Cada mes una propuesta para descubrir algo hermoso con los habitantes de la comunidad de Vale de Acór. «Vamos a visitarlos porque a nosotros también han venido a visitarnos»
Don Giussani siempre señalaba la caritativa como uno de los pilares en que se apoya la experiencia del movimiento, y por esta razón es uno de los gestos que trato de hacer con más regularidad. Vale de Acór toma su nombre de un lugar del Antiguo Testamento que el Señor transformó en una “puerta de esperanza” y es una comunidad cerca de Lisboa que nació del deseo del padre Pedro Quintela de responder a las necesidades de gente con problemas de drogodependencia, acompañándolos en su camino de recuperación. Es a ellos a quienes vamos a ver.
Los jóvenes que intentan salir de su dependencia de drogas y alcohol siguen aquí un duro camino terapéutico. Nuestra labor es muy discreta. No hacemos preguntas sobre su vida (marcada, lo sabemos, por historias llenas de momentos oscuros) ni sobre su familia o su recuperación, tampoco dedicamos demasiada atención a estos temas cuando los plantean ellos mismos. Todo eso es muy delicado, no lo haríamos bien y no es nuestro trabajo. Nos limitamos a mostrarles cosas bellas para poder aprender algo, sin grandes pretensiones.
Una vez al mes organizamos una excursión, una visita, presentamos un libro, una película, una obra de teatro o muchas otras cosas que puedan ser útiles de algún modo. Ya hemos involucrado a una escuela de jazz, hemos organizado recitales de poesía acompañados de un violín, hemos hecho avistamiento de aves, hemos ido a ver cómo se fabrica el queso, hemos ido al Museo Gulbenkian, donde siempre nos reciben muy bien, a la gruta de Escoural, al Convento de Mafra, al Museo de la Aviación, hemos visitado la fragata Vasco da Gama, hemos estado en Aljubarrota, hemos ido al Santuario de Peninha, a Cabo da Roca, a Cabo Espichel... Cada salida incluye también una parada en una cafetería para sentarnos un rato y charlar de lo que hemos visto, del sol, de las flores, de las cosas sencillas que tenemos ante nuestros ojos.
La mejor manera de estar con ellos siempre la sugiere el padre Pedro, al que invitamos a cenar con nosotros una vez al año. Estas cenas siempre han sido preciosas. Son una ocasión para conocer mejor Vale de Acór, nuestro papel en el camino de estos jóvenes y para hacernos una serie de preguntas, como por ejemplo cuál es la mejor manera de acompañarlos, cómo estar con ellos. Él nos ayuda a entender cómo hacer bien las cosas y cómo comprenderlos mejor. Valora mucho lo que hacemos porque para ellos somos como una “válvula de escape” en un camino muy intenso que necesita momentos así, donde los jóvenes tienen una compañía en la que pueden experimentar la ternura de una compañía.
También insiste en llamarnos “visitantes” y no voluntarios porque esta expresión describe mejor la naturaleza de la caritativa. Igual que la Virgen visita a su prima Isabel porque a ella también la habían visitado, nosotros visitamos Vale de Acór porque también han venido a visitarnos. Esta concepción aleja la tentación del voluntarismo, de aquellos que se presentan para “cambiar las cosas” y que se acaban cansando porque las cuentas nunca cuadran.
Recuerdo que en una de estas cenas le pregunté al padre Pedro qué era más útil para estos jóvenes, porque algunas buenas propuestas que hacíamos no parecían interesarles demasiado. Su respuesta fue que el aspecto más relevante de nuestras visitas no es tanto lo que hagamos, sino la fidelidad con que vamos todos los meses a lo largo de los años. Ellos lo notan y esto es lo que se les queda grabado. Algunos programas pueden tener más o menos éxito, pero lo más importante es la fidelidad con que nos presentamos allí. Esta respuesta nos hizo sentir muy libres, pero también nos dio una gran responsabilidad.
El momento del año que ofrece una perspectiva más completa del trabajo que se hace en Vale de Acór es la Fiesta de los Diplomas, que se celebra el día de la Epifanía. Es la gran fiesta de Vale de Acór, en Navidad, cuando se reúne toda la casa, la familia de los diplomados, los amigos y visitantes de Vale de Acór. Esta fiesta marca el final del camino terapéutico, que puede durar años, y quien lo completa obtiene una medalla. La fiesta empieza con la misa y luego es la ronda de reconocimientos. Los que lo reciben cuentan su camino, lo que han aprendido, cuánto han cambiado y cuánto agradecen a Vale de Acór.
En esa fiesta vemos el valor de lo que se hace en Vale de Acór, el coraje de quien recorre el camino hasta el final, la nueva vida que desean para recuperar lo que han perdido, todo porque han encontrado a alguien que se ha interesado por ellos, que les ha apoyado y guiado en el camino. Es una fiesta que alimenta la esperanza de los que están en camino y de todos aquellos que se benefician de la compañía de Vale de Acór, como nosotros.
Todos los amigos que vienen a la caritativa leemos juntos El sentido de la caritativa. En él, don Giussani habla de la caritativa como el lugar donde podemos satisfacer nuestra exigencia de ir al encuentro de las necesidades de los demás y donde aprendemos a vivir como Cristo, que nos desvela que la única ley del ser y de la vida es la caridad. Siendo fieles a la caridad, esta ley de vida penetra en nosotros, nos moldea y nos cambia. Una fidelidad que no nace tanto de la comprensión del gesto como del deseo de comprenderlo. De querer penetrar en la belleza, por eso yo lo llamo una hendidura divina.
Estos años han sido una confirmación de la respuesta del padre Pedro. Lo más importante es nuestra fidelidad yendo a Vale de Acór. Fátima, una mujer angoleña con problemas de alcoholismo que ha estado varios años en Vale de Acór y ahora está en una residencia, al volver de una excursión nos dijo: «Cuando pienso que vosotros trabajáis toda la semana y el sábado, en vez de descansar, dejáis a vuestra familia para venir con nosotros, que no somos una familia, y gastáis vuestro dinero en gasolina… Esto nos da fuerzas porque nos hace entender que ahí fuera hay personas que nos quieren». Lo repitió dos veces con gran énfasis. Esta misma mujer, en su “frase de entrada” en Vale de Acór, dijo: «Ser adultos es esto. Es no dar espacio a la tristeza. Es saborear la vida como miel que fortalece». Y pensar en la situación en la que estaba cuando lo dijo… Aquí yo soy quien más aprende.
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