Coloquio a raíz de la I Peregrinación Universitaria a Guadalupe (1-4 de Octubre)
Hacia las ocho de la tarde del sábado tres de octubre desembocábamos en la plaza de Guadalupe los cerca de seiscientos peregrinos que habíamos salido de Madrid. Nos recibían unos doscientos más, provenientes de Toledo, al pie de la catedral iluminada. Todos cansados pero contentos. Todos cansados por los cerca de setenta kilómetros andados y contentos, muy contentos, por el esfuerzo realizado antes de llegar a nuestra meta mariana y por la experiencia vivida. Nuevos rostros conocidos, un encuentro con otros grupos eclesiales, momentos duros y momentos alegres, el gozo que nos daba el ser recibidos por las gentes del lugar... pero, sobre todo, la conciencia de que Cristo estaba presente entre nosotros en aquel instante y de que podía estarlo en nuestro ambiente, en la Universidad, teniendo cabida en ello todos nuestros compañeros y amigos.
Nueva Tierra: Quisiéramos recoger lo que ha sido la experiencia de Guadalupe. En alguna revista se han podido leer críticas contra esta peregrinación, que era calificada de viaje turístico y a la cual se acusaba de no afrontar los problemas concretos de la Universidad.
¿Cuáles eran los objetivos de este acto eclesial?
José Miguel (delegado de Pastoral Universitaria de Madrid y organizador de la peregrinación): Varias personas habíamos pensado crear un instrumento que nos fuera preparando al V Centenario del Descubrimiento de América. Surgió, entonces, la idea de hacer una peregrinación, en concreto al santuario de Guadalupe por su relación con este hecho histórico. Esto encajaba directamente dentro del año mariano declarado por el Papa. A través de esta peregrinación todos los universitarios podrían manifestar su devoción a María, y se podrían expresar sus anhelos y deseos de una mayor eclesialidad y unidad, de una vivificación de la propia fe. Esta peregrinación no era un acto puntual, sino que implicaba un compromiso y conformaba toda la vida de los universitarios durante varios días. Era, pues, algo muy pedagógico. Se convocó a todos los movimientos y parroquias donde se sabía había alguna realidad estudiantil y recibimos numerosas respuestas positivas. Destacaron en un primer momento Schonstatt, Verbum Dei, diversas congregaciones marianas, Milicia de Santa María, y luego se añadieron otros grupos. Desde el comienzo, se percibió que era un acto eclesial y de unidad, y a mí me ha ayudado mucho a vivir, no sólo durante la peregrinación en sí, en una continua comunión con otros grupos hasta aquel momento desconocidos para mí. He quedado sorprendido por la sintonía que ha habido entre nosotros durante la preparación de la peregrinación.
N.T.: ¿Cuál ha sido vuestra experiencia personal durante la peregrinación?
Encarni Javaloyes (estudiante de 5º de Filología Inglesa. Miembro del movimiento de los Focolares): A mí me ha servido como experiencia eclesial, para comprender que cada persona es un don para el otro; me ha hecho vivir como los primeros cristianos, que eran reconocidos porque se amaban entre ellos. La aportación de cada uno, el hecho de que fuéramos a un santuario mariano, han contribuido a crear esta comunidad, a descubrir a María. Ha sido una experiencia distinta que se te queda grabada. Ha sido descubrir que todas las realidades cristianas, cada una por su camino, se dirigen a Cristo.
Ronnie Marcelo (estudiante de teología. Miembro de «Verbum Dei»): Pensando en la peregrinación, me surgió, espontáneamente, la comparación entre ella y la vida. Me impresionó la llegada a Guadalupe con la catedral iluminada que daba una sensación de grandiosidad. Nuestra vida puede terminar también en esa grandiosidad. El punto de partida soy yo, como pecador, y se trata de empezar a caminar con una orientación. Me gustó el ambiente de comunión, las ganas de compartir todo.
Gonzalo Santamaría (estudiante de Filología Hispánica. Miembro de «Comunión y Liberación»): No ha sido sólo un estar juntos, un charlar, un conversar, sino un estar todos haciendo lo mismo. El ir caminando en grupos diferentes ha permitido una convivencia en la que cada uno, en su situación particular, caminaba hacia el mismo destino. El conocer a personas determinadas allí, ha cambiado nuestra presencia en la universidad: ahora, nos reconocemos por los pasillos, rezamos juntos...
Javier Alonso (estudiante de 5º de Periodismo. Miembro del «Opus Dei»): Mi experiencia de peregrino ha sido una experiencia vital. La llegada a Guadalupe fue para mí una explosión de resurrección y fuerza. Los resultados no pueden ser más que positivos. La experiencia cristiana es constructiva, creativa, porque no es pretérita sino presente, actual.
Ramiro Gallo (estudiante de teología. Miembro de «Verbum Dei»): Uno no tiene más que a uno mismo, y el único fruto a conseguir es la experiencia personal de Cristo. Resulta ridículo el caminar por caminar, pero si logramos entender la vida como los cuatro días que hemos pasado, uno entiende lo que es la vida. Nuestra vida es fruto de un Amor, un Amor que nos pone a caminar y al que tenemos que volver, respondiéndole con lo poco que hemos amado. En mi grupo, que era de lo más variopinto, yo viví una experiencia de comunión plena. Descubrí que el camino es interior, y sólo cuando comprendí la necesidad de comunión real, empecé verdaderamente la peregrinación.
