La ley suprema de la vida, descubrir por qué se hacen las cosas y tocar con los dedos esa necesidad… Un diálogo con Giorgio Vittadini sobre la originalidad y la actualidad de uno de los pilares de la propuesta educativa de don Giussani
En el claustro de la Universidad Católica, don Giussani detiene a Giorgio. «Tengo una propuesta para ti y para tu amigo Bobo: ir a ayudar al párroco de Borgo Lombardo, ¿qué dices?». «Vale», la respuesta es inmediata. «Me fiaba de él y acepté sin pedir demasiadas explicaciones», cuenta hoy Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad y profesor universitario de Estadística. «Fue mi primera caritativa. En aquel gesto empecé a intuir qué significa la gratuidad absoluta, que tiene su razón de ser en esa página de El sentido de la caritativa donde Giussani dice: “La ley suprema de nuestro ser es compartir el ser con los demás, compartir nuestro ser con los demás. Solamente Jesucristo nos dice esto, porque Él sabe lo que es cada cosa, quién es Dios del que nacemos, qué es el Ser. Nosotros vamos a la caritativa para aprender a vivir como Cristo”».
Empecemos entonces en Borgo Lombardo. ¿En qué consistía vuestra caritativa?
Durante cuatro años, íbamos todos los sábados por la mañana a este pueblecito perdido en la campiña para ponernos a disposición del párroco. Cada vez nos pedía algo diferente: jugar con los niños, abrir y cerrar el oratorio, llevar alimentos a familias pobres, limpiar la iglesia, inflar globos… Éramos prácticamente los factótum del cura. Pocos agradecimientos, solo servicio puro y duro. Bobo y yo nos hicimos muy amigos gracias a ese gesto que no habíamos buscado, pero que nos propuso Giussani. Al terminar la mañana, como él nos sugirió, pasábamos a ver a don Mario y le contábamos lo que había pasado en esas cuatro horas. También fue una ocasión para hacernos amigos de don Mario, pero sobre todo en esa media hora juntos se expresaba una dimensión fundamental de la caritativa: el juicio.
¿En qué sentido?
Es uno de los rasgos que me parecen más originales en el planteamiento de Giussani sobre la caritativa. Para comprenderlo, parto de un episodio. En los inicios de Gioventù Studentesca (los primeros bachilleres de Comunión y Liberación, ndt.), algunos jóvenes se enfadaron al enterarse de que una mujer muy pobre había usado el dinero que le habían donado para comprarse un pintalabios. «¡No la ayudamos más!», soltaron. Giussani les descolocó diciendo: «No habéis entendido nada. En ese momento esa mujer podía tener una necesidad real de verse más arreglada, más guapa». Les hizo comprender cómo un detalle tiene que ver con el todo, en este caso el tema era la dignidad del ser humano, aun en una situación de extrema pobreza. El riesgo es limitarse a identificar el valor del gesto con el servicio, con la necesidad, cuando se trata de juzgar una acción. Ahí reside precisamente su originalidad: un juicio que nace de la experiencia. Esto cambia la manera de hacer el gesto. Pero para que eso suceda debe haber alguien que te ayude a comprender las razones del propio gesto. Lo que hacíamos con don Mario lo veo ahora en la Escuela de comunidad con los jóvenes que hablan de Portofranco (centro de apoyo escolar a jóvenes con dificultades, ndt.), del reparto del Banco de Alimentos, del acompañamiento a ancianos. En lo que cuentan se ve que lo que domina es otro factor: el descubrimiento de lo humano, a veces una humanidad dolorosa. Como me decía una amiga: «En este tiempo, el chico al que acompaño en la caritativa está cada vez más aislado y enfadado. No sé cómo tratarlo. A veces llora y me grita: “Tú no lo entiendes”. Entonces yo también lloro y hoy he dicho: “Jesús, tienes que sacar al menos un grano de arena para él”».
Entonces, ¿cuál es la primera “ganancia” de la caritativa?
