Se han reunido en Brasil, procedentes de todas las comunidades del movimiento repartidas por el continente: 260 personas de veinte países en la Asamblea de responsables de América Latina. Publicamos tres testimonios de esos días
CUBA
En 2009 un amigo cubano pasó un periodo en Florencia, donde conoció la experiencia de CL gracias a un sacerdote franciscano que había conocido en La Habana. Cuando volvió a casa, iba con el deseo de poder vivir el movimiento también en Cuba, pero veía que no sucedía nada. Un día, mi mujer, Idelvis, le preguntó por curiosidad qué era CL. Él no se lo quiso explicar, en vez de eso nos dio El sentido religioso de don Giussani.
Empecé a leerlo y, desde las primeras páginas, el impacto fue enorme. Tal vez por mi historia personal. Hacía poco que conocía la fe, venía de una familia comunista. Mi padre, ateo, siempre quiso entender la razón de las cosas, pero la «razón» de la que hablaba Giussani era distinta. Había una correspondencia total entre mi corazón y lo que leía. Cada línea respondía mentalmente a todas las preguntas y objeciones de mi padre. Junto a este amigo empezamos a hacer la Escuela de comunidad, para verificar la fe tal como la propone don Giussani. Invitamos a algunos amigos cubanos, incluso algunos que hacía tiempo que no veíamos.
Hoy nuestro país atraviesa una situación dramática por la escasez de alimentos, con hospitales sin medicinas y apagones frecuentes, pero sobre todo por una atmósfera de tensión y miedo. Miedo a salir de la “jaula” cultural en la que estamos metidos. Afrontando todo esto, la gran pregunta es si es posible ser feliz aquí, si se puede vivir humanamente aquí. La respuesta no puede ser teórica, debe ser una experiencia vital. En una situación oscura, brutal, solo una estética nueva, solo una belleza puede permitir vivir de otra manera.
El autor de esta estética nueva en nosotros y entre nosotros es Otro. La Escuela de comunidad es el lugar de este camino de redención, que nos permite salir mientras todos se refugian en su familia, y vivir una vida diferente, no huir. Hay una mujer que conoció el movimiento hace poco y recorre varios kilómetros para venir a la Escuela de comunidad. Nunca habla. Pero luego dice que ella necesita venir, aunque no haya transporte público ni tenga coche. Una joven pareja viene con su hijo pequeño con tal de no renunciar.
Lo que me pasa a mí es que de noche, con los apagones y el calor asfixiante, me duele mucho la cabeza y esa oscuridad se me mete dentro. Mi experiencia es que los rostros de mis amigos y la Escuela de comunidad iluminan esa oscuridad, me refresca la memoria. Podemos vivir porque Su compañía nos redime de la atrocidad gracias al brillo de ciertos rostros. Y hace posible un entusiasmo por nuestro país, cuando todos se van. Vivimos un dolor presente, pero en el fondo hay una alegría que compartimos con nuestros amigos.
Alejandro
GUATEMALA
Soy la única persona del movimiento en Guatemala. Desde que conocí CL me he sentido abrazada y querida. A pesar de mis 26 años, me siento aún una niña mimada por todos. En 2016 empecé la universidad con muchas dificultades, pero recibí la ayuda de muchos amigos del movimiento de otros países, algunos lejanos, a los que estaré eternamente agradecida. En este último año he podido ver el acontecimiento de Cristo en varios momentos de mi vida cotidiana. Desde que conocí CL todos me miran con ternura, con amor, y antes de graduarme, el pasado mes de diciembre, sentía mucha nostalgia porque he vivido intensamente la universidad gracias a la mirada y a la preferencia de Cristo a través de la compañía del movimiento. Cuando escribía los agradecimientos de mi tesis, no podía dejar de pensar en todo el camino que me ha traído hasta aquí, cómo Cristo me ha acompañado cada noche sin dormir, en cada examen, lo cercano que le he sentido cada día. También pensaba en don Giussani y cómo me han alcanzado su testimonio y su sed infinita de Cristo para contagiarme de este deseo constante de certeza de Cristo. Estudiar ha sido un don para mí y graduarme, un don aún mayor que me ha concedido el Señor.
