Fragmentos del diálogo sobre el lema del Meeting, entre el presidente Bernhard Scholz y Giuseppe Baturi, secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana
Scholz: En una amistad mutua hay ciertos aspectos de provocación del otro porque me hace conocerme mejor a mí mismo, incluso de una forma inesperada. De tal modo que en la relación con el otro yo descubro bienes o talentos de los que ni siquiera era consciente. Es por tanto una relación que nos lleva a los dos hacia la verdad, la verdad de nuestra vida.
Baturi: El verdadero contenido de la amistad es inagotable porque es búsqueda de la verdad, y la verdad nunca se termina de acoger, siempre estaremos en el umbral y por eso siempre seremos mendigos. La amistad no vive de una posesión, la posesión del otro, la posesión de una imagen de la realidad o de una realidad reducida a su imagen, sino que vive continuamente de la búsqueda de la verdad con la voluntad de que el otro, el amigo, el amado, camine hacia su destino. Incluso a costa del sacrificio que eso pueda suponer para mis intereses. Al final, sin esa perspectiva del destino no sería amistad, sería convivencia o búsqueda de una correspondencia como la que se busca cuando uno se mira al espejo después de haberse arreglado. Lo que se refleja entonces es una imagen en cierto modo alterada. El amigo es otra cosa, y eso supone una aventura preciosa pero –repito– no hay que poner reglas a la amistad. Hay que tener la sencillez de escuchar nuestra experiencia y tomar en serio nuestras exigencias, y eso puede suceder realmente con cualquiera. Pensemos en el testamento espiritual del padre Christian, el prior trapense de Tibhirine, que fue asesinado junto a sus hermanos en 1996. Tras una primera advertencia, escribió un testamento pensando ya en su muerte. «Si Dios quiere, podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del islam, tal como Él los ve –porque la amistad es ese intento de mirar a los demás desde otro punto de vista–, iluminados todos por la gloria de Cristo, fruto de su Pasión, colmados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión, jugando con las diferencias». Y murió dando las gracias. «De esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios, porque parece haberla querido por entero para esta alegría. En este gracias, en el que ya está dicho todo de mi vida, os incluyo a vosotros, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto con mi madre y mi padre, mis hermanas y mis hermanos, y a ellos, ¡céntuplo regalado como había sido prometido! Y a ti también, amigo del último instante, que no sabrás lo que estabas haciendo; sí, porque también por ti quiero decir este gracias, y este adiós, en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea dado volvernos a encontrar, ladrones colmados de gozo, en el Paraíso, si así le place a Dios, Padre nuestro, Padre de ambos». La amistad solo puede ser así de inclusiva si dice este gracias, gracias de quien reconoce un amor más grande que acoge a todos y que puedo acoger en mí. Sin esta gratitud no puede haber gratuidad, y por tanto no puede haber amistad.
Scholz: El Meeting nació por amistad entre los pueblos y en sus 44 años ha celebrado muchos encuentros entre distintos pueblos y culturas. Pero esa diversidad se ve muchas veces como contradicción a la verdad que hemos encontrado, como un obstáculo para vivir lo que más me interesa. ¿Cómo superar ese límite que me lleva a pensar que la verdad me separa del otro y me hace más difícil encontrarme con él, pues en cierto modo yo ya lo tengo todo en orden?