En este gesto gratuito yo entiendo qué quiere decir que el cristianismo es amor al hombre sin más. Mejor, te das cuenta de que estás hecho estructuralmente para el otro y al mismo tiempo estás hecho para Otro. Los talentos que he recibido, la fe, la conciencia de la vida, son dones. El otro día iba en el metro y vi a un anciano que iba curvado y tambaleándose con una bolsa de la compra que se le caía de las manos. Cuando se bajó, pensé: ¿cómo puede un hombre acabar su vida así, sin nadie que le cuide? Delante de la necesidad, te das cuenta de lo que se te ha dado, del regalo de la fe. Y por la noche das gracias rezando el Te adoro, Dios mío. La experiencia de la caritativa te lleva a no dar nada por descontado. Sobre todo el significado por el que haces las cosas.
¿Puedes explicarlo un poco mejor?
Lo comprendes porque en la compasión que sientes ante la necesidad que te encuentras surge la pregunta: ¿quién es el hombre? ¿Y quién soy yo? ¿En qué consisto? Esto puede que no suceda la primera vez que vas a la caritativa, tal vez tampoco la segunda, pero llega un momento en el que sucede. Por eso es tan importante la repetición fiel del gesto.
Es uno de los elementos constitutivos de la caritativa descritos en las páginas de El sentido de la caritativa.
Sí. La repetición de un gesto, que no produce un resultado inmediato, te va quitando capas hasta que dices: o estoy loco o aquí hay otra cosa. Eso es lo que diferencia la caritativa del voluntariado, que igualmente tiene un gran valor. Pero normalmente las energías decaen cuando no hay respuesta, ni la más mínima, cuando no ves ningún cambio. Añado otro factor. La caritativa es para todos, en el sentido de que no implica una cierta actitud o capacidad, es compatible con la vida normal. Pero se vive dentro de una amistad. Con el preso, con el reparto de alimentos, puedes estar solo físicamente, pero estás dentro de una amistad en la que puedes compartir tu experiencia y madurar un juicio. También es comunitario porque genera una amistad a veces inesperada, como Bobo y yo esos cuatro años. Solo así llega a ser un gesto educativo en el sentido de abrirte a otra cosa. Después de la masacre de Nassirya, decía Giussani que hace falta la educación de un pueblo. Hacen falta gestos que nos hagan percibir el valor del otro. La caritativa es uno de ellos.
¿Por qué?
Hay dos cosas que impactan al hombre: la necesidad del otro y el afecto. El impacto con la necesidad toca hasta el corazón más endurecido. Durante un tiempo hice la caritativa en la cárcel de Padua, visitando a varios presos. Me pasaba horas escuchándolos. Aquella experiencia rompió los esquemas con los que vivía hasta entonces: “esto está bien y esto está mal, esto es correcto y esto es un error”. Empecé a dudar, en el buen sentido, de mis ideas a veces preconcebidas. Empecé a entender que la realidad era más grande que la percepción que yo tenía. Un joven amigo me escribió hace tiempo para contarme que había organizado en su trabajo una colecta para el Banco de Alimentos. «Era sorprendente ver cómo mis compañeros se ponían en juego. Animados por mi invitación a inscribirse y donar dinero o alimentos, y llenos de curiosidad por cómo me había movido, durante los tres días que duró la colecta renunciaron a sus pausas para comer y venían conmigo a echarme una mano. Me sorprende la dinámica que ha tenido esta colecta, acostumbrado a vivirla en un ámbito escolar o universitario y con gente del movimiento. A los compañeros más cercanos les he propuesto la caritativa del Banco y será una buena papeleta explicar la diferencia entre caritativa y voluntariado. Tal vez el “potencial de vuestro carisma”, como decía el Papa el 15 de octubre, también se puede descubrir con y en estas dinámicas».
¿Qué es lo que más te llama la atención?
La nuestra es una época donde la razón se ha separado de la experiencia. Vivimos en un mundo de pensamientos, de sensaciones, lo veo sobre todo en los jóvenes. La caritativa te obliga a tocar un pedazo de realidad, “tocando” justamente la necesidad del otro. Te reengancha a la vida real. Ahí es donde alguien puede hacer que te des cuenta de que no habías entendido nada y necesitas volver a empezar.
¿Te ha pasado?
Sí. Cuando conocí a Enzo Jannacci, que en un instante me hizo ver lo que significa enamorarse de los seres humanos.
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