«Dios está dentro de la historia, no fuera». Estas palabras resonaban en la voz del cardenal Matteo Zuppi en la misa inaugural del Meeting de Rímini, invitando a todos a vivir esos días mirando a «testigos del pasado y del presente» que poblaban los pabellones. Después añadió algo sobre el lema. «Decís bien: “La existencia humana es una amistad inagotable”, porque el amor de Dios, en efecto, no acaba y dona vida a todo lo humano».
En historias impensables, en los problemas de todos, en situaciones de conflicto, en los ámbitos más variados del conocimiento, han sido muchas las expresiones con las que cobra “vida” lo humano, que en el fondo es el hecho cultural más interesante del sinfín de propuestas que llenaban la semana.
Era un hecho cultural la mera presencia de voluntarios de todas las edades, o de tantos jóvenes apasionados, que siempre llaman la atención de los que vienen, por primera vez o no. Así como la escucha atenta –algo raro– entre unos y otros, el encuentro entre mundos distantes, con las relaciones que surgen, abriendo nuevos senderos de búsqueda o de acción, con presencias que vencen la extrañeza y mueven la historia, como el beato José Gregorio Hernández de Venezuela, la vida del monasterio de Azer, tan luminosa en medio de la oscuridad de Siria, y tantos otros.
Una presencia, un contenido lleno de vida, cargado de una fuerza disruptiva de construcción, de juicio y de cambio incluso social. En una palabra, de esperanza. «Solo lo concreto puede amenazar el dominio de lo abstracto», decía don Giussani. Y una amistad que no teme mirar a la cara toda la realidad es algo concreto que –como decía el cardenal José Tolentino de Mendonça– «no resuelve esa soledad fundamental, esa pregunta que nos invade como hombres. Un amigo no resuelve la vida, pero la hace más verdadera, más auténtica».
En su mensaje al Meeting, el papa Francisco lo indicaba así: «Nadie puede salvarse solo. Por ello, en un momento concreto de la historia, Dios tomó la iniciativa». Es el único hecho imprevisible por el que el «el hombre ya no está solo», como se lee en la cita de don Giussani de la que salía el lema de este año. «En las frágiles venas humanas se inserta misteriosamente el impulso irresistible de la presencia de Dios. La fuerza del hombre reside en Otro, su certidumbre radica en Otro: la existencia es un diálogo profundo, la soledad queda abolida en la misma raíz de cada momento de la vida. Existir es ser amados, definitivamente… La existencia humana es una amistad inagotable y omnipotente».
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