Los universitarios han celebrado durante tres días el Happening en la Ciudad Universitaria de Madrid. Tres días no exentos de límites pero donde lo que ha prevalecido es el florecer de una presencia que desea abrazar el mundo entero
Del 22 al 24 de marzo, los universitarios del CLU en Madrid organizamos el Happening en Ciudad Universitaria. Hace un mes, en nuestros Ejercicios espirituales se citaba una frase de Giussani que afirma: «El hombre que al fin reconoce que pertenece a otro es una persona siempre positiva. [...] Es siempre positivo y con ganas de hacer cosas, porque es libre; siempre abierto, abrazándolo todo, gozando de todo, casi diría sonriendo, poniendo buena cara a cualquiera. Un hombre de estas características debe entrar en el mundo, inundarlo para que Cristo reciba su testimonio en el tiempo presente. De hecho, ¡el mundo existe para que los hombres conozcan a Cristo!». Yo, especialmente la semana pasada, me veía lejos de ser esa presencia que define don Gius. Sin embargo, la compañía manifestada en el Happening ha sido exactamente eso: una presencia con una mirada nueva sobre la realidad, con una unidad aparentemente imposible pero cierta, portando una alegría llamada a inundar el mundo. Una presencia desbordante, como quedó especialmente de manifiesto el viernes en los cantos con los que cerramos las jornadas.
Pero sería fácil quedarse ahí, en la alegría, en la palmadita en la espalda de los que te dicen: «mira qué guapo lo que habéis montado», en el ímpetu por hacer más y más que, lógicamente, surge tras unos días así. Y quedarse en todo eso, aunque sea grande, es conformarse con las migajas del banquete que deseo. Por distintas cuestiones, no han sido días entusiasmantes para mí, como sí veo que lo han sido para muchos a mi alrededor. Y lo agradezco. Igual que ante las cosas más bellas de la vida, he estado estos días como con un hueco que me recordaba que o todo esto es signo de Cristo, o todo se queda corto. De hecho, fue espectacular terminar los cantos y el Happening con una oración, la Salve rociera. Solo delante de aquel desbordar, testimoniar a Cristo no se me hace mero discurso. Frente a un dato presente, es sencillo afirmar ante toda esa gente que Él es una presencia real de la que hablan la alegría, los encuentros, la belleza, el cuidado, la apertura de horizontes, el interés por la realidad que han marcado el Happening. Porque sin todos estos signos en la retina solo me anuncio a mí mismo, o un discurso, queriendo poner delante de todos algunos de los que más destacan.
A lo largo de este año he visto florecer a muchos amigos que se han involucrado en primera persona en esta aventura, y que por tanto han tomado responsabilidad, de una u otra manera. Pienso por ejemplo en Lucía, a la que he visto madurar, hacerse más madre, más adulta. No significa que dejara de bloquearse o de ponerse roja como un tomate al presentar un acto, sino arriesgar con todo lo que es ella y descubrirse creciendo en todas sus dimensiones, como el hombre de la parábola que no entierra sus talentos (y sus límites). Pero también me vienen a la cabeza tantos testimonios que me han llegado, o que he visto de primera mano, de quien se ha involucrado al nivel en el que se ha visto llamado: atravesando toda la maraña burocrática de su facultad para buscar un espacio, repartiendo flyers a la salida del metro a pesar de la vergüenza... No son actos heroicos, son testimonios de la comunión que nos sostiene.
Hemos descubierto también (ya lo hicimos con la exposición el año pasado, pero supongo que hace falta volver a verlo cada vez) que lo que hemos encontrado es para el mundo. Varios ponentes, además, nos retaron a ser cada vez más protagonistas en la universidad, proponiendo eventos como el Happening, estableciendo relación con los profes que veamos más interesantes o participando de los órganos de representación estudiantil. En la medida en la que me he animado a ello, esto ha coincidido siempre para mí con lo que decía don Giussani de que «el hombre religioso es el que vive intensamente la realidad en todos sus factores». Lo que tenemos está llamado a mostrarse al mundo, y yo veo que crezco en la conciencia de quién es el Señor cuanto más lo confronto con todos los factores de la vida. Fue precioso ver, en el bar al que fuimos el viernes tras el Happening, cómo varios de nosotros tenían el deseo de llevar a la universidad, a la plaza pública, algunas iniciativas (sobre rock o sobre cine, por ejemplo) que ya llevan a cabo con amigos.