El camino de la tesis ha tenido obstáculos, pero yo me sentía tranquila porque estaba acompañada, veía cómo se alegraban por mí mis amigos de El Salvador cuando les contaba los pasos que iba dando y veía sus rostros y sus mensajes. Muchas veces me he preguntado cómo es posible que estos amigos se alegren tanto por mí, que me quieran tanto. El día de mi graduación vi sus rostros conectados y sentí su abrazo independientemente de la distancia, veía ese amor infinito que se manifiesta a través de ellos. Una vez más pude ver cómo Él vuelve a elegirme y me da estos amigos que me llevan a encontrarme con Él. Me siento constantemente hija Suya y mi graduación siempre me recordará la preferencia de Cristo por mí.
Un amigo italiano que conocí gracias a una carta que envié a Huellas me invitó a ir a la audiencia con el Papa el 15 de octubre. Él y sus amigos hicieron una colecta para pagarme el vuelo. Me eché a llorar porque me sentía como el paralítico que sus amigos llevan hasta Jesús para que lo cure. Debido a los protocolos de inmigración, no pude ir, pero viví la audiencia como si hubiera estado allí, hizo crecer mi agradecimiento por cómo Cristo me ha elegido. Por eso he podido vivir en paz el paso del estudio al trabajo. Estoy disfrutando hasta de los pequeños detalles, por ejemplo cuando en mi trabajo no funciona algo sé que Él está ahí, que se hace cargo y me abraza.
Ingrid
VENEZUELA
En los últimos años he vivido muchas circunstancias complicadas en el trabajo, en la familia y en la comunidad, en un país en crisis, afrontando mis necesidades y las de los demás. Estoy al frente de una obra social que fundé hace 14 años y no es fácil tener una visión estratégica y al mismo tiempo intentar resolver las contingencias cotidianas. Los precios aumentan hasta un 100% al mes, no hay gasolina para el transporte y todos los servicios públicos fallan. Gran parte de nuestra comunidad de CL vive en la pobreza, ganando menos de 20 dólares al mes. En la familia hemos atravesado varios problemas de salud física y mental, así que para mí está siendo un camino personal muy intenso con mis hijas y mi mujer. Siento mucha impotencia por no poder hacer más. Estoy desarmado hasta el punto de que mi inteligencia y mi fuerza física ya no bastan.
Cuando oí decir al Papa que espera más del movimiento, pensé que espera más de mí. No tengo cargos en la comunidad, pero delante del trabajo, de la gente, de la comunidad y de mi familia soy yo quien respiro el carisma para poder vivir. Sin mi encuentro con el carisma, ayer y hoy, no solo no me habría podido casar, criar a mis hijas, encontrar un trabajo y hacer lo que hago, sino que tampoco me habría sostenido en pie ni habría podido vivir con alegría.
La guerra en Ucrania, como otros fenómenos globales, me parece muy lejana y corre el gran riesgo de perderse en medio de las preocupaciones por la supervivencia en mi país. Pero me siento unido a la oración por las víctimas, por los gobernantes y por la paz en general. Gracias al manifiesto del movimiento sobre la “profecía por la paz” he recuperado ciertos elementos clave del magisterio de los últimos Papas: la necesidad de justicia, el valor fundamental de la educación y la solidaridad. También he entendido mejor cómo mi trabajo contribuye a prevenir los conflictos y a construir el bien común. Pero todo este camino que he hecho podría ser solo “teórico”. Está claro lo que dice la Iglesia sobre la paz, ¿pero está claro para mí? ¿Qué significa en mis circunstancias? Me ha impresionado leer en la Evangelii Gaudium: «Con corazones rotos en miles de fragmentos será difícil construir una auténtica paz social». Y yo tengo el corazón roto en mil pedazos. Por eso me toca ese llamamiento por la paz. Precisamente ahora, que estoy trabajando en un proyecto sobre la figura del beato José Gregorio Hernández (médico venezolano), he descubierto su humanidad, cómo él vivía sobre todo “unido”. La paz no es solo ausencia de guerra. Es ver que en la relación con Cristo puedo vivir la jornada, con sus miles de problemas, como una melodía. Me doy cuenta de que el camino que estoy haciendo en el movimiento me permite mantener mi corazón entero. Herido, con muchas preguntas y consciente de mis debilidades, pero entero, porque pertenece a Cristo.
Alejandro
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón