En el Meeting de este año se han desarrollado todas las tardes diversos encuentros sobre la «Compañía de las obras», una realidad que reúne experiencias profesionales y culturales numerosas. La energía de construcción de grupos de personas presentes en la realidad social y económica con pasión por el destino del hombre y por todos los aspectos de la vida, ha generado experiencias vivas y operantes en el en el mundo del trabajo y la cultura. Este tipo de «empresas» ha resultado particularmente significativo en un Meeting que ha tenido como tema la dimensión creativa del hombre como aspecto fundamental para el hombre mismo.
Este artículo pretende explicar de dónde nace la energía que hace posible la construcción de estas obras, dentro del marco de la doctrina social de la Iglesia y algunos conceptos fundamentales que definen las motivaciones de la persona que las realiza.
Llamamos «obra» a la acción del hombre en cuanto que no se limita a experimentar una emoción frente a una determinada necesidad sino a intervenir con una respuesta a aquella necesidad. «Obra» en sentido estricto, es todo intento de imaginar y crear estructuras operativas que contribuyan a renovar el tejido social y la convivencia civil.
El hombre se expresa personal y socialmente a través de preguntas y exigencias fundamentales sobre el significado de la vida, sobre el sentido del trabajo, sobre la justicia y el bien a realizar para sí mismo y para todos. El afrontar seriamente estos deseos fundamentales lleva a los hombres a reunirse para realizar una solidaridad operante mucho mayor que aquella que se establece habitualmente.
La «Compañía de las obras» ha nacido para sostener, incrementar y tutelar el crecimiento de un movimiento de obras sociales, para valorar la aportación de cada adhesión, ya sea la cooperativa, la empresa pequeña, la sociedad de servicios, en relación con un horizonte mucho más grande: el bien común que la doctrina social cristiana ha indicado siempre como el único objetivo adecuado al trabajo de cada uno.
Una actuación social libre y creativa necesita ante todo de un sujeto humano, que afrontando las necesidades y urgencias haga emerger una presencia nueva en cada ambiente.
Las obras tienen la fuerza de una experiencia concreta: por esto precisamente tienen necesidad de ser ayudadas para que con el tiempo puedan convertirse en patrimonio de la vida social y económica superando así una limitada óptica economicista. Desde este punto de vista, un criterio discriminador para participar en esta «Compañía de las obras» no es la rentabilidad como regla y objetivo, sino una nueva solidaridad entre obras con fin de lucro y obras sin fin de lucro como se encuentran en el campo de los servicios a la persona.
Todas estas realizaciones sociales sostienen un movimiento en donde cualquier persona tiene la posibilidad de colaborar en la construcción de una estructura social nueva: una «Compañía de las obras» y de quien las realiza, esto es, una compañía de hombres. La primera contribución de este movimiento de obras es el surgimiento de una unidad de otra forma inimaginable, que valoriza todas las energías y todas las iniciativas estables. Apertura y colaboración son las condiciones para que se realice la «Compañía de las obras». El objetivo, a su vez, de este movimiento de obras no es el poder, sino la posibilidad de realizar aquello en lo que se cree. La mayor parte de los que animan la «Compañía de las obras» ha encontrado la experiencia cristiana en los ambientes de estudio y trabajo y ha valorado la capacidad de responder de manera adecuada a las exigencias y a los deseos de la vida. El nacimiento de la «Compañía de las obras» ha confirmado la intuición de que la experiencia religiosa del hombre, esto es, la relación del hombre con las preguntas últimas que la vida le pone delante, tiene un éxito social visible, determina un movimiento en la historia que tiene como protagonista a la persona y a las relaciones de las que ella es el centro. También gracias a este movimiento de obras han caído las tradicionales barreras que durante mucho tiempo han hecho enfrentarse a los grupos entre sí, ya que la preocupación de la «Compañía de las obras» no es la defensa de un toto cerrado, una reserva en la que proteger las iniciativas; no se trata de imaginar un modelo teórico perfecto que resuelva los problemas y las contradicciones sociales. Ciertamente, existe una experiencia concreta de obras sociales que presenta elementos de novedad. Se trata de ejemplos que pueden estimular reflexiones y teorías más adecuadas a la realidad en que vivimos. El fenómeno de las obras tiene poco carácter de proyecto, y mucho menos de estrategia; se trata de una presencia que libremente inventa formas nuevas de respuesta a las necesidades de las personas.
