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Huellas N.11, Abril 1988

NUESTRA HISTORIA

Comunio I Alliberament

Manel Valls i Serra

La historia de la experiencia del movimiento en Cataluña

Muchos saben que el movi­miento también existe en Catalu­ña, concretamente en Barcelona, pero muy pocos saben cómo nació. La historia es sencilla. En 1985, una pareja italiana recién casada -Diego Giordani y Silvia Zerlo­tín- viene a vivir a Barcelona por razones de trabajo. En modo algu­no pretenden «fundar» Comunión y Liberación. Quieren, sencilla­mente, vivir a fondo su fidelidad a una historia. Y empiezan a comu­nicar su experiencia a los amigos que encuentran a su paso. Una cena en Massanas (Girona) en casa de los Pons, a la que asiste un grupo de amigos de la familia, los pone en contacto con la primera estudiante que formará parte del movimiento, Maru, y con las her­manas de nuestro primer chico, Joan. Nace una profunda amistad entre ellos y un deseo de realizar juntos un camino.
Por otra parte, este mismo año llego yo de Roma donde había es­tado estudiando los últimos tres años. Allí no había tenido apenas contacto alguno con el movimien­to. Al contrario: en el Colegio Es­pañol, donde yo residía, aquél era mirado más bien con suspicacia y recelo. Sin embargo, un encuentro al que yo asistí del «Movimento Popolare» para plantear solucio­nes concretas al problema de la desocupación juvenil en la ciudad, me impactó profundamente. Allí oí hablar por primera vez a Ro­berto Formigoni. Enseguida perci­bí que entre aquellos centenares de personas, en su inmensa mayo­ría jóvenes, exisda «algo» que les unía entre sí con una fuerza muy superior a la que yo había podido ver en otros grupos. Mientras tan­to, desde Barcelona, un sacerdote, amigo íntimo, de unos 65 años, me «urgía» para que le mandase información sobre el movimiento. Este sacerdote era mosén [m.] Francesc Vergés i Vives, capellán del monasterio benedictino de las monjas de Sant Pere de les Puel.les, en cuya casa empezarían muy pronto a hacerse las prime­ras «Escoles de Comunitat».
A principios de noviembre del 85 somos invitados m. Vergés y yo por Silvia y Diego a asistir a la presentación oficial del movi­miento en Madrid y a los «ejerci­cios» que don Luigi Giussani iba a dar en Alcobendas a unos trescien­tos universitarios del movimiento. Allí conocimos y hablamos perso­nalmente con don Giussani y le in­vitamos a venir a Barcelona. La fuerza y la firmeza de su palabra provocaban la más profunda aten­ción de todos los que le escuchá­bamos. Sentíamos estar delante de todo un capo, un líder capaz de despertar al más adormecido y de suscitar entusiasmo por Cristo y su Iglesia. Y de nuevo, el impacto de la unidad se percibía allí presente. La verdad es que volvimos a Barcelona muy contentos. Por lo que a mí respecta, había encontra­do a alguien que respondía, sin ta­pujos ni medias verdades, a mis inquietudes.
A partir de aquellos ejercicios, a los que también asistieron Maru, Silvia y Diego, se consolidó el pri­mer grupo del movimiento. A nuestra vuelta a Barcelona empe­zamos a reunirnos cada semana en casa de m. Vergés. Yo participaba, pero un poco a longe (de lejos), pues al mismo tiempo, yo era uno de los consiliarios de otro movi­miento, aunque lentamente se abriría una brecha de desconfian­za hacia mi persona por parte de los dirigentes y consiliarios de este movimiento, hasta provocar re­cientemente mi separación defini­tiva del mismo. Ello ha sido la consecuencia de mi progresiva identificación con CL. La «crítica» de la Iglesia que aquel otro movi­miento realizaba para así ganarse a los estudiantes «críticos» y po­nerse a su nivel, no era -según mi criterio- el modo más apro­piado para ayudarles a amar la Iglesia e identificarse con ella. La identificación con Cristo sin la identificación sincera con la Igle­sia siempre me pareció una tram­pa.
