A raíz de las declaraciones realizadas hace algunos meses, del físico inglés Stephen Hawking, la polémica sobre el origen del Universo ha suscitado de nuevo la curiosidad popular (y no solo la popular). Aprovechando la circunstancia queremos acercarnos un poco más a este apasionante misterio, un desafío que no se rinde al método científico.
UN ACERCAMIENTO AL ORIGEN Y FORMACIÓN DEL COSMOS
Lo primero que nos sorprende es la baja densidad de materia en el espacio y las enormes distancias de vacío, casi absoluto, que separan los cuerpos estelares: los científicos utilizan, por ello, como unidad de media de distancia el año-luz (1), estando la estrella más cercana de nuestro sol a cuatro o cinco años-luz. Éste es una de las cien mil millones de estrellas que forman nuestra galaxia, una espiral con un espesor de trecemil doscientos años-luz y un diámetro de cien mil años-luz. Nosotros nos encontramos situados en el borde de uno de los brazos externos de esta magnífica concentración de estrellas, cúmulos estelares, nebulosas y otros objetos que forman el universo visible con pequeños instrumentos. Esta galaxia -la Vía Láctea- forma parte de un numeroso grupo de galaxias que constituyen el llamado Grupo Local; y estas agrupaciones, numerosísimas, se reúnen a su vez en metagalaxias, separadas por distancias inimaginables.
Todo esto lo observamos gracias a la luz viajera que nos llega a la tierra; vemos, pues, el pasado remoto (tanto como la distancia en años-luz de lo que observamos), por lo que este abismo espacial representa también un abismo temporal, y la Cosmología(2) y la Cosmogonía(3) están íntimamente unidas.
Los datos experimentales utilizados en el estudio del Universo han sido, fundamentalmente, los obtenidos a partir de los espectros(4) ópticos de la radiación electromagnética, tanto visible como invisible, emitida por los cuerpos celestes. El espectro suministra información tan importante como la composición química y la velocidad a la que se mueve la fuente de la radiación. Gracias a la astronomía espacial, que permite recoger esta radiación sin haber sido filtrada por la atmósfera, se confirmó que las agrupaciones de galaxias se alejaban de nosotros a una velocidad tanto mayor cuanto más lejanas estaban. Esto quiere decir que todo el Universo está en expansión, del mismo modo que dos puntos de un globo al inflarse «se ven» separar tanto más deprisa cuanto más separados estén; y esto, visto desde cualquier punto (desde cualquier galaxia).
Pero lo que ha representado el dato empírico más escalofriante y de capital importancia es la detección de la radiación de fondo o de cuerpo negro, distribuida con regularidad por todo el Universo, con una temperatura característica próxima al cero absoluto(5). Son los restos o radiación fósil del enframiento y expansión que siguen a la explosión de una mezcla de materia y energía, concentradísimas y a altísimas temperaturas en un único punto (una singularidad), que sucedió en el instante inicial de todo el Universo: el Big Bang o la Gran Explosión.
A partir de entonces, una serie de etapas y procesos producidos al tiempo que el Universo -y el espacio y el tiempo- se expande (de igual manera que el propio espacio físico del globo se dilata al inflarse, con el tiempo), conformaron el Universo en el que vivimos.
Quedan sin explicar las primeras fases del Universo -en las que dadas las condiciones tan extremas no serían aplicables las leyes físicas conocidas- y su futuro. Atendiendo a éste, se manejan dos posibilidades: o bien que su expansión sea indefinida hasta que se produzca una «muerte térmica» o enframiento total del cosmos; o bien que la masa total de éste sea tan grande que la propia atracción gravitatoria entre galaxias sea suficiente para frenar esta expansión e iniciar un proceso contrario, de concentración, que acabaría en una gran implosión (el Big Crunch). En este segundo caso, algunos postulan que el Big Crunch sería la muerte del Universo, y otros que se daría un nuevo Big Bang. El ciclo Big Bang-Big Crunch se repetiría según estos indefinidamente (universo pulsante).
