Una película luminosa sobre la alegría de la vida cristiana
La novedad que supone el encuentro cristiano admite infinitas narrativas, diversas en brillos y matices. En el caso del cine, a lo largo de su historia encontramos numerosos ejemplos de esta riqueza de acentos. Cómo no recordar la sencillez de espíritu que transmite Francisco, juglar de Dios (R. Rossellini, 1950), el agradecimiento ante la misericordia que experimenta el protagonista de La leyenda del santo bebedor (E. Olmi, 1988), o la disposición a entregar la vida por amor que encontramos de Disparando a perros (M. Catton-Jones, 2005). En el ámbito del documental estrenado en cines comerciales, en los últimos años hemos conocido una proliferación sin precedentes de producciones sobre la experiencia cristiana y la vida de la Iglesia. Como botón de muestra, cabe citar El mayor regalo (J. M. Cotelo, 2018), sobre el perdón o Lourdes (T. Demaizière y A. Teurlai, 2019) que trata del corazón humano mendigo de salvación.
Precisamente, en este género documental se estrena en España el 21 de abril una película, Libres, de Santos Blanco, que es un monumento a la alegría cristiana. “Alegría” es una de las palabras cristianas más olvidadas en el lenguaje pastoral contemporáneo. Y sin embargo expresa a la perfección el primer sentimiento que experimenta quien se encuentra con Cristo. Pero la película no trata en primera instancia de ello, sino de la vida contemplativa. La cámara de Carlos de la Rosa nos lleva por multitud de monasterios y conventos, casi todos del norte de España, y es en el interior de sus muros donde vamos a encontrar numerosos testimonios de la alegría cristiana. Hablamos, por ejemplo, de las comunidades benedictinas de los monasterios de Leyre (Navarra) y del Valle de los Caídos (Madrid), de las monjas cistercienses del Monasterio de Las Huelgas (Burgos), de los monjes cistercienses del Monasterio de Oseira (Orense), del monasterio de las Oblatas de Cristo Sacerdote en Madrid, o de la comunidad de Monjes trapenses de San Pedro de Cardeña (Burgos). También la película nos da a conocer la singular experiencia de los ermitaños camaldulenses del Yermo de Nuestra Señora de Herrera (Burgos), con una espiritualidad cercana a los cartujos.
En cada uno de estos lugares nos vamos a encontrar con un hombre o una mujer que nos va a relatar el camino personal que le llevó a la celda de su monasterio. Unas historias verdaderamente conmovedoras, como la de un monje inglés que tras una infancia difícil llegó a ser un gran artista en Nueva York, se casó con una cantante de ópera y tuvo una hija. Después del suicidio de su hermano y de su suegro, y del divorcio de su mujer, su encuentro con Cristo le descubre la belleza que siempre había buscado y la alegría verdadera. O el caso de un monje que tenía una vida divertida en el mundo: trabajaba, salía de fiesta, viajaba… Cuando se encontró con Cristo experimentó tal alegría que decidió entregarle su vida en el Císter. Encontramos incluso a un hombre que cayó en la oscuridad del satanismo, del que salió gracias a las oraciones de su madre.
Quizá un ejemplo especialmente luminoso de la alegría cristiana es el de una monja anciana, pero aún novicia, a la que diagnostican un cáncer terminal. ¡Qué alegría experimentó cuando supo que en pocos meses se encontraría cara a cara con su Señor! Esta mujer no llegará a ver el estreno del film, pues falleció el pasado mes de enero.
Y así la película, dividida en tres capítulos –Camino, Verdad y Vida–, nos ofrece un rosario de experiencias que van armando una preciosa vidriera que dibuja lo que es la vida cristiana. No la vida contemplativa como algo restringido a unas pocas vocaciones muy especiales, sino la vida cristiana en general. La película nos ilustra la alegría, la paz, la relación cercana con Cristo, la confianza en su providencia, la esperanza, la certeza, el amor, el gozo de los sacramentos, la ilusión en el trabajo, el servicio a los demás… sin censurar la experiencia compleja de la convivencia comunitaria, las heridas del pasado que aún supuran o el dolor de la propia infidelidad. Un dolor del que nos habla la madre Teresa López Orozco, de las Oblatas de Cristo Sacerdote.
Todos estos testimonios vienen envueltos en la belleza arquitectónica de los monasterios, de la armonía de sus huertos y de la imponencia de los paisajes naturales.
El film de Santos Blanco, con guion de Javier Lorenzo, tiene detrás a Lucía González Barandiarán, fundadora de Bosco Films, una madre de familia que ha destinado todos sus ahorros a distribuir y producir películas que expresen con belleza la novedad de la vida cristiana. El film está coproducido por la Asociación Católica de Propagandistas. Una película que, cuando se ve, nos devuelve la alegría del encuentro.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón