«En los años del instituto y de la universidad -recuerda hoy el doctor Enrico Guffanti- encontramos una novedad capaz de dar sentido a la vida y de indicarnos una tarea. Habíamos encontrado a Cristo en la experiencia de la 'juventud estudiantil'(el movimiento de presencia en los ambientes nacido en un instituto de enseñanza media de Milán en 1954 del que nacerá el movimiento Comunión y Liberación, n.d.r.), comprobando cómo este encuentro era determinante para la vida de cada uno y para estar en la realidad: un hecho importante que había cambiado, educándola, mi vida y la de mis amigos, que conmigo vivían la comunidad cristiana presente en el instituto.
Al ir madurando, la experiencia vivida en el movimiento que después se llamará Comunión y Liberación nos ha hecho comprender, cada vez de una forma más plena, que el sentido de nuestra vida está en el encuentro con Cristo y que la tarea consiste en el anuncio de esto a cada hombre y a todo el mundo. Comprendimos entonces que la verdad encontrada no era sólo para nosotros, no era tampoco sólo para los compañeros de clase ni sólo para la gente de la ciudad donde vivíamos. Algunos años antes, algunos amigos nuestros se habían ido a Brasil para vivir la experiencia del movimiento en aquel país. Empecé a entender entonces que el deseo de anunciar a todos los hombres la verdad encontrada y el camino que yo estaba haciendo, el movimiento, era para mí un camino y un trabajo preciso.
La misión, el anuncio y la propuesta de la verdad encontrada son una dimensión esencial e indivisible de la experiencia cristiana. Esto se concretó después en un trabajo, para mí como médico, para otros como profesores, para otros como sacerdotes, pero siempre, en Uganda como en cualquier sitio, el trabajo es el anuncio de Cristo de manera concreta como respuesta a la necesidad contingente. Precisamente por esto, en aquellos años de la contestación estudiantil sentíamos que las propuestas parciales que la sociedad nos hacía no respondían a las necesidades de nuestra vida».
El docror Guffanti escribía pocas semanas después de su llegada a Gulu en Uganda:
«El motivo fundamental de nuestro vivir en Uganda es esencialmente religioso. No hemos venido aquí por un interés profesional o simplemente requeridos ante todo por las necesidades. Para nosotros cristianos, la respuesta a las necesidades adquiere un significado si nace del amor de Dios. Como dice San Pablo 'si distribuyese todas mis riquezas y diese mi cuerpo a las llamas, si no tengo la caridad, no me sirve para nada' (1 Cor 13, 1-3). Con esto, no queremos decir que la posición de quienes obran por otros motivos no sea humanamente válida. Sólo que para un cristiano esto no es suficiente. La esperanza del cristiano está en la llegada de Su Reino: estas afirmaciones son abstractas si no nos comprometen cada día en la construcción de la Iglesia. Todo fin u objetivo intermedio debe servir para esto: encerrarse dentro de la propia profesión demostraría con los hechos que uno no ha entendido la plenitud y la totalidad de la vocación que Dios nos ha dado».
Estas palabras de Enrico Guffanti y el gesto que él con sus amigos llevó a cabo en el lejano 1969 nos dan la clave para entender el resto de la historia y los testimonios que aquí vamos a presentar: el nacimiento de una difícil esperanza en una situación de caos y de humana desesperación. Aquella presencia precisa y cristianamente misionera sería en último término el germen del que brotaría el movimiento eclesial «Cristo es Comunión, Vida-Liberación» en Uganda.
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