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Huellas N.01, Enero 2023

RUTAS

La kipá y el solideo

Luca Fiore

Es el primer judío en recibir el Premio Ratzinger. Hablamos con el constitucionalista Joseph Weiler sobre la Biblia, Jesús y su relación con CL. «Si los creyentes no están presentes, Dios no está presente»

Una kipá bajo la bóveda de la Sala Clementina para recibir de manos del papa Francisco el Premio Ratzinger. Es la primera vez que un judío recibe este reconocimiento dedicado al Papa emérito, que se concede a expertos destacados en la investigación teológica. En los últimos años, la elección de los premiados se ha ampliado a personalidades fuera del ámbito estrictamente teológico, como el compositor ortodoxo Arvo Pärt o el arquitecto suizo Mario Botta. El judío en cuestión es Joseph H. H. Weiler. Constitucionalista de fama mundial, teórico de la integración europea, en 2010 le llamaron para defender ante el Tribunal europeo de Derechos Humanos la posibilidad de exponer el crucifijo en las clases de los colegios italianos. En aquella ocasión dijo que lo que pretendía no era defender el cristianismo, sino el pluralismo. Sin embargo, como señaló el cardenal Gianfranco Ravasi en su laudatio durante la ceremonia en el Vaticano, «en diversas contribuciones Weiler plantea la libertad religiosa, los valores éticos, la relación entre culto y cultura, entre fe, razón y sociedad, entre religión y democracia». Además, uno de sus ensayos está dedicado precisamente al pensamiento del Papa alemán, De Ratisbona a Berlín. Lo sagrado y la religión.
«Ha sido un momento muy conmovedor», comenta Weiler recordando la jornada que pasó en el Vaticano, primero con el premio y saludando a Bergoglio, y luego charlando con Ratzinger. «El premio ha sido una sorpresa. Me ha vuelto a mostrar la apertura de la Iglesia». Los lectores de Huellas conocen bien a este estudioso neoyorquino porque con el paso de los años se ha convertido en un gran amigo e invitado fijo del Meeting de Rímini. En esta conversación repasamos sus grandes temas: su relación con el cristianismo, su pasión por el Antiguo y Nuevo Testamento, los desafíos del secularismo y su interés por CL.

Siendo judío, ¿qué relación tiene con el magisterio de los Papas?
Conozco mejor el pensamiento de Ratzinger, del que trato de leer todo lo que puedo, también porque suele tener que ver con mi labor académica. Sin embargo, del papa Francisco he leído sus encíclicas y me llama mucho la atención su insistencia en la lectura de la Biblia. Invita a leer un trozo todos los días. Me parece casi ofensivo que algunos piensen que a un judío no le interesa el evangelio, los cristianos