar las gracias?
Me voy de Masella con mucho más de lo que tenía cuando llegué. Me voy siendo el mismo, pero de manera diferente. Me llevo una sensación de gratitud enorme. Gratitud a quien me ha invitado, gratitud por permitirme conocer a tanta gente increíble, por permitirme acercarme más a gente que ya conocía, por vivir tantas experiencias de una manera totalmente diferente a la que me esperaba. Gratitud por sentirme acompañado, por sentirme querido. Por no percibirme solo frente a los problemas. Gratitud por los recuerdos que me llevo, las experiencias, las fotos, los amigos, gratitud por vivir Masella.
Me llevo también una pregunta: ¿a quién le estoy agradeciendo todo esto? Aunque supongo que es algo que debo descubrir a lo largo de mi propio
camino, un camino que veo cada vez con más certeza que no voy a recorrer solo. Me llevo dos grandes ideas que me hacen ver mi realidad de una forma totalmente diferente. La primera es que el dolor no es obstáculo, sino circunstancia y en algunas ocasiones incluso aliado, pero el dolor que recibimos y el que causamos no es el final de nada. Lo segundo es decir «sí» a las situaciones que se me presentan, porque cada «sí» me llevará a algo más grande de lo que espero.
Israel, Barcelona
La opción más inteligente
Estas vacaciones han sido una confirmación más de que el Señor me quiere aquí, quiere que le sea fiel en este lugar. Cuando hubo que apuntarse una amiga me tuvo que animar porque me daba pereza la distancia, pero por todo el recorrido de este año en nuestra comunidad decidí ir y pensé en volver a participar del coro. Di mi disponibilidad y perfecto. A los pocos días me llamó el padre Giuseppe porque desde la secretaría nos pedían ocuparnos de la liturgia y dijimos que sí, así que ya tenía mi cupo de participación llena: coro y liturgia, dos cosas que me gustan y en las que no me defiendo mal.
Después me llama Crespo para pedirme ser juez en los juegos y le dije que sí, pero luego cambiaron las cosas: necesitaba una capitana de equipo. Le dije: «ponme donde tú necesites, si me tienes que cambiar y volver a cambiar no hay problema». Así que llegué a las vacaciones pluriempleada, pero no era hacer por hacer, sino decir «sí» a lo que se me
proponía, que era la opción más inteligente. Decir «sí» a cosas sencillas me hace aprender a decir «sí» a cosas más complejas o de menos gusto. Y estos tres síes en ámbitos diferentes para mí han sido lo mismo, no había diferencia entre ellos, no tenía más valor cantar que jugar o preparar la misa, todo tiene el mismo valor: servir. Todo ha sido momento para decir «sí» a Dios que me pedía algo concreto mediante rostros diferentes, Dios que me pedía servirle sin mirar cómo, solo
diciéndole «sí».
Es bonito ponerse al servicio de los demás allí donde Cristo te lo pide, en lo menos esperado y en lo que menos te ves, como pueden ser los juegos, pero es ahí donde compruebo si estoy dispuesta a seguirle en lo que Él me pide o solo en lo que yo creo que puedo servirle mejor. Es ahí donde compruebo si me fio de los que Él me ha puesto en el camino o solo me fio cuando coincide lo que se me pide con lo que yo pienso.
Ana, Fuenlabrada (Madrid)
Lo que he aprendido
La propuesta por parte de una amiga para desarrollar una tarea concreta durante los días de vacaciones supuso plantearme un escenario nuevo en Masella. Una propuesta que no era mía, que venía de fuera, que me hizo tomar una decisión y ponerme en movimiento. A simple vista cuesta, pero en realidad todo cambia si esa novedad viene secundada por una compañía y un lugar concreto ya reconocido. De alguna manera se me ha permitido abrazar las vacaciones a través de un «sí» que me permite acercarme a cada uno con un gesto más humano, cercano y de seguimiento. Todo ello me renueva
como persona, me hace aprender a fiarme una vez más del otro, a seguir y a obedecer. Es un gran bien y resume de manera evidente el método que se nos propone.
Las nuevas amistades que se están dando y que corresponden a un deseo de vivir las vacaciones acompañado, el conocer y reconocer a las personas desde otro punto de vista ha sido una sorpresa, porque lo que se vivía detrás del escenario no siempre eran sonrisas y todo lo que ha sucedido me ha hecho crecer, ser más libre y más Yo, en mayúscula.
Regreso contento porque el bien que me hace es evidente, entre otras cosas porque reduzco al máximo mi pretensión, cambia el diseño y la estrategia de mis planes y da paso a algo más grande que se da en la realidad, en esa compañía y en ese lugar donde el Señor está presente y me conquista. Estas vacaciones me reafirman que la vida no es una tarea entre bambalinas intentando controlar una proyección en una gran pantalla, es algo mayor, es ofrecerse, es darse al otro que siempre está y que permite hacer grande hasta el detalle más pequeño e insignificante que te permite seguir viviendo como mendigo, con una conciencia renovada y conquistada con la que afrontar el día a día tranquilo, sereno y feliz.
Es un privilegio estar y pertenecer a este lugar, no pasemos por alto este hecho.
Santi, Benicassim (Castellón)
Mi plan de vacaciones
Mi plan de vacaciones ha sido distinto a como yo me lo había imaginado dos semanas antes. Tenía mucha carga de trabajo, y debía dejársela a una compañera porque materialmente no había tiempo de realizarla. Por esta circunstancia, yo tenía una medida de cómo iban a ser mis vacaciones, y era un buen plan, estaba en el servicio de orden (había vuelto a decir “sí” a la propuesta) para servir y obedecer, tarea que conozco bien porque ya llevamos unos años con el privilegio de hacerla.
Un lunes 24 de julio (a primera hora de la mañana, a una semana de las vacaciones) mi amigo Crespo me envía un mensaje, proponiéndome ser capitana de uno de los equipos en los juegos. Creo que tardo cero en contestar, me fío de mi amigo, estos años en el movimiento he hecho experiencia de que decir “sí” siempre es un bien para mí. Así que digo “sí”.
Y el Señor, a través de unos juegos, saca de mí todo mi ser, empiezo a pedir ayuda a mis amigos, algo que reconozco que muchas veces me cuesta, sale mi impaciencia, mi querer hacerlo todo bien, y por el camino me enseña que hay que ser pacientes y que tengo que ver al otro igual que me miro a mí.
Digo “sí” a unos juegos, pero en estos juegos me lo juego todo. Un “sí” a unos amigos, y por supuesto en algunos
momentos ha salido mi vena… no ha sido un camino precioso, pero me quedo con la gratuidad y disponibilidad incondicional de tantos. Me llevo que puedo pedir, que tengo una comunidad preciosa que responde. Me llevo la caricia del Señor a través de la sonrisa de cada uno de los que entraban en los actos. Gracias y mil gracias porque pertenezco a un movimiento donde, a través de unos juegos o de un orden, el Señor se hace presente.
LLedó, Benicassim (Castellón)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón