Se han reunido en Hungría los responsables de las comunidades del movimiento en Europa. De España a Lituania, la sorpresa de estar “juntos” ante los mismos desafíos
Esztergom es una ciudad húngara a orillas del Danubio. Allí se encuentra el arzobispado católico donde tiene su sede el primado de Hungría. Y allí se celebró, del 5 al 7 de mayo, la Diaconía de los responsables de CL de toda Europa, más de 140 personas de treinta países reunidas para compartir lo que sucede en sus comunidades y lo que han aprendido en estos meses desde el encuentro del 15 de octubre con el papa Francisco. La Iglesia pide a los movimientos que recuperen su tarea misionera y sobre ello, junto a Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de CL, y Ettore Pezzuto, responsable regional de la Fraternidad en Europa, se confrontaron durante tres días de intenso diálogo cuya síntesis publicamos en las páginas siguientes.
El tema de la misión preocupa a muchos, especialmente en países fuertemente secularizados. ¿Qué hacer cuando uno se encuentra solo? Valentina vive con su marido y dos hijos en Suecia, después de muchos años en Roma. «Al principio fue duro. El deseo de ponerse en juego en la realidad sueca lo tuvimos desde siempre, pero nos daba miedo no estar a la altura». En cambio, sus esquemas se rompieron cuando el párroco les propuso, junto a adultos de otras realidades eclesiales, ponerse a disposición de la parroquia. «En Malmö no hay propuestas para las familias, así que organizamos una tarde con película y pizzas. Vinieron 45 personas y muchos nos pidieron repetir. ¡Mira lo que le preocupa a Jesús que demos la talla!». Pero la emergencia educativa en las familias seguía siendo una cuestión pendiente y Valentina pedía ayuda.
Le respondió Ricardo, sacerdote misionero de la Fraternidad San Carlos en Bonn (Alemania). «Delante de los jóvenes de la parroquia me doy cuenta de que es fundamental encontrar nuevas formas y lenguajes para comunicarles a Cristo y el carisma de Giussani». Son jóvenes totalmente ajenos a la experiencia de la fe, marcados por la mentalidad dominante, con muchas preguntas sobre sexualidad y afecto. «Si no los tomamos en serio, acabarán educándose en internet». No existe otro método, dice, aparte de una compañía porque «la soledad es la enfermedad de nuestro tiempo. Me encuentro acompañando a jóvenes dispersos por un territorio inmenso. Algunos viven en ciudades donde hay más gente de CL, pero otros viven solos, así que una vez a la semana me subo al tren y puedo hacer seis horas de viaje para estar con ellos un par de horas. Pero me parece fundamental porque el tiempo que pasamos juntos es siempre muy intenso. No hay ni una vez que no acabemos hablando de la vocación. Todavía hay tiempo para que Cristo conquiste sus corazones». Fueron muchas las intervenciones en la asamblea. Elena, de Atenas, decía haber recuperado la belleza del carisma en su relación con gente de otros movimientos que valoraban tanto la experiencia de CL que se la han hecho redescubrir. Muchos mostraban la fecundidad de una fe vivida públicamente, como el Via Crucis en el madrileño parque del Retiro o el nacimiento en Alemania de los Kinderwochenende, momentos de convivencia para padres y niños que organizan algunas familias del movimiento. Claro que no faltan las dificultades. Luca, de Eastleigh (Inglaterra), señalaba un cierto “cansancio” en el ímpetu misionero de su comunidad. ¿Cómo volver a suscitarlo?
Un primer intento de respuesta llegó el sábado por la tarde con los testimonios de Giacomo –que trabaja en el mundo de las finanzas en Gran Bretaña– y Enrique, al frente de un colegio en España. «Siempre me ha costado aceptarme tal como soy, en el trabajo, en la familia o en el movimiento. Cada día, el desafío consiste en decidir entre seguir midiendo mi valor partiendo de lo que soy o no soy capaz de hacer, o bien partir de la mirada gratuita y fascinante de Alguien que me ama», decía Giacomo. Algo que corroboraba Enrique: «Vivir para participar en la obra de Cristo corresponde, aunque implique inquietud y sacrificio, porque Su medida nunca es nuestra medida. Pero si aceptamos esto, nuestra presencia plasma el mundo allí donde estemos. Uno de nuestros profesores, que no pertenece a CL, me dijo una vez: “Las razones que dais para trabajar, el punto de partida que proponéis para mirar a los alumnos, también está determinando mi manera de mirar a mi familia y a mi hijo”». Si el fuego arde, contagia.
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