El 14 de diciembre, Giussani hacía una «escala técnica» en Bar­celona y le preparamos un encuen­tro con diversas personalidades eclesiales y civiles, con dirigentes del Grupo de Estudios Nacionalis­tas (GEN), y con las personas que ya se habían interesado por el mo­vimiento: en total, unos cuarenta asistentes. Incluso un Conseller de la Generalitat que se mostró muy interesado en conocer a Giussani. La finalidad del encuentro no era «presentar» el movimiento, sino oír hablar a Giussani sobre el «problema humano» y sensibilizar a los presentes sobre la respuesta que da el movimiento al mismo. Durante el verano, Pep Maria, un amigo nuestro del GEN, asiste al Meeting de Rímini y participa en las Vacaciones Internacionales en Corvara, cuyas impresiones -muy positivas- publica luego en un artículo de una página en­tera en el semanario «Catalunya Cristiana» (n. 369) en el que ter­minaba diciendo: «"Comunione e Liberazione" es, según mi opi­nión, un movimiento de Iglesia que todos debemos conocer, por­que da un ejemplo firme de ilu­sión, esfuerzo, solidaridad y traba­jo bien hecho.»
A inicios del curso 1986/87 contamos con el refuerzo de Kiko Romo, un joven profesor que has­ta entonces vivía en Madrid. Se le dio hospitalidad en Llavaneras (a unos 30 km. de Barcelona) y se le proporcionó trabajo en la Escuela de aquella población como profe­sor de religión. La presencia de Kiko entre nosotros fue determi­nante en el sentido de que una parte considerable de nuestra ac­tual comunidad procede de Llava­neras. Una excursión al Montseny afianzó la amistad entre el grupo que se iba formando en Barcelona y el grupo de Llavaneras. El «aterrizaje» poco después de tres italianos -Andrea, Paola y Vale­ria- vendría a «reforzar» aún más la comunidad naciente y a darle un nuevo impulso. En poco tiempo la profundidad de la rela­ción fue increíble. La razón era sencilla: se ponía en común lo que más nos interesaba en la vida. Habiendo crecido, no cabíamos ya en casa de m. Vergés, por lo que pedimos a las monjas Benedicti­nas que nos permitieran hacer la «Escola de Comunitat» en su hos­pedería. No llegábamos a veinte; sin embargo, se nos seguían ya to­dos los pasos. Recuerdo cómo en una reunión de los Consiliarios Diocesanos de Juventud alguien preguntó, alarmado, si «era ver­dad que los de CL habían desem­barcado con todos los pertrechos necesarios para implantarse aquí». ¡Y en una reunión de una zona de la diócesis, los sacerdotes y segla­res presentes «decidieron» que en su territorio no se haría Comu­nión y Liberación! Éramos cuatro gatos y ya se nos consideraba pe­ligrosos ...
Durante el curso 1986/87, or­ganizadas por los amigos que ha­bíamos hecho en la «Consellería d'Agricultura» de la Generalitat tuvieron lugar en el Forum Ver­gés de los jesuitas dos conferen­cias, una de nuestro amigo m. Ba­ilarín y de José Miguel Oriol sobre la conciencia religiosa del hombre moderno y la otra de Roberto For­migoni sobre cristianismo y política. A ambas asistieron unas se­tenta personas. A Formigoni, el periodista, Jordi Piquer le dedica­ría una interesante entrevista en La Vanguardia del 14 de diciem­bre.
En el verano participamos en las vacaciones universitarias de Pianolas. Se iban creando así unos lazos de comunión y de amistad con los grupos del resto del Esta­do, y al comienzo del curso 86/87, empezamos a trabajar «El sentido religioso» de Giussani. Un hecho importante fue la preparación de la exposición sobre Gaudí que ten­dría lugar en el Meeting de Rími­ni. La venida de los arquitectos Magistretti y Grippa nos permitió compartir con ellos una jornada entera y escuchar sus testimonios personales. Más tarde, el 25 de ju­nio, y bajo la presidencia del Con­seller de Cultura de la Generalitat, Joaquín Ferrer, fue presentado a los medios informativos «la que puede ser sin duda la más impor­tante embajada cultural catalana de este verano: Gaudí estará pre­sente en el octavo Meeting de la Amistad entre los Pueblos que se celebrará en Rímini». Así se ex­presaba Jordi Piquer en La Van­guardia del domingo 28 de junio.
