Diario de un grupo de 130 jóvenes trabajadores españoles que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa
Sábado 6 de agosto, 21:00h
El silencio que se extiende en la explanada frente al Santísimo delata la experiencia común de un millón y medio de jóvenes llegados de todo el mundo: entre ellos, un grupo de jóvenes trabajadores de CL, recién llegados a Lisboa, en su mayoría desde Barcelona y Madrid, sacrificando un fin de semana de sus vacaciones o escapándose del trabajo el viernes por la tarde. ¿Qué
hacen aquí?
Empecemos por el principio.
9 de noviembre de 2022
En el grupo de whatsapp del grupo de Fraternidad empiezan a llegar notificaciones a mansalva: una amiga ha pasado una imagen de la JMJ que se va a organizar este verano en Lisboa, a unas pocas horas de coche. Acabábamos de volver de la audiencia en Roma, donde habíamos vivido la paternidad del Papa. ¿Cómo no ir? Algunos hablan con Carras y se abren las inscripciones: para sorpresa de todos, se llega rápidamente a los 130 apuntados.
Viernes 4 de agosto
El plan es sencillo: llegar a Sintra, donde se duerme en un colegio tras una noche de cantos con los universitarios, y al día siguiente al Campo di Graca, donde tendrá lugar la Vigilia con el Santo Padre. Pasar la noche allí y misa del domingo a las 9, celebrada por el Papa. Imprescindibles: saco, esterilla y atún en lata. Para ser sinceros, no es el plan más apetecible. En palabras de Santiago, hay planes mucho más interesantes que pasar 18 horas en una explanada pasando calor y agobiado. Una JMJ es, como nos dijeron en la misa del viernes, el “anti-plan”. ¿Qué narices hago yo aquí?
Al llegar al colegio el viernes por la noche, es Marta quien ayuda a profundizar «Todas las respuestas a la pregunta “por qué he venido?” desvelan un deseo de que nuestra vida se cumpla: que se cumpla desde ahora, que se cumpla en los momentos arduos que pasaremos, que se cumpla aunque no conozca a nadie, que se cumpla siempre. Me conmovía al ver llegar, andando por la carretera desde no sé dónde con sus macutos, a dos chicas de México. ¿Qué deseo las mueve, qué han encontrado para desear venir hasta aquí?».
Sábado 5 de agosto, misa a las 7:30h tras duchas (frías) y desayuno (frío).
La homilía invita a la disponibilidad frente a lo que viviremos hoy. Será un día marcado por la experiencia de la comunión. Imaginaos una riada de gente por las calles de la ciudad, acalorada y sedienta, intentando moverse y recorriendo menos de dos kilómetros durante horas bajo el sol a pico. «Es un plan cansado y realmente incómodo. En el corazón se abre paso la pregunta de si podrá suceder algo a la altura del corazón
y no veo cómo podrá ser -confiesa Juan-. Sin embargo, en medio de todo el jaleo, de camino a la explanada también se abre paso una sorpresa: nosotros los españoles, pero también los portugueses, sudamericanos, coreanos, chinos… todos se han movido para ver a un hombre.
¿Qué nos ha sucedido a cada uno para movernos así? ¿Qué encuentro habrá tenido este coreano para estar hoy aquí? ¿Realmente se ha encontrado con lo mismo que yo? Pensar que nos une un mismo encuentro abre la puerta al asombro».
Sábado 5 de agosto, 20:00h
¡Llega el Papa! Sus palabras no dejan a nadie indiferente. A Juan se le clava su invitación: «Ahora hacemos un segundo de silencio y cada uno piensa en aquellos que nos dieron algo en la vida, que son como las raíces de la alegría». Y reacciona: «No me esperaba tal provocación. Ese rato de silencio estuvo cargado de rostros, de nombres, de lugares y momentos concretos de mi historia. Uno no decide que le vengan a la cabeza ciertos rostros. Sencillamente te vienen. Rostros que me llenaron de silencio con una pregunta aún abierta: ¿quiénes sois? Por el encuentro con esos rostros ha comenzado una historia de seguimiento que me ha traído hoy a esta explanada de Lisboa. ¡Qué desproporción! Con ellos, Jesús de Nazaret ha empezado a ser una presencia querida en mi vida».