Baturi: Aquí entra la violencia, donde el yo se contrapone al tú. Decía un gran santo, san Juan Crisóstomo: «Lo mío y lo tuyo, esas frías palabras que introducen en el mundo infinitas guerras». En el fondo, la guerra surge por la contraposición entre tú y yo, lo mío y lo tuyo, mi interés y el tuyo, por lo que no reconozco la dignidad de quien no se corresponde con mis intereses o con la visión que yo tengo de mi propio interés. La amistad es otra cosa, es el deseo de la verdad del otro y del bien del otro, y hay una prueba de esa verdad, o mejor dos. Primero, que es infinita, nunca terminaré de aprenderla, nunca dejaré de percibir su esplendor; y segundo, que es capaz de valorar cada fragmento de bien que se encuentra en los demás, y por tanto siempre es capaz de proximidad y de amistad, porque la verdad que deseo es la verdad de un Tú con mayúscula, que me concierne a mí y también al otro, que brilla en mí y en cierto modo se deja vislumbrar en el otro. Por eso creo que el Meeting tiene un gran futuro porque, en una situación de guerra como la que estamos viviendo, la posibilidad de un lugar en el que experimentar una amistad que no altera las diferencias sino que las abraza con la única voluntad de ser compañía y camino supone una práctica de la paz que necesitamos, que el mundo necesita. Nuestro paradigma último, nuestro ejemplo último está en la cruz. Cristo es nuestra paz porque ha derribado con su cuerpo entregado por amor el muro de la enemistad. No olvidemos que el muro de la enemistad ha sido derribado por el cuerpo de Cristo que se ofrece por nosotros. Por eso la amistad es un don de amor inagotable que yo debo a mi prójimo.
Scholz: Sigue siendo cada vez más difícil comprender que la amistad –que en todo caso es algo que ya se da en la sociedad, ya se vive, no está ausente, y supone un gran atractivo para muchos– es algo deseable pero luego no la dejamos entrar en nuestra vida, muchas veces se la rechaza. ¿Cómo es posible que algo tan atractivo como la amistad, la belleza de la amistad, pueda ser rechazado o manipulado?
Baturi: Para empezar, porque hace falta encontrar un amigo cuyo atractivo, cuya fascinación, venza mis resistencias. No me conmueve un discurso sobre la amistad sino un amigo que me quiera, que se preocupe por mí: Jesús que llora por el hijo muerto de la viuda de Naín, llora por la muerte de su amigo Lázaro. Un hombre cuyo amor es capaz de penetrar en mi soledad y abrirla al otro, porque este es el verdadero problema, esta es la verdadera dificultad. Rechazar la amistad, encerrarme dentro de mi soledad, me hace estar en el centro de atención. Estoy yo en el centro, y la amistad me hace salir de mí mismo. Pero eso no lo hace posible una obligación sino solo una belleza que debemos pedir para poder vivirla y ofrecerla a nuestros hermanos.
Scholz: Es por tanto el atractivo de la belleza en las relaciones que se viven, que se encuentran…
Baturi: (…) Por un lado está ese encuentro, cuya belleza me lleva a abrirme. Por otro lado está mi disponibilidad para hacer algo que ya no es natural; mejor dicho, es natural pero no espontáneo: dejarse amar. Tenemos una terrible dificultad para dejarnos amar y para dejarnos perdonar.
Scholz: ¿Por qué?
Baturi: Es la misma dificultad de Pedro cuando no quiere dejarse lavar los pies por ese Maestro al que tanto había seguido pero que ahora se inclina ante él y ante su necesidad. La dificultad es la última tentación, en el fondo es el último pecado, que es la autosuficiencia, es decir, eliminar al otro y pensar que podemos salvarnos solos. Ese sigue siendo el misterio de la libertad del hombre que delante de Dios puede decir que no. Aunque nosotros no solemos decirle que no, rara vez lo decimos. Decimos que no a gente que nos quiere, que nos quiere de verdad, que quiere lavarnos los pies, que nos pide una apertura, una confianza, una familiaridad que muchas veces le negamos por miedo a perdernos, porque en la amistad hay que perderse un poco para encontrarse. Se trata por tanto de aceptar ser amado. Una vez conocí a una chica que decía que le costaba mucho elegir, no era capaz de elegir por miedo a equivocarse. Entonces le pregunté: «¿Por qué te da miedo equivocarte?». «Porque no quiero ser perdonada». Dejarse perdonar significa aceptar depender de otro. Sin embargo, la buena dependencia dulcifica la vida y es la verdad de la amistad: aceptar ser amado.
Apuntes no revisados por los autores.
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