La posibilidad de un Big Crunch no parece probable, pues para ello sería necesaria mucha mayor masa en el Universo de la que se detecta. Sin embargo, un universo pulsante mantiene un fuerte atractivo para algunos científicos, que continúan buscando la masa oscura (una hipotética cantidad de materia aún no detectada que haría posible la contracción), puesto que eluden la pregunta sobre el principio y el fin del Universo, perdiéndose en una serie de procesos repetidos eternamente.
EL MISTERIO DE LA CREACIÓN Y LOS LÍMITES DE LA CIENCIA
La ciencia, en su camino dirigido a penetrar en el misterio de la realidad natural, continúa superando sus límites de conocimiento: vemos así que la Física ha llegado a reconstruir la historia del Universo hasta momentos extraordinarimente próximos al fatídico instante cero: los primeros minutos después del Big Bang son divididos en eras diferenciadas por minúsculas fracciones de segundo. Sin embargo, las preguntas no terminan, y por cada nueva teoría científica surgen siempre nuevos interrogantes y aumenta la lista de problemas.
Además, la Cosmología es una ciencia peculiar y distinta de todas las demás, puesto que su objeto de estudio, el Universo, es único e irrepetible; el fenómeno a estudiar se verifica una sola vez y no es posible confrontarlo con otro similar para obtener una ley física cuantitativa. Pero, sobre todo, es distinto porque lleva al hombre moderno a encontrarse con el problema de los orígenes; pone al hombre frente a una cuestión personal que realmente le importa; ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? Son las preguntas sobre su origen, su destino y el de toda la realidad: no se trata sólo de descubrir cómo y cuándo ha nacido el cosmos y cómo el hombre se relaciona con él sino, sobre todo, qué sentido tiene ese origen, si nos preside la casualidad, el destino ciego, o bien un ser trascendente y bueno: Dios. Estas dos peculiaridades producen en el científico una mayor conciencia del propio límite, de la imposibilidad sustancial de pronunciarse sobre hechos tan únicos e irrepetibles con el sólo instrumento del método científico («La ciencia -nos comentaba un catedrático de Física Teórica- no puede pretender responder a qué había en el instante antes del Big Bang, o fuera de las fronteras del espacio-tiempo en expansión»), y esto provoca una creciente profundidad de las preguntas que están en la raíz de toda investigación (¿cómo?, pero también ¿por qué el Universo?, ¿hay un Creador?). Así, vemos que, incluso en artículos de divulgación científica, se manifiesta una preocupación por hechos que trascienden la propia física.
Si el primer sentimiento del hombre al mirar la realidad es el estupor de estar frente a algo que no es suyo, que existe independientemente de él, que es «dado» y de lo cual depende, esto lo percibe con especial emoción cuando mira el cosmos, cuando el horizonte de su mirada no es un aspecto parcial, sino la totalidad de la naturaleza. Así nos lo testimonia Albert Einstein: «La emoción más bella y profunda que podemos percibir es el sentido del misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y la verdadera ciencia, el que no lo conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse, está muerto y tiene los ojos nublados. ( ... ) La verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la Belleza más resplandeciente, sólo asequibles en su forma más elemental para el intelecto».
EL PUNTO DE PARTIDA NO ES UN PROBLEMA CIENTÍFICO
No siempre encontramos esta sencillez en un científico. Actualmente asistimos al nacimiento de lo que puede ser una nueva revolución en Cosmología. Es el nuevo modelo cosmológico propuesto por un hombre que ya es conocido en todo el mundo y del que casi todos hemos oído hablar: el gran físico inglés Stephen Hawking, considerado por muchos el más grande después de Einstein. Su obra divulgativa sobre Cosmología, Breve Historia del Tiempo, ha sido recibida en todo el mundo, en general, con tanto entusiasmo como falta de sentido crítico. En ella Hawking explica al gran público sus teorías científicas, cuya validez juzgará la Ciencia con el tiempo, y otras ideas propias, más allá de la Física, que nos gustaría comentar aquí.
