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Huellas N.7, Agosto 1987

EL PUEBLO SUMERGIDO

La fuerza de la fratenidad

El pasado mes de marzo, Alexandr Ogorodnikov escribió esta carta de agradecimiento, poco después de ser liberado del campo de concentración, el 14 de febrero del año en curso, después de casi ocho años de reclusión. Su liberación ha sido posible principalmente gracias no a la «liberalización de Gorbachov», sino a la enorme campaña organizada en su defensa en todo el mundo cristiano. No es una casualidad que la carta que publicamos haya sido enviada por el autor a distintos Centros y personalidades de Occidente entre las cuales están el Arzobispo Antonij de Ginebra (Presidente de la Fraternidad «acción ortodoxa»), «Aide aux chretiens en Russie» (París), el Keston College (Reino Unido), Anatolij Levitin-Krasnov (Suiza) y Comunión y Liberación (Italia).

Inclino la cabeza y las rodillas en profunda gratitud por vuestras oraciones y por la obra de miseri­cordia en defensa de vuestros her­manos cristianos en Rusia.
En los campos de concentra­ción dispersos por toda la vasta Rusia, detrás de las barreras de alambre de espino y cables de alta tensión, acompañados del ladrar frenético de los perros guardianes: encerrándose en la penumbra se­pulcral de las celdas de aislamien­to, donde el silencio opresor de los días siempre iguales transforma el mismo tiempo en un instrumento de tortura, cuando el corazón co­mienza a faltar y la lengua se pega al paladar en un balbuceo sin sen­tido, cuando el hambre ataca las entrañas, el frío atiere la carne y la desesperación fluye por la san­gre; puede parecer, entonces, que la indiferencia del mundo nos ha entregado ya a la tumba, que la parte del cielo visible a través de las rejas de la ventana se ha cerra­do sobre nuestra cabeza, y nos sen­timos totalmente solos y abando­nados, y la desesperación nos su­merge como una marea.
Pero ha sido, verdaderamen­te, en aquellos momentos terri­bles, en las heladas celdas, cuando he percibido físicamente el calor de vuestras oraciones y de vuestra compasión, una fuerza que nos une a través de una corriente de energía espiritual, generada en nuestra experiencia común de fe y en los vínculos misteriosos de la unidad fraterna.
Ha sido como el contacto ca­liente de una mano fraterna que ha cortado el alambre de espino y ha atravesado los muros tenebro­sos. La fuerza de vuestro amor y de vuestra compasión han trans­formado mi desesperación en una esperanza increíble, mis gritos en oración, y el comienzo de la locu­ra en iluminación.
Vuestra intercesión por los cristianos perseguidos y por todos los prisioneros de conciencia des­pierta la conciencia moral del mundo frente al odio, y da testi­monio de la dignidad y del valor de todo ser viviente en cuanto he­cho a imagen y semejanza de Dios. Vuestra obra es la confirmación viva de la unidad de la Madre Igle­sia, y nos empuja a encarnar la verdad de que todos nosotros somos miembros del cuerpo de Cris­to, y que si un miembro sufre, todo el cuerpo sufre con él. En vuestra defensa generosa de la fe contra las fuerzas del mal, habéis dado al mundo egoísta una lección gran­diosa de amor, de compasión y de unidad. Y el Dios que todo lo ve ha oído vuestras oraciones, ha aceptado vuestro sacrificio y ha oído vuestra voz de testimonio y de denuncia de los perseguidores. Así, Él ha abierto las puertas de las celdas y ha dejado marchar a los prisioneros. Nosotros, por lo tanto, somos el testimonio vivo de cómo vuestro amor, vuestra fe, y vuestras obras han sabido cambiar el curso de la historia.
Al dirigiros estas pobres pa­labras de agradecimiento por la piedad que habéis tenido hacia nuestro encarcelamiento, soy pe­nosamente consciente de no saber expresar la inmensidad de la grati­tud por vosotros que me ha llena­do el corazón en estos noventa y nueve meses de prisión.
Que el Señor os mantenga en la grandiosa tarea de interceder por los perseguidos, los humilla­dos y los oprimidos. Que vuestra voz no calle nunca frente a los perseguidores, porque vuestra voz da testimonio de nuestro salvador Jesucristo. Que vuestra voz defien­da a los perseguidos por el mal que busca atrapar sus almas y ven­cer a la libertad, e induce al mun­do indiferente a la compasión por los olvidados.
Moscú, 17 de marzo de 1987

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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