Ha sido una verdadera alegría ver esa “unidad (im)posible” (con el “im” tachado) entre «físicos y otros», como dijo Cadenas, pero también entre universitarios y otros, jóvenes y otros, interesados en política y otros, gente del movimiento y otros... Ha habido límites, algunos más evidentes y otros menos, y muchas cosas que corregir, no los quiero olvidar. Pero no han sido lo más determinante (y eso que los que hemos estado organizando somos los que más de cerca los hemos visto). Me conmovió, al cerrar el Happening, ver tantas caras de conocidos y desconocidos, de amigos que llevaban mucho tiempo sin frecuentar el movimiento y otros que lo han descubierto ahora, gente de todas las edades. Todos unidos por la alegría y la belleza de los cantos, por el interés por la realidad. Y, conscientes o no, unidos también por ser signo de Otro sin el que nada de esto hubiera salido.
«Me he conocido más a mí misma»
Estos días he vuelto una y otra vez a la primera reunión que hicimos en un aula de la universidad. Se planteó la idea de hacer el Happening y de repente se empezaron a alzar manos y a lanzar muchas propuestas. Yo tenía una inquietud que se había ido despertando y que había ido compartiendo con algunos amigos sobre tratar de alguna manera las relaciones afectivas. Según salían más y más propuestas, más me echaba para atrás. Pero mi amiga Marta me miró y me invitó a jugármela. Entonces levanté la mano. Y menos mal.
Desde que compartí mi idea confusa de poder poner delante del mundo una manera de querer que yo había conocido y que se me hacía mucho más atractiva que lo que escuchaba en mi entorno de la universidad hasta que todo tomó forma proponiendo un vídeo y un diálogo posterior, han pasado muchos meses de trabajo. Trabajo a veces más llevadero y a veces más pesado. He de confesar que ha habido momentos en los que pensaba que no iba a salir. Quizás estaba siendo demasiado ambiciosa... pero a la vez reconocía tanto que no era una obcecación mía sino un susurro del Señor que se iba convirtiendo en un grito, que sabía que tenía que seguir adelante. Pero porque el primer signo de grandeza he sido yo misma. Mis amigos, que tienen una mirada que abarca mucho más que la mía, me han ayudado a sorprenderme por cómo he caminado estos meses, cómo he crecido siguiendo lo que el Señor me ponía delante. Me he conocido más a mí misma.
La semana del Happening ha sido especialmente intensa. Chocaba constantemente mi deseo de cuidar cada detalle con mi límite de capacidades y de tiempo. He tenido que aprender a delegar, a confiar, a ceder, a pedir ayuda, a corregir y a ser corregida (que no es tarea fácil). Qué necesario ha sido tener que retomar una y otra vez por qué hacíamos las cosas. Caer en puro activismo o en abandono y desidia es muy fácil si no se tiene despierto el motivo, el verdadero motor por el que merece la pena embarcarse en una aventura así.
Tras estos días en los que han sucedido tantas cosas que se escapan entre los dedos, puedo decir que me maravilla todo lo que puede desencadenar un pequeño sí. Frutos que ya conocemos y frutos que igual no llegaremos a conocer nunca. Pero sobre todo frutos que no nacen de nuestra capacidad, sino de dejarse hacer y responder. Hemos sido un cauce.
Lucía
Un sí que continúa
El Happening no solo han sido estos tres días de encuentro y espectáculo, ha sido un sí de mucha gente desde hace mucho tiempo, y que por suerte continúa. Un sí que me ha hecho entender un poco más la unidad de lo que es el CLU, en todos sus sentidos, y no porque se implicase todo el CLU, sino porque por lo menos en mí había una conciencia muy clara de que esto que estábamos haciendo era de todos. Un sí que me ha hecho entender un poco más qué quiere decir dar la vida.
Me ha sorprendido mucho ver que existía un deseo de compartir nuestra vida en la universidad, en la Complutense, ha sido una oportunidad de aprender a tratar con las instituciones y con lo público, y lo sigue siendo, además de una oportunidad de ponerse en juego con la gente de nuestras clases. La importancia de esto es crucial porque es un signo evidentísimo de que no vivimos encerrados en una burbuja.
El Happening desde que empezó a cocerse, en sus inicios más antiguos y actuales, es un éxito porque es signo de algo más grande.
Marta
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