Antes hemos hablado de la incapacidad de la ciencia para responder a la pregunta sobre qué había un instante antes del Big Bang. Esto es así porque el Big-Bang fue la explosión de una singularidad y es comúnmente aceptado por los científicos que en las condiciones extremas que definen la singularidad, todas las leyes de la Física resultan inservibles. Podría así hablarse de un principio del tiempo y del universo físico, de una «frontera» inicial en la historia del tiempo, frontera que la ciencia no podía traspasar y ante la que el científico o cedía el relevo a otras ramas del saber (filosofía, teología, ... ) o establecía el límite del conocimiento humano («No tiene sentido preguntar por antes del Big Bang» afirman muchos, «pues en el Big Bang se creó el tiempo»; respuesta que satisface poco la curiosidad, y que recuerda lo de la zorra y las uvas). Fue el mismo Hawking, junto a su maestro Penrose, quien demostró en 1970 que el origen del Universo, si la Teoría General de a Relatividad de Einstein es cierta, tuvo que ser la explosión de la singularidad, lo que hasta entonces era una hipótesis. Pero ahora apunta otra posibilidad: modificar la Relatividad General, convirtiendo el tiempo en una coordenada no distinta de las tres coordenadas espaciales (para lo que debe aplicársele un tratamiento matemático un tanto forzado, aunque no por eso totalmente repudiable). De esto resulta un espaciotiempo finito y curvo, esto es, sin bordes ni fronteras (como una esfera, sin ser infinita, no empieza ni termina en ningún sitio). Es decir, desaparece la singularidad y con ella el «principio». Llegados a este punto cedemos la palabra al propio Hawking: «Pero si el Universo es realmente autocontenido, si no tiene frontera o borde, no tendría principio ni final: simplemente seria. ¿Qué queda entonces para un creador?». «No es una demostración de que Dios no exista. Significa sólo que no es necesario». Más tarde añade: «Si el Universo es así, Dios no tuvo ninguna libertad en absoluto para escoger sus condiciones iniciales. Habría tenido, por supuesto, la libertad de escoger las leyes a que el Universo obedecería. Esto, sin embargo, pudo no haber sido una verdadera elección; puede muy bien existir sólo una, o un pequeño número de teorías unificadas completas, tales como las teorías de las cuerdas heteróticas, que sean autoconsistentes ... ».
Sorprende el contraste tan grande entre la postura de un hombre, Hawking, que afirma que su idea de Dios es semejante a la de Einstein, y la apertura y humildad ante el Misterio que este tenía. Hawking parece querer atar al Creador, limitar su libertad, sometiéndolo a las leyes de la Física y a categorías humanas. Conocer a Dios y sus límites únicamente con su razón. En una evidente falta de realismo, de adecuación entre objeto y método de estudio, busca conocer algo de Dios con fórmulas físico-matemáticas. Error parecido al que cometieron algunos miembros del Santo Oficio con Galileo Galilei, aunque esta vez se cambian los papeles.
Podría ser que el Universo fuera cerrado en sí mismo y aparentemente autosuficiente en su proceso de causa-efecto, pero decimos aparentemente porque esto no explicaría su propia existencia. El mismo Hawking lo dice en lo mejor de su libro, un párrafo en el que se asoma una pregunta grande y abierta: «¿Qué es lo que insufla fuego en las ecuaciones y crea un Universo que puede ser descrito por ellas? El método usual de la ciencia de construir un modelo matemático no puede responder a la pregunta de por qué debe haber un Universo que sea descrito por el modelo. ¿Por qué atraviesa el Universo por todas las dificultades de la existencia? ¿Es la teoría unificada tan consistente que ocasiona su propia existencia? ¿O necesita un creador? Y, si es así, ¿tiene éste algún otro efecto sobre el Universo? ¿Y quién lo creó a él?». Obsérvese que en esta última pregunta Hawking reconoce o «se le escapa» que lo razonable es creer que si hay algo es porque alguien lo ha creado.