Por otra parte, las obras tienen un gran enemigo: la concepción centralista según la cual a cada problema debe responder el Estado, prescindiendo así de la energía de un pueblo que vive y del que nacen iniciativas sociales. Es necesario que el Estado favorezca de verdad la existencia de una multiplicidad de realidades agregativas y obras sociales en las que se exprese el sentido religioso y la iniciativa creadora de todo hombre.
La doctrina social llamó a esta «primacía» de la sociedad sobre el Estado «principio de subsidiariedad». Esta presencia social tiene como único objetivo dar forma y responder con iniciativas concretas a la doctrina social de la Iglesia para afirmar el valor social y un éxito visible del cristianismo.
Para quien hace las obras
MOTIVO.- El comienzo de una obra viene dado normalmente por la organización de la respuesta a una necesidad concreta, pero el motivo no se agota aquí: éste es, fundamentalmente, hacer visible y encontrable el Hecho cristiano en los aspectos concretos de la vida, en los intereses cotidianos. Por tanto, las obras no son sólo una simple respuesta a una necesidad, sino una presencia nueva en el ambiente.
CULTURA.- Quizás la palabra cultura es la más indicada para entrar en el motivo. Una cultura liga un aspecto concreto a la totalidad; por su propia naturaleza cualquier cultura debe tender a ser católica, esto es, universal. De otra manera no es auténtica cultura.
CARIDAD.- La otra palabra a subrayar es caridad. En las iglesias se canta: «Danos un corazón grande para amar». Tenemos el corazón de Dios hecho hombre como ejemplo del horizonte al que debe corresponder nuestra acción. La caridad es una obra. Convierte a solidaridad en obras en cuanto que crea un sujeto nuevo.
PERSONA.- La obra es realmente la persona: la persona que decide y actúa con su responsabilidad, pero dentro de una dependencia. El adulto es responsable de la obra que construye, pero la obra debe hacer amar ante todo la realidad más grande a la que la persona pertenece y contribuir así al incremento de la fe y su incidencia en la vida, hasta estar dispuestos a cambiar la configuración de la obra que se construye en función del objetivo común.
GRATUIDAD.- La obra, en sentido cristiano, es un acto de gratuidad, de caridad hacia sí y hacia los demás. Hacia sí en cuanto que ayuda a la persona y casi la obliga a comprometerse con el ideal, la ayuda a implicarse más. Hacia los demás porque reclama a todos a la primacía de la persona, a sus preguntas, exigencias y deseos con respecto al mecanismo social. La obra siempre es un instrumento y nunca un objetivo en sí misma.
LIBERTAD.- La obra es el fruto de la libertad de la persona: libertad ya sea como posibilidad de acción o también como responsabilidad. No existe cristianamente el concepto de libertad como ausencia de relación: la libertad es la afirmación de una relación, por tanto, una responsabilidad.
PERTENENCIA.- La conciencia de la pertenencia elimina la impresión de que el esfuerzo pueda ser vano. En la acción del voluntariado, en el gesto de solidaridad existe una pregunta fundamental: ¿por qué hago yo esto?, ¿en nombre de qué? La solidaridad es una característica instintiva en la naturaleza del hombre (mayor o menor); ésta todavía no construye historia, no crea obra mientras que sea una emoción o una respuesta reactiva a una emoción, porque una emoción no construye. Lo que construye es la respuesta consciente a la pregunta: ¿por qué adherirnos a esta urgencia de solidaridad?
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