Al acto, que supuso una evidente proyección ciudadana de lo que nosotros proponíamos como mo­vimiento eclesial, asistieron un centenar de personas, entre los que había muchos amigos del GEN y personalidades como el Conseller d'Agricultura, Miró Ar­dévol, quien se desplazaría luego expresamente a Rímini para visi­tar el Meeting.
Participamos unos veinte en las vacaciones de universitarios este último verano en Gijón, de las que nos ha quedado el excelente testimonio de Nuria Mora: «Aho­ra me acuerdo de que antes de ir estaba totalmente perdida en mi mundo, confusa y sin ganas de participar realmente. ¡Tampoco sabía exactamente por qué iba! No me había implicado demasiado du­rante este año y me dejaba llevar por el sentimentalismo de hacer cosas ... ; pero viviendo en medio de esta compañía que reconocía a Dios en cada momento del día y en los hechos más cotidianos y sencillos de cada día, se veía una unidad, reflejo de una amistad sin­cera, vivida con una razón más profunda que un puro sentimen­talismo.»
Yo tuve que renunciar a ir a Gi­jón porque mi madre, ya delicada de salud, dio un bajón fuerte por aquellos días. Cuando creí que es­taba de nuevo estabilizada su si­tuación, pensé que podía viajar a Rímini junto con Diego y Silvia, Kiko y Maru, Mar e Ignasi -es­tos últimos, una pareja casada ci­vilmente de quienes nos habíamos hecho amigos y que el 24 de sep­tiembre recibirían el sacramento del matrimonio, en cuya celebra­ción participaría activamente todo el grupo-. El caso de Ignasi y de Mar es increíble [ver «Nueva Tierra», nI2 9: "He descubierto el matrimonio cristiano"]. La bús­queda apasionada de Mar por «ser feliz» y la tremenda humanidad de Ignasi que, a pesar de su agnosti­cismo inicial, se ha acercado a nuestra posición humana, sintién­dose perteneciente a nuestro gru­po, constituyen una especie de pa­radigma de lo que proponemos y vivimos en el movimiento. Allí en Rímini, las conferencias de m. Ba­llarín, Bonet y Bassegoda sobre Gaudí gozaron de una extraordi­naria audiencia y fueron seguidas con mucho interés; así como la ex­posición sobre la Sagrada Familia de Gaudí.
Al dejar Rímini, nos dirigimos a Corvara para participar en las Vacaciones Internacionales. Fue­ron unos días de gran intensidad en la comunión y la amistad. Cuando me acercaba, pocos días después, a Collevalenza de Todi para el encuentro con los sacerdo­tes, me llegaba la noticia del falle­cimiento de mi madre. No puedo olvidar la compañía, el consuelo y la solidaridad en el dolor que me expresaron tanto Mons. Javier Martínez -quien iba a dirigir los ejercicios- como el mismo don Giussani. Don Giorgio Zanone, con otro sacerdote, se ocuparon de todo y me acompañaron al aero­puerto de Roma para regresar lo más pronto posible a Barcelona. Mi homilía en el entierro de mi madre fue como un eco de lo que había escuchado en Corvara. Em­pecé con estas palabras de Juan Pablo II, tan queridas para noso­tros: «Nosotros creemos en Cris­to muerto y resucitado, presente aquí y ahora, el único que puede cambiar, y de hecho cambia, al hombre y al mundo» (pensad que tenía ante mí la plana mayor del socialismo de la Ciudad Condal...). El hecho luctuoso de la pérdida de mi madre está ya asociado para siempre a nuestro movimiento.
Al inicio del curso 87/88, el día del Pilar, contamos con la presen­cia de Carras y Mauro. Vivimos una jornada espléndida en la casa de ejercicios «Sagrada Familia» de Rubí. ¡Éramos unos cincuenta, en­tre nuestro grupo y los amigos in­teresados! Comimos juntos en el bosque, celebramos la Misa, escu­chamos la charla de Carras sobre las dimensiones fundamentales del movimiento. Creo que este en­cuentro fue estimulante para to­dos y nos lanzó a la aventura del presente curso, en el que hemos empezado a realizar gestos con­cretos, tales como colocar las «At­lántidas» -carteles con un juicio sobre un problema concreto- en algunas facultades. Concretamen­te, se hizo una presentación en Económicas sobre lo que estamos viviendo en el movimiento, que supuso jugarse personal y públicamente el tipo ante los compañe­ros. Algunos de los carteles no son firmados solamente con nuestras siglas, sino con nuestros nombres y apellidos.
También en Llavaneras estas vacaciones de Navidad, en un lo­cal público, hicimos una exposi­ción de lo que representa para no­sotros la experiencia del movi­miento. Poco a poco va surgiendo el deseo de comunicar lo que vivi­mos en el propio ambiente. Estos gestos nos han exigido, además, preguntarnos por qué seguimos en este camino y por qué vale la pena vivir esta pertenencia.
Los miércoles, en los comedo­res de la universidad, se reúne un buen grupo para hablar de los pro­blemas de la Universidad. Los lu­nes, otro grupo se reúne para leer el periódico juntos. De vez en cuando, para subrayar el tiempo li­túrgico, celebramos la Misa. Algu­nos han empezado a formar un pequeño coro, dirigido por Marta Romaní, para animar nuestros en­cuentros y celebraciones. Los de Barcelona ciudad han iniciado también periódicamente la «cari­tativa» en el comedor que las monjas de Madre Teresa han abierto en los barrios bajos de la ciudad. Los de Llavaneras la hacen con un grupo de adolescentes de su parroquia. Lo importante es compartir con los demás para vi­vir con gratuidad todas las circuns­tancias de la vida. Esto incide luego también en el resto de nuestra vida, cambiando poco a poco las relaciones familiares, con los ami­gos, etc. Así vamos creciendo.
Por último, quisiera subrayar cómo nuestra experiencia va sus­citando interés, a veces curiosidad, y por parte de algunos, incluso re­celos y temores. Desde el campo teológico, por ejemplo, cabe desta­car la lección inaugural dada por Josep María Rovira y Belloso en la Facultad de Teología, y luego pu­blicada con el título «Fe i Cultura en el nostre temps» (Sauri, Publi­caciones Abadía Montserrat, 1987), en la que analiza -y lo hace con respeto, aunque no com­parta nuestra perspectiva- nuestra experiencia en un capitulito dedicado a los «católicos de la pre­sencia»: «Éste me parece el "mo­mentum veritatis" de la presencia -escribe Rovira-: la necesidad de una palabra fuerte, viva, testi­moniada personalmente y en co­munión como "force de fráppe" respecto de la ola cultural que, no sólo prescinde de la hipótesis­-Dios -como decía Laplace a Na­poleón-, sino que vive y actúa asi precisamente en tanto que va sa­cando todas las consecuencias prácticas de la "muerte de Dios"» (p. 117). Hasta aquí Rovira es po­sitivo. Luego advierte a continua­ción del peligro de apelar a la co­munión «desde un cierto elitismo, las ilusiones de un inconformismo impaciente, la ambigüedad de una lucidez que, sin una concreta fide­lidad a la causa de los pobres y de la paz, puede llegar a ser reaccio­naria». Y termina diciendo: «Lo mínimo que podemos aprender de CL es el espíritu de iniciativa cris­tiana. Desde nuestra pequeña pa­tria catalana -escribe todavía- ­nuestra aportación a estos herma­nos seria el conocido "adagio": "más vale sumar que restar"; más vale profundizar y hacer realmen­te la comunión eclesial -entre to­dos- que no sentirse "redentores impacientes"» (id.).
Desde Cataluña, y reconocien­do el peso específico que estas pa­labras de nuestro teólogo tendrán en la opinión eclesial catalana, sólo nos queda ir demostrando con hechos concretos y con sencillez la validez de nuestra experiencia y nuestro deseo de compartirla con todos los que sin prejuicio alguno reconocen, como nosotros, la mag­nitud de los retos que tenemos de­lante (secularización, cultura de la increencia, etc.) y la convicción de que el Espíritu no deja de suscitar nuevos carismas con los que res­ponder a las nuevas circunstan­cias. Por lo demás, el Supremo Pastor ha reconocido con creces la validez del carisma de nuestro mo­vimiento. En todo caso, y hablo por lo que he sufrido en mi pro­pia carne, hoy por hoy, no somos nosotros quienes «restamos». Mi experiencia con aquel movimien­to estudiantil del que yo formaba parte avala esta afirmación.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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