Este año el tema más elegido por los jóvenes que han hecho la Evau en Italia ha sido «El elogio de la espera en tiempos de WhatsApp». Podríamos hablar de muchas distorsiones, reales o implícitas: voluntad de controlar, miedo al vacío, deseo de tenerlo todo y ya, de llenar el tiempo, perdiéndolo… Resulta interesante ver cómo el autor de ese artículo, Marco Belpoliti, ha vuelto sobre el tema después de su éxito en el examen. «La espera va ligada a lo imprevisible. El verbo “esperar” significa “dirigir el alma hacia algo”, y ese algo pertenece al ámbito de lo imponderable». Y añade: «El ordenador y el smartphone ya habían convertido la espera, antes de la pandemia, en algo que había que evitar, aunque de hecho esperamos continuamente. Es una contradicción evidente». Preciosa contradicción. Porque los cambios, el poder de ciertas herramientas, sacan a relucir el hecho de que somos espera. Y la espera es lo contrario de una actitud pasiva. Es una actividad con una dignidad enorme.
En una intervención publicada en esta revista en 1988, don Giussani cuenta la impresión que le provocó ver a grupos de inmigrantes sentados en los bancos de la estación, cargados con sus bultos. «Los miraba y decía para mis adentros: “Uno que mirase superficialmente a estas personas diría que no están haciendo nada, pero están esperando”. Esta experiencia se me quedó grabada porque entonces comprendí que esperar es una ocupación. Uno puede esperar siendo totalmente inexperto, incapaz de expresar lo que piensa, pero sin esa espera uno no es verdaderamente nada. Para no esperar ya nada, una persona tiene que estar desesperada, aun sin saberlo».
Esta revista se mide con ese realismo tan audaz de Giussani. «No es realista que el hombre viva sin esta apertura a lo imposible. Como dice El sentido religioso, la realidad del ser humano es relación con el infinito. El infinito o lo imposible». Es justo lo contrario de lo que se suele pensar: sé realista, rebaja tus expectativas. Mientras que, para él, ser realistas coincide con respirar con una razón abierta de par en par, que no bloquee el grito del significado, que busque algo que «corresponda a las exigencias más profundas del corazón. Para ser excepcional, un encuentro debe corresponder a lo que tú esperas».
El título de portada es el famoso lema del “mayo francés” del 68, donde resuena el Calígula de Albert Camus. «No estoy loco, y hasta te diré que nunca he estado tan cuerdo. Sencillamente, he sentido un anhelo imposible. No me gusta cómo son las cosas (…). Necesito la luna, o la felicidad, o la inmortalidad, algo que, por demencial que parezca, no sea de este mundo». Su siervo Helicón responde: «El razonamiento tiene su coherencia. Pero, en términos generales, no puede llevarse hasta sus últimas consecuencias». «Qué sabrás tú –continúa él–. Precisamente por no llevarlo hasta sus últimas consecuencias nunca se logra nada. Pero quizá baste con que sea lógico hasta el final». No se puede esperar nada más bello, incluso en vacaciones, el «tiempo de la libertad», como lo llama Giussani (en un texto disponible en clonline.org). «El tiempo de vacaciones es el más noble del año, porque uno se compromete como quiere con el valor que reconoce más relevante en su vida». Es el tiempo de la «libertad responsable», un momento «donde se ve lo que uno quiere de verdad».
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