Estas preguntas son demasiado difíciles de contestar incluso para Hawking. Él mismo, en un entrevista publicada por El Pais, afirma que la pregunta de por qué existe el Universo quizá carezca de sentido. ¿Existe alguna respuesta más desesperanzadora que ésta?.
En su libro, en cambio, dice que una vez que exista una teoría completa que explique cómo es y cómo fue el Universo, «entonces todos, filósofos y científicos, y la gente corriente, seremos capaces de participar en la discusión de por qué existe el Universo y por qué existimos nosotros. Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios». Lo que no dice es cómo, con qué método buscar esa respuesta.
La categoría de Stephen Hawking como científico no puede ser puesta en duda. Pero al afrontar el problema del Creador, problema que se encuentra de frente en su trabajo científico, comete dos graves errores. Por una parte lo escinde de la dimensión misteriosa del problema, encasillándolo casi en un sistema de ecuaciones, lo que es lo mismo que negarlo, puesto que un Dios que cabe en la razón humana y sus ecuaciones no puede tener los atributos de infinitud que le son propios.
Por otra parte, y esto quizá sea la causa de lo anterior, afronta el problema de Dios como el de un objeto más de estudio, quizá más importante que los otros, pero que no despierta en él un interés personal cualitativamente diferente. Su interés por Él no nace del corazón, de una exigencia dramática de significado para su vida. Al menos, nada de esto se refleja en su libro ni en sus declaraciones (en distintas entrevistas ha comparado al hombre con «un computador más complejo que los actuales» y «una especie avanzada de mono»). Ante una pretendida explicación científica del Universo, considera que Dios no es necesario. Él no parece necesitarlo. Esto es algo especialmente sorprendente en alguien que vive su particular drama personal, la terrible enfermedad que le tiene inmóvil en una silla de ruedas, incapacitado para hablar, y con un ordenador, que maneja con el único dedo que puede mover, como único medio de expresión.
El punto de partida para encontrar al Creador es la pregunta del corazón, no el problema científico, aunque puede ser éste el que la despierta. Como ejemplo valga el testimonio de otro de los grandes físicos del siglo XX, Erwin Schrodinger, uno de los padres de la Mecánica Cuántica: «La imagen científica del mundo que me rodea es muy deficiente. Proporciona una gran cantidad de información sobre los hechos, reduce toda experiencia a un orden maravillosamente consistente, pero guarda un silencio sepulcral sobre todos y cada uno de los aspectos que tienen que ver con el corazón, sobre todo lo que realmente nos importa: (...) El mundo es grande, magnífico y hermoso. Mi conocimiento científico de cuanto ha sucedido en él comprende cientos de millones de años. Y sin embargo, visto desde otra perspectiva, todo eso se contiene en los setenta, ochenta o noventa años que puedo tener garantizados, una minúscula motita en medio del tiempo inconmensurable, en medio incluso de los millones y de los miles de millones finitos de años que he aprendido a medir y a determinar. ¿ De dónde vengo y a dónde voy? Esa es la gran cuestión insondable, la misma para cada una de nosotros. La ciencia es incapaz de responderla».
1 Año-luz es la distancia que recorre la luz durante un año, a la velocidad constante de trescientos mil kilómetros por segundo.
2 Cosmología es la ciencia que describe la estructura del Universo.
3 Cosmogonía es el estudio de la historia del Universo.
4 Espectro es la representación de un determinado parámetro (p.e., la energía de una determinada radiación) en el dominio de la frecuencia.
5 Cero absoluto es el límite inferior de temperatura (-273° C).
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