Sigue un momento de adoración eucarística. Durante todo el día se han sucedido los grupos de música, gente gritando, jugando, el ruido de un millón y medio de personas. Ahora, de repente, cae el silencio: no es necesario que nadie avise para que esa inmensa marea de gente se ponga de rodillas delante del Santísimo.
Domingo 6 de agosto
Quien no haya visto al cura DJ que pone música techno a las 6 de la madrugada, que lo busque en internet. Quienes lo vivieron en Lisboa no lo van a olvidar tan fácilmente. Desde las 7:30h avisan de que el Papa está dando vueltas por los sectores para poder despertar y saludar a todos los jóvenes: llegará al palco para celebrar misa a las 9:00h.
Nuevamente, sus palabras conmueven los que han velado una noche. Sigue Bea:«¿ Yo por qué puedo fiarme de este hombre que me dice que no tenga miedo? Retomando todo lo que me ha pasado este año, que ha sido difícil, me venía a la mente la imagen de una niña que va agarrada
de la mano de su padre, que puede mirar a otro lado –como hago yo tantas veces– y no ser consciente de esa presencia que está con ella, incluso llegando a concebirse sola, pero no deja de estar agarrada a esa mano. Me ha bastado volver a mirar los rostros de todos los que íbamos para reconocer que voy agarrada de esa mano que no me suelta»
No sabían quién era y me lo dieron todo
Uno de los elementos más bellos de la JMJ es que los participantes van en calidad de peregrinos. Esto implica salir de casa, dejar tus comodidades atrás, caminar mucho, con el único propósito de ir al encuentro con Cristo. Ser peregrina implica salir sin
ninguna de las certidumbres con las que cotidianamente vivo, desde dónde duermo hasta qué voy a comer, viviendo días enteros dependiendo de la providencia.
Mi amiga Ileana y yo venimos de México y Estados Unidos. Nuestra peregrinación comenzó cuando pedimos unirnos al grupo de jóvenes trabajadores de Madrid hace un par de meses. Los organizadores nos guiaron con las instrucciones para poder unirnos al grupo y nos ayudaron a conseguir todo lo necesario para esos días: desde el saco de dormir hasta el transporte. A pesar de ser unas desconocidas, fuimos receptoras en todo momento de la generosidad de ellos. Ese fue el primer punto de memoria de la JMJ: que recibimos un Amor gratuito a nuestra persona que no depende de quién soy, de dónde vengo ni cuáles son mis logros, porque ellos no sabían quién era yo (solo sabían mi nombre) y me lo dieron todo. Ser peregrina me ayuda a ser consciente de
este amor gratuito.
La experiencia más potente de la JMJ fue poder encontrarme con la Iglesia entera, una comunidad diversa, con distintos carismas, de distintos orígenes, expresiones culturales y formas pero que tienen una cosa en común: a Cristo. Esto en teoría lo sé, pero venir a verlo gráficamente y experimentarlo tangiblemente con millón y medio de personas presentes es una gran ayuda a mi conciencia como cristiana.
Es una gracia que amplía mi mirada, me recuerda que soy parte de esta gran familia que es más grande que solo mi parroquia, mi grupo de amigos, mi Escuela de Comunidad, o que el movimiento. El encuentro con Cristo lo vivo particularmente a través de estos lugares concretos, pero esta experiencia me recuerda que ser parte de la Iglesia es ser también parte de los salesianos de China que durmieron a mi lado, los del Camino Neocatecumenal que unieron sus cantos a los nuestros en el tren de camino a la vigilia, y de los cientos de nacionalidades y movimientos presentes con banderas que jamás había visto en mi vida.
La presencia que más me conmovió personalmente fue la de un grupo de Tonga, una isla polinesia situada a 17.000 kilómetros de Lisboa. Me acerqué a uno de ellos para agradecerle que hubiera venido a la JMJ. Su presencia fue para mí un regalo muy valioso porque me recuerda que el rostro de Cristo también pasa por ellos.
Angelina
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