Va al contenido

Huellas N.04, Abril 2023

PRIMER PLANO

Aprendiendo la caridad

Eva Moya Torres

La crisis económica trajo consigo el inicio de una caritativa que ha dado lugar a inesperadas historias de amistad donde la necesidad de los que dan se funde con la de quien recibe

El Banco de Solidaridad en España nació con la crisis económica de 2008. En Madrid participan unas noventa personas, que una vez al mes llevan alimentos a familias que lo necesitan. La dinámica es sencilla, un viernes por la tarde hacemos juntos las cajas, que es como llamamos al pack de alimentos que entregamos, y después los voluntarios en parejas llevan los alimentos a sus familias. De este modo, la caritativa no es solo llevar los alimentos; además, la mayoría de las veces se entabla una amistad en la que se comparten las dificultades de la vida cotidiana.
Detrás de esto está la aventura de conseguir la comida para hacer las cajas que llevamos a las familias, la mayor parte la obtenemos de donaciones de ONG o parroquias, o alguna persona que gratuitamente hace una aportación al Banco de Solidaridad. Pero incluso a veces no es suficiente. Este año hemos empezado a hacer recogidas de alimentos cada dos o tres meses en un supermercado del barrio donde tenemos el almacén. Como tenemos relación con ellos la gestión es sencilla. Es un barrio de personas trabajadoras, bastante humilde. Hemos hecho dos recogidas, una en noviembre y otra en marzo, y ambas han sido una sorpresa.
En la recogida de noviembre estaba llena de pereza, era sábado por la mañana y pensaba que tenía cientos de cosas que hacer mejor que ir a recoger alimentos a un supermercado. Además, pedir me cuesta muchísimo. La primera sorpresa fue que para salir de casa me vi obligada a ponerme en juego y darme razones de por qué salía de casa, por qué voy, qué espero, qué utilidad tiene. Y así me descubrí en un diálogo intenso con el Señor, que para mí siempre es un regalo.
Yo iba al segundo turno, de 12h a 14h. Al llegar allí, las personas que acaban su turno están contentas, habían recogido bastante comida, pero sobre todo están sorprendidas y agradecidas. Nosotros éramos cinco personas, rezamos un Ángelus y empezamos nuestra labor: pedir alimentos a todos los que entraban por la puerta del supermercado. Intentado encontrar la frase perfecta, algo rápido y eficaz. Y empezaron las sorpresas, la mayoría de la gente se paraba y nos escuchaba, las respuestas eran muy diferentes. Pero casi todo el que salía de supermercado nos traía comida.
Una señora nos preguntó hasta qué hora estábamos para acercase con sus nietos. Unas mujeres musulmanas vestidas con velo y acompañadas de una niña se pararon, llenas de sorpresa nos preguntaron si la comida era para personas necesitadas, como no hablaban español la niña hacía de traductora. La típica jovencita que no escucha y cuando sale del supermercado nos trae pasta y arroz. Un señor que nos gasta una broma y cuando sale, además de su donación, nos trae unos bombones para los voluntarios. Algún despistado que se ha olvidado y cuando sale nos pregunta si nos puede dar dinero y entramos a comprar nosotros. Las dos horas se han pasado volando. Tengo el corazón esponjado, hasta el punto de que es sencillo entrar al supermercado y hacer tu pequeña contribución. Y te das cuenta de esa gente que no habías visto nunca, te han enseñado qué es la caridad.


«Por pura envidia»
Llevo ya unos 12 años llevando una caja de alimentos que recogemos una vez al mes a una familia dominicana. La relación con ellos es realmente de amistad, hemos vivido con ellos enfermedades, disgustos por los hijos y ahora hasta un nieto que es la alegría de la familia. En noviembre el Banco de Solidaridad nos propuso hacer una recogida de alimentos, porque ahora se está complicando lo de conseguir alimentos. Ese día no pude ir, pero cuando una persona contó que había aprendido más qué era la caridad yendo a esta recogida, me provocó mucho, para ser exactos me dio cierta envidia. Cuando dieron el aviso de una nueva recogida en febrero no lo dudé, aunque que mi plan inicial era pasar el día en el campo.
El gesto era sencillo, estar allí dos horas pidiendo alimentos en la puerta de un supermercado en un barrio muy humilde, casi todo eran personas mayores que viven de una pensión muy reducida. Aunque ya iba dispuesta a dejarme sorprender por lo que ocurriera, nada más llegar todos nos vimos impactados al ver que no éramos capaces de rezar el Angelus, ya que todo el que salía del supermercado nos interrumpía porque tenía algo para darnos, yo no salía de mi asombro sobre todo por la situación de esas personas, con más que razones para no dar a otros dada su situación precaria. Me daba cuenta de que además de darnos las gracias, lo hacían con una sonrisa, contentos de poder ayudar. La respuesta fue conmovedora, una familia entró a comprar solo para nosotros, otra persona se fue sin dar nada porque se le había olvidado comprar para darlo, pero volvió a darnos dinero para comprar por ella y así un largo número de personas.
Inevitablemente me venía a la cabeza el texto de la caritativa donde dice que es una exigencia ayudar al que está peor que nosotros, sin duda era así para todos ellos, y también que ese gesto de alguna manera les realizaba. Me sorprendí porque, así como otras veces en situaciones parecidas pedía según a quien fuera, eligiendo yo a quién decírselo, esta vez se lo decía a todo el que podía, a personas que me daban ganas de darles yo algo a ellas o a personas que no me parecía que esto de la caridad fuera con ellos. En cierta medida surgió un afecto por todos, por el asombro ante lo que sucedía, y por la certeza de que era un bien para esa persona, y no iba a ser yo quien decidiera a quién le podía dar esa oportunidad o no de realizarse.
Por otro lado, mientras pedía, pensaba en la familia a la que llevo yo la caja, yo estaba pidiendo para ellos y para familias en su situación, me hacía como ellos, necesitada de todo, al menos durante dos horas.
Agradezco la educación del movimiento en la caritativa, porque parece desproporcionado, pero es cierto cuando dice que «nosotros vamos a la caritativa para aprender a vivir como Cristo».
Espe


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página