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Huellas N.11, Diciembre 1998

COLABORACIONES

Cartas

María Pérez

ESPAÑA
Lo más valioso

Querido don Giussani: Cada día agradezco a Cristo haberle conocido a través de los que le siguen y son un bien tan grande para mi vida; cada día agradezco a Cristo que me haya conce­dido ser partícipe de esta historia buena y bella que su respuesta ha hecho posi­ble. Formo parte de un pe­queño instituto religioso que se vio movido por el Señor a abrir una casa en Hondu­ras. Mi hermana fue desig­nada con otras dos religio­sas a comenzar esa misión. Se trataba de construir una casa para atender a las jóve­nes sometidas a múltiples formas de explotación en las "maquilas". Preparando el viaje nos ha sorprendido la catástrofe que ha asolado aquel país. Ahora, carentes de cualquier pretensión, conscientes de que Cristo lo es todo y que la verdadera pobreza de la vida es la au­sencia de sentido, no cono­cerle a Él, parten por cari­dad y obediencia a hacerle presente, esto es, a recono­cerle y responderle en las circunstancias donde les pone. Yo estoy muy agrade­cida por el inmenso desplie­gue solidario de estos días, pero ¡cómo me conmueve que exista la Iglesia! Ella conoce la verdadera necesi­dad, la ineludible necesidad del hombre, del corazón hu­mano: una compañía para el camino que cada uno tiene que recorrer, unos rostros que sean signo de un amor infinito y concreto, las pala­bras y los hechos que curen, consuelen, corrijan, ense­ñen, bendigan, animen, señalen,... y envía lo más va­lioso que tiene, sus hijos, mostrando así qué es cari­dad. ¡Es impresionante! Todo partió de un encuentro (yo soy consciente de esto porque miro y sigo a sus hi­jos), el encuentro con un Hombre en cuya compañía uno percibe que la vida es más vida, que el corazón se ensancha, que la libertad crece hasta poder responder. Eso que sucedía a Pedro y a Juan, a Andrés y a Pablo, a Santiago y a Ignacio, a Francisco Javier... eso mismo les pasa a las herma­nas que hoy marchan y a mí. Sin ese encuentro todo es nada o poco; y, si se da, cual­quier cosa es el signo de una preferencia y de una compa­ñía. ¿Cómo podría suceder un hecho así, tan gratuito y tan sin condiciones si Él no estu­viera? Pido a Cristo, el Hom­bre que nos ha encontrado, crecer en la certeza de su amor, en la seguridad de que Él acompaña y cuida a las que envía y a los que deja. Le pido crecer en la conciencia de que nos envía - donde es­tamos somos enviados - por­que cualquier hombre, de allí o de aquí tiene un valor, una dignidad infinita a Sus ojos, que nos conceda disfrutar hacer presente en Honduras en Madrid el inmenso, el entrañable, el concreto amor que nos ha alcanzado. Don Gius: le miro, le sigo y rezo. Con inmensa gratitud
Sor Cristina, Madrid

BRASIL
La Encarnación, en lo cotidiano

Publicamos algunos apuntes de la intervención del cardenal de Bel Horizante, Serafim Fernandes de Araujo durante el encuentro que tuvo con la comunidad de CL el pasado 24 de mayo.

Hoy he aprendido mucho. Conozco a don Giussani, a los Memores Domini, conozco la Fraternidad, el trabajo del AVSI; sé que existe todo esto, pero ahora sé por qué existe. He aprendido cuál es la raíz: el encuentro con Cristo y con su Espíritu en lo cotidiano. Vivimos en un siglo en el que se tiende a buscar a Cristo en lo «espectacular». A veces dejamos la certeza de lo coti­diano y de la presencia de Cristo para buscarlo en donde está la duda, en donde no tenemos certeza. Si tienes la Eucaristía, ¿por qué buscas a Cristo en aquello que él no puede ser? Esta es una de las locu­ras de la espiritualidad en el mundo de hoy: buscar co­sas, y cosas extrañas, para decir que en ellas está Cristo. Lo que he visto con vosotros es exactamente lo contrario; desde el primer testimonio, un testimonio de la familia en lo coti­diano, en lo cotidiano de la enfermedad, de la dificul­tad. La persona encuentra allí esta encarnación, toca a Cristo en sí mismo y en lo cotidiano de la vida. Y tam­bién la experiencia universi­taria. Las personas empie­zan a decir: «Este no habla de psicología. Habla de psi­cología, pero piensa en otra cosa». Y es justamente así. Y también en la música: cuanto más tienes este don de Dios, esta belleza de Dios que es la música, me­nos logra ésta satisfacerte. En los momentos sencillos, alegres o dolorosos, precisamente en esos momentos es donde sucede la encarna­ción de Cristo o, como ha­béis dicho, la incidencia de Cristo en lo cotidiano. Lo cotidiano, que no es algo banal, pequeño, sino que lleva en sí el signo de la bondad y de la misericordia de Dios, mucho más que si sucediese una gran acción de Dios en nuestra vida. Vo­sotros conocéis la alegría y la estima que tengo por el movimiento. Pero hoy he empezado a entender el porqué de un sacerdote del movimiento, el por qué de un consagrado del movimiento, de un casado del movi­miento, de un profesor, de un músico... el por qué de las obras, qué son las obras y de dónde nacen.
Cardenal Serafim Fernandes de Araujo, Belo Horizonte

KAZAJSTÁN
Ese hombre de blanco...

Querido don Giussani: Es la primera vez que me admiten en los Ejercicios de los Memores y me doy cuenta de que el sitio apro­piado para mí estaría quizá entre los novicios, visto que a veces me pierdo en el si­lencio (alguna vez, lo con­fieso, después de una hora de silencio, me he ence­rrado en el cuarto de baño a leer la Gazzetta dello Sport... ). De cualquier forma me doy cuenta de que estar aquí es una gracia, porque el espectáculo coti­diano de este pueblo de hombres y mujeres entrega­dos al amor de Cristo es un hermoso ejemplo. He vuelto a Karaganda conmovido por las vacaciones que he­mos pasado con los estu­diantes en las montañas que se encuentran cerca de China, porque han sido la confirmación clamorosa del paso que muchos han dado este año, sobre todo algunos adultos, mis colegas profe­sores, y algunos estudiantes con los que finalmente es posible «guiar» conjunta­mente la comunidad. He puesto la palabra «guiar» entre comillas porque tengo la impresión de que en Ka­zajstán guiar es en verdad correr detrás de la iniciativa de Dios que nos arrastra a una aventura increíble. De los 70 chicos que venían, un tercio era musulmán; los demás, de tradición orto­doxa o simplemente «sovié­tica». Te cuento algunos testimonios. «Yo, que soy musulmana, ¿puedo amar a Cristo y demostrarlo ha­ciendo el signo de la cruz?». «Yo he crecido den­tro de la tradición de la mezquita; siempre he creído en Dios, pero solamente ha­ciendo Escuela de comuni­dad y ahora, aquí, en estas vacaciones comprendo que Dios (Alá) me quiere y me hace sentir libre». «¿Quién es ese hombre de blanco ante el que se arrodilla don Giussani ?» (pregunta de una chica de 17 años viendo el vídeo del encuentro de Roma). «Pero Natacha, ¡es el Papa!». Y ella, avergon­zada: «Perdonadme, pero no lo sabía. Al inclinarse ante el Papa, don Giussani no sólo me ha hecho ver quién es, sino también que debe ser una persona muy importante, porque si don Giussani se ha puesto de ro­dillas ... ». Otro aspecto inte­resante de la misión en Ka­zajstán es "la casa". Cada vez son más frecuentes los sacerdotes que vienen para hospedarse, para estar con nosotros o rezar juntos. El en­viado del Papa ha pasado diez días en nuestra casa, y ha querido hablar al Pontífice de nosotros, como primer punto de su informe. En algunos pi­sos, los estudiantes, por ini­ciativa propia, se han dado re­glas similares a la nuestra. En uno han renunciado incluso a la televisión, poniendo en el programa de las tardes la Es­cuela de comunidad y la au­dición de música. Incluso en la misma cárcel, un grupo de las «peores» reclusas - enfer­mas de SIDA - que viven en un barracón en el mayor de los aislamientos, nos ha reci­bido con esperanza. En la en­trada del barracón, además del reglamento de la cárcel, se encuentra su regla de vida, que tiene como premisa el ar­tículo de la Constitución de Kazajstán que asegura el de­recho a la experiencia reli­giosa de cada ciudadano.
Tu juglar preferido, don Edo, Karaganda

En el origen
Cuando el invierno del año pasado fuimos a lle­var algo de ayuda a un grupo de personas de «El Monte» que lo habían per­dido todo a causa de las inundaciones, nunca imagi­namos la historia que el Se­ñor estaba por comenzar. Hacía ya varios años que don Antonio iba regular­mente a celebrar misa en una pequeña capilla de la localidad, por lo que cuando el crudo invierno cobró sus víctimas - que fueron a parar a una mo­desta capilla improvisada como albergue - fuimos uno de los numerosos grupos que llevó ayuda. Sin em­bargo, era evidente que en el origen algo era muy dis­tinto: era algo gratuito. El invierno pasó; los que no tenían nada fueron alojados en unas "casitas" de madera - de unos quince metros cuadrados, para una familia completa - instaladas provi­soriamente en un terreno municipal. Mientras los me­dios de comunicación les olvidaban, sólo algunos se­guíamos yendo a verles una vez por semana. La despro­porción entre las más diver­sas necesidades y nuestras fuerzas era evidente; sólo podíamos reconocer y acep­tar que no éramos capaces de responder ni siquiera a las más concretas y urgen­tes. Pero, «ir a Cristo para obtener la vida no es cons­truir razonamientos, sino seguirle a través de aquello con lo que nos llama». Un paso siguió al otro, y el afecto inicial se transformó en amistad. Los nacimien­tos de Alejandra, Xirnena, dio de la casa de Imán, el bautizo de muchos de los chicos, cada circunstancia se transformó, por gracia, en ocasión para dar un nuevo paso y reconocer a Cristo presente en nuestra unidad. Y el Señor no deja nunca de responder. Este mes, después de casi un año y medio de campaña de Na­vidad, rifas y ventas de ropa para juntar algo de di­nero para una casa defini­tiva, el Estado les ha conce­dido un subsidio. Todos estamos muy contentos. De verdad el camino del Señor es sencillo; basta seguirle y estar atentos a cómo Él res­ponderá. Esta historia que comenzó hace tanto tiempo en Italia, alcanza a algunos en Chile a raíz de haberlo perdido todo. Es en verdad conmovedor y, si Dios quiere, esta Navidad la pa­saremos todos juntos en una casa nueva.
P.D. El lunes 23 de No­viembre el mismo Presi­dente de la República pre­sidió la entrega de las casas a nuestros amigos. Pudimos también conocerle y entregarle nuestra revista Huellas.
Gerardo, Santiago de Chile

Ser acompañados
Desde hace ocho años hacemos la caritativa en el Hogar de menores de La Pampilla en Coquimbo (a 19 Kms. de La Serena), que al­berga a ochenta niños con problemas de deficiencia mental y delincuencia a dife­rentes niveles. A pesar de que el Hogar tiene los recursos adecuados, las necesidades básicas de los niños ni si­quiera son cubiertas en su to­talidad. Esto nos provocaba a "hacer algo" por ellos. En cambio, se nos insistía en que había que dar un paso serio en la forma de vivir y afrontar la situación del Ho­gar y que, aprovechando la amistad con el arzobispo de nuestra diócesis don Manuel Donoso, le pidiéramos que nos acompañase alguna vez. Es increíble que cualquier circunstancia se convierta en algo grande cuando se toma realmente en serio el destino del otro. Invitamos a don Manuel a la caritativa. Nues­tra intención era que viera las precarias condiciones de los niños y nos ayudara a com­partirlas. Cuando íbamos de camino contándole qué era para nosotros la caritativa, fue sorprendente ver con qué sencillez y humildad escuchaba. Mirando cómo estaba frente a los niños la intuición que teníamos en principio se fue aclarando y tomando consistencia. En todo momento mantuvo una atención impresionante desde el gesto de explicar paso a paso el Ángelus (que los niños rezan con nosotros todos los domingos) hasta hecho de bendecirles y enseñarles a persignarse uno por uno. La expresión de felidadXXX en sus rostros y en mismo era realmente un espectáculo. Entendimos no se trata de un proyecto que hacer sino de una amistad que ofrecer. El obispo despedirse ofreciéndonos, apoyo y ayuda para lo quisiéramos hacer, nos dijo: «Mucho coraje e inteligencia ya que el único punto comparación para estos niños son ustedes: por encima cualquier otra cosa, valora la amistad con ellos».
Alex, Santiago de Chile

Sólidos muros
Cada vez que voy a visitar a una gran amiga mía que es monja de clausura, me conmueve la XXtencia del carisma que vimos. Esta última vez superiora del convento estaba sorprendida por que los Memores Domini trabajamos durante todo día y casi no estamos juntos, como si no pudiésemos así hacer vida de comunidad. Una amiga me comentaba: «Es cierto, ellas ha todo, todo juntas... » Y tras un instante, caí en la cuenta de que nosotros hacemos lo mismo, sólo en nosotros es una cuestión de conciencia; también no­sotros hacemos todo en co­munión. Es impresionante la fuerza de nuestro carisma que nos permite descubrir que estamos hechos de una relación, concreta, real, per­manente. Cuando la consis­tencia de una persona llega a ser la comunión, entonces no se necesita añadir nada para poder vivir todo en la verdad: «los muros» del convento ya han pasado a ser parte de uno mismo. Esta es la fuerza de la me­moria de la se nos habló en el último retiro de novicios.
Bebe, Lisboa

Encuentro a 3.800 m.
Como algo imprevisto nació una amistad con monseñor Raimundo Revoredo, obispo de Puno, Fue un encuentro casual, casi gracioso (le pregunta­mos si era sacerdote y si po­día celebrarnos la misa) que hizo que nuestro viaje de vacaciones al lago Titicaca (el más alto del mundo, en la frontera con Bolivia, a 3.800 metros de altura) fuera bello y verdadero y no terminara como un tour más. Nos invitó a rezar en su capilla, luego a tomar café con él. Ver cómo se in­teresaba por saber quiénes éramos, qué era Comunión y Liberación y qué hacía­mos en July (una aldea al borde del Titicaca, a donde llegaron las primeras Misio­nes jesuitas). El interés por saber de don Giussani y la forma como repetía varias veces su nombre para pro­nunciarlo bien, nos causaba una alegría inmensa. Es un "encuentro" lo que cambia todo y te hace recordar a Quién perteneces. De vuelta a casa, hemos continuado esta amistad enviándole Huellas y contándole lo que estábamos viviendo en Lima: la exposición «De la tierra a las gentes», y la pre­sentación del libro El Sen­tido Religioso.
Angélica y Daniela, Lima

Después de la tragedia de Sarno
Me impresiona mucho volver a descubrir la be­lleza de pertenecer a una historia más grande que yo, que me abraza. No son pa­labras vacías, sino que es lo que he vivido en primera persona durante este pe­riodo, desgraciadamente a través de un acontecimiento dramático: la tragedia suce­dida en Campania el 5 de mayo pasado, donde murie­ron ocho parientes míos (cuatro adultos y cuatro ni­ños). En aquel momento ex­perimenté angustia, temor, desesperación, rabia, pero lo que me hizo levantar la mirada fue la respuesta a mi petición de ayuda. En pri­mer lugar, la compañía dis­creta y atenta de los amigos de mi comunidad, que se ha dilatado con el consuelo de los amigos de los pueblos vecinos del mismo grupo de Fraternidad, y que ha lle­gado hasta el apoyo de la Fraternidad central (es como encontrarse dentro de una serie de círculos con­céntricos). Me han soste­nido con la oración y con la ayuda económica, que yo he podido ofrecer a los pa­rientes que han perdido todo en la tragedia de Sarno. Frente a todo esto, mis familiares han quedado profundamente impresiona­dos. Todos comentaban: «Los amigos que te rodean son fenomenales». Pero tanto Paolo, mi marido, como yo, somos conscientes de que no se trata de una genialidad, sino de un com­partir y de una comunión verdadera, que brotan de una pertenencia que lleva a cambiar el corazón de cada hombre. No podemos sino estar agradecidos, y desear estar apegados con mayor fuerza y entusiasmo a esta experiencia que encontra­mos hace años, de la que nunca dejo de aprender, por­que abraza y valora todo: desde los momentos de fiesta al dolor frente a una tragedia; desde la oración, al uso del dinero (aquí se ve también el valor que tiene la contribución al fondo co­mún, que lleva a realizar gestos de ayuda concreta).
Tina, Cassano D'Adda

Publicamos a continuación dos cartas en­viadas a Daniela de la casa de los Memo­res Domini de Lima.
¡En el nombre del Señor! Siempre agradecido por el recuerdo y las revistas que son maravi­llosamente informativas y formativas. Ánimo y adelante. No podré estar el 14 en Lima. Otra vez será. Un abrazo y bendición a todo el movimiento de CL.
Raimundo Revoredo, obispo de Puno

Estimada hermana en el Señor: le escribo estas líneas para saludarle y agradecerle los ejempla­res de Huellas que nos enviaron para el novi­ciado. Este tipo de publicaciones nos viene muy bien para que estos chicos se vayan for­mando como futuros misioneros que llevarán la palabra del Señor por los lugares por donde Dios les necesite. El modo de corresponderles este favor es con nuestras oraciones para que su obra siga adelante. Nosotros, aparte de vivir aquí en el desierto junto a la Madre del cielo (Chapi es un popularísimo santuario mariano que genera la devoción más sentida del Perú, ndr), también tenemos actividades como mi­siones, visita a enfermos, asistencia a niños y ancianos, catequesis para recibir los sacramen­tos, etc. Estas actividades se hacen general­mente en la serranía de nuestra patria, en los lugares de más difícil acceso y menos atendidos espiritual y materialmente. Hace pocos días estuvimos en Cuzco y también en la selva; fue una experiencia muy linda sobre todo para los chicos que están empezando la vida religiosa. En Cristo y María, me despido de todos uste­des, y nos comprometemos a seguir rezando por su labor pastoral.
Padre Pedro Pacheco, Santuario de Chapi, Arequipa

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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