José Miguel: Me gustaría explicitar algo a lo que se acaba de aludir. En el lema que elegimos como leit motiv, «Con María construimos la civilización del amor», se expresaba el deseo de tomar conciencia de que nosotros tenemos que construir la civilización del amor. De hecho, a través de lo que se ha vivido durante estos cuatro días, ha quedado la convicción de una nueva civilización. Yo he tenido contacto con personas que se quedaban impresionadas por el ambiente de unidad, de relación, de familiaridad que se vivía entre la gente (incluso el mismo teniente que dirigía la operación del ejército, al que hay que agradecer su aportación, comentaba que los soldados estaban sorprendidos al ver este tipo de juventud). La forma en que construimos esta civilización del amor es justamente a través de la comunión, que se experimenta por el reconocimiento de Cristo y por la adhesión a la comunidad que hemos encontrado.
N.T.: ¿En qué sentido ha tenido una continuidad, una incidencia la pregrinación en vuestra vida cotidiana, en particular, en vuestras facultades, en la universidad (aunque esta también se podría plantear en el mundo del trabajo, puesta que nos acompañaban trabajadores)?:
Gonzalo: Una de las cosas que he visto más claramente es que estamos viviendo, cada uno en su realidad concreta, la comunión. Nos hemos sensibilizado con los problemas comunes que nos preocupan en la universidad y de aquí ha surgido la necesidad de afrontarlos juntos.
Ramiro: Guadalupe ha sido, en realidad, la necesidad de radicalizar mi fe y de vivirla en comunidad; y esto es lo mismo para el que trabaja que para el ama de casa, o que para el universitario. Frente a a soledad que vive el universitario, Guadalupe ha creado una amistad profundísima; somos el «mirad cómo se aman», que permite que los cristianos aporten un tipo de amor y de valores totalmente distintos que se transmiten si se viven. Esto es una forma nueva de estar en la universidad.
Javier Alonso: La pregrinación no es un «acto pío» si por ello entendemos un acto «extraordinario o sólo para iniciados», sino fundamentalmente religioso, que está enraizado en nuestro ser, que nos religa, que nos redescubre el amor silencioso del Padre en la figura de María. Por tanto es un acto «útil».
Ronnie:La peregrinación puede ser una experiencia que reaviva mi fe, y si la universidad es en mi vida un lugar en el que yo puedo vivir mi fe de modo natural, no veo conflicto entre ella y la peregrinación.
José Miguel: Sólo puede ser comunicado algo que uno ha reconocido como supremo don, como algo que me cambia. Y esto es lo que da origen a la misión que no es un discurso, no son unas actividades. Es transmitir con un gran gozo aquello que se ha encontrado como lo más importante de la vida. Por supuesto, la Pastoral Universitaria está sobre todo interesada en la misión, porque la dimensión misionera es esencial en el cristiano. Y misión es hacer presencia de Cristo, a través de la Iglesia, es decir, a través de los cristianos que viven en la universidad, sean estudiantes o profesores.
Por otro lado, a mí me da cierto disgusto hablar de la universidad, porque lo que a mí me inquieta son los universitarios, las personas concretas. Los frutos de la peregrinación en este sentido se han visto en una serie de hechos. En algunas facultades se han creado grupos de pastoral, intentanto crear una comunidad que ofrezca su vida, su amistad. Además, algunos han reconocido que la peregrinación les ha servido para vivir mejor la universidad y otros se han adherido a asociaciones culturales que han sido creadas últimamente para trabajar por una universidad más justa, más humana.
A fin de cuentas, lo importante es que haya un sujeto que construya de modo distinto la universidad, y ese sujeto es, a mi modo de ver, la comunidad eclesial que está surgiendo, lo que es algo realmente esperanzador. Y es este sujeto el que puede llevar a cabo todo tipo de actividades e iniciativas.
N.T.: Podríamos concluir planteándonos cuál sería la labor del cristiano en la universidad.
Javier: La tarea universitaria supone un compromiso de hecho. Un deseo de derrotar al hombre viejo individualista para hacer surgir al hombre nuevo orientado hacia una cultura provocativa y diferente: una amistad universitaria, un intercambio de valores, una familiaridad cristiana, un mundo cultural cimentado sobre la roca de la solidaridad, una comunión vivida con humildad y manifestada con sencillez.
Ramiro: Se trata de ir profundizando; de la misma manera que se crean los cimientos de una casa, lo que resulta ser lo más laborioso, se trata de una labor en la que tiene que participar mucha gente. No es cambiar un sistema, sino hacer un hombre nuevo al que estamos apuntando. Es antes el ser que el hacer.
José Miguel: Resumiendo, yo diría que la labor del cristiano es defender lo humano, preocupándome de mi propia humanidad y de la de los otros. Sólo si hay una plentitud humana, esa plenitud podrá hacer presente a alguien más grande, a Cristo. En nuestra universidad, que es un desierto, donde el estudiante se encuentra solo y violentado en sus propios anhelos (razón por la que tiende a huir de ella), si no existe este tipo de propuesta se genera apatía, derrotismo... En este ambiente, vivir la misión es vivir lo humano que para nosotros acontece a través de Cristo y de la Iglesia.
Para terminar, quisiera recordar las palabras de Newman: «Llegará un día en que el único ámbito en que se defienda la verdad, la justicia y al hombre sea la Iglesia». Yo creo que este momento ya ha llegado.
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