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Huellas N.01, Enero 2023

RUTA

El médico, el paciente y la felicidad

Davide Perillo

«Curar es cuidar». De la amistad con él y de su «método» han nacido un ambulatorio y un curso de grado. Los caminos que otros recorren siguiendo las huellas de Enzo Piccinini

En el escaparate, una frase que anuncia un lema: «Curar es cuidar». Justo encima, el nombre del ambulatorio: “Amigos de Enzo Piccinini”. Al lado, la foto del médico que en cierto modo también dio origen a esta historia, como a otras decenas, cientos, como teselas que describen una vida fuera de lo común. Enzo Piccinini es un cirujano, amigo y discípulo de don Giussani, que durante mucho tiempo fue uno de los responsables de CL y que falleció en un accidente de tráfico a los 48 años en 1999. Desde hace tres años es Siervo de Dios y el pasado 10 de diciembre se abrió en Módena el proceso de solicitud informativa diocesana sobre su vida, virtudes y fama de santidad, un nuevo paso en el camino que va hacia los altares.
Pero en este ambulatorio de Ferrara, su foto está desde hace unos meses, cuando el joven médico Francesco Turrini y su colega Matilde Turchetti abrieron el local al decidir «no incorporarnos en un ámbito ya establecido, sino partir juntos de cero», afirma Turrini.

Cuando encontraron estos locales ya tenían decidido el nombre que le iban a poner. «Nunca vimos a Enzo en persona, pero siempre le hemos tenido mucho afecto por dos motivos. El primero es la sobreabundancia de gracia que su amistad con algunos de nuestros amigos mayores ha generado en nuestra comunidad. De hecho, Enzo ha salido a nuestro encuentro a través de otros, de un pueblo que para nosotros es signo de Cristo presente en nuestras vidas». ¿Y el segundo motivo? «Su testimonio como médico. El “método Enzo” nos fascina. Nos gustaría vivir nuestro oficio teniendo presente que cuidar al paciente, y no solo curarlo cuando se puede, es algo que nos conviene».
Turrini resume así ese método: «No se limitaba a hacer su intervención quirúrgica. Para él era esencial conocer al paciente. Quería acompañarle, hablar con él –incluso de la muerte, si era el caso–, siendo consciente de su límite y de su necesidad. Piccinini era cirujano, pero estamos convencidos de que su manera de trabajar y su testimonio también son decisivos para nosotros, los médicos de familia. La atención primaria a veces corre el riesgo de sucumbir ante la burocracia».
De ahí nace este ambulatorio, el nombre de la placa y la nueva etapa que supone en Ferrara, donde también se han dado otros pasos sorprendentes, empezando por el momento en que Luigi Grassi, profesor de Psiquiatría en la universidad local, se fijó en un grupo de estudiantes. Había visto su forma de moverse por la universidad y se hizo amigo de algunos de ellos, así que decidió implicarse con ellos en la organización de un concierto de Marcelo Cesena, pianista brasileño, como homenaje a un joven que había fallecido. «Era uno de sus alumnos de tesis, el profesor había quedado muy tocado con esta historia», cuenta Turrini. También se quedó tocado al ver la forma de estar de estos jóvenes y quiso entender de dónde venía esa sensibilidad que tenían. Su amistad continuó y llegó a concretarse en un curso de musicoterapia con Cesena. «El año pasado, cuando este profesor asumió la tarea de dar un curso abierto a todos los estudiantes de Medicina, nos pidió que le echáramos una mano», sigue contando Turrini.
El título era “Humanización de la medicina: cuidar además de curar”. Entre los libros propuestos estaba también Todo lo he hecho para ser feliz, la biografía de Enzo firmada por Marco Bardazzi. La presentación del proyecto incluía la idea de afrontar «temas “incómodos” tanto para los que se preparan para la profesión médica como para quien la practica desde hace ya tiempo. ¿De verdad es posible estar al lado del paciente y no limitarse a aplicar protocolos y procedimientos? ¿Cómo se pueden mirar los propios errores? ¿Cómo trabajar en equipo?». El programa se desarrolló en cuatro seminarios, que supusieron otros tantos encuentros.

El primero con Fabio Catani, profesor de Ortopedia y traumatología en Módena (aparte de amigo de Enzo), se titulaba precisamente “Una experiencia de curar cuidando. El método Enzo Piccinini”, con testimonios y debates abiertos sobre temas que demasiado a menudo se quedan al margen de la formación cuando en realidad son centrales, como la misión propia del médico, «que no solo consiste en curar, sino también y sobre todo en cuidar»; o la experiencia del límite, del que cuida y de quien recibe los cuidados. «Al “chocar con el límite” surge un deseo de bien, de felicidad, que comparten médico y paciente. Lo primero es acoger y abrazar ese límite, antes que resolverlo. Ese abrazo solo es posible cuando se pone el corazón en lo que se hace», puede leerse en los materiales del curso: “método Enzo” puro y duro.
Luego hubo un seminario sobre el “protocolo Giacomo”, que nació en el hospital Santa Úrsula de Bolonia para acompañar a los padres de niños que nacen con mal pronóstico. Los encargados de dar el seminario, junto a la neonatóloga Chiara Locatelli, eran Alessia y Enrico Lionello, padres que han pasado por esa situación. Otro encuentro era sobre “el sentido del Misterio” y el camino que puede abrirse incluso en una experiencia herida por un error, donde los protagonistas eran Silvio Cattarina y los jóvenes de “El imprevisto”, comunidad terapéutica educativa para menores con problemas y drogodependencias. El último seminario, con el doctor Mattia Altini, era sobre “Obedecer a los datos para atender al paciente” y abordaba la relación entre medicina e investigación.
«Fue una ocasión para replantearnos cómo empezar la actividad médica de un modo distinto», dice Turrini, «un examen no solo para sacar nota, sino para profundizar en contenidos que en la universidad es raro que salgan». En el aula, con más de doscientos inscritos, un continuo diálogo con los profesores y una ventana abierta para muchos de los jóvenes que están llamados a vestir con bata blanca. Veamos algunos ejemplos.

«Este curso me ha abierto la mente sobre la relación médico-paciente. Ha sido como encender una luz en un lugar oscuro». «Este curso ha reforzado mi convicción de que ser médicos no solo quiere decir tener las herramientas, los conocimientos y las competencias necesarias para salvar vidas y ayudar al enfermo; significa hacerse cargo de la vida». «Personalmente siempre solía pensar que la distancia era algo necesario para dejar espacio al paciente. Me parecía la mejor manera de no hacer sentir al enfermo como tal. Pero he entendido que establecer una relación humana, más afectiva, es algo que puede hacer que el paciente se sienta totalmente cuidado y desde luego eso no es sinónimo de poca profesionalidad».
Pero también hay quien se ha visto doblemente reflejado, como aspirante a médico y como paciente: «Elegí este curso por mi enfermedad. He conocido a muchos médicos de diversos ámbitos. Sé lo que significa que solo te miren por la enfermedad que tienes. Pero también he conocido médicos apasionados y humanos. Gracias a ellos pude superarlo. Estoy aquí para intentar hacer mi parte».
El último comentario resume lo aprendido en el curso con una frase célebre: «“Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, soy un hombre, nada de lo humano me es ajeno. Eso es lo que me ha transmitido este curso». Es una máxima de Terencio, 160 años antes de Cristo. Pero parece escrita para describir a Enzo, su método y la vida de un médico que lo hizo todo para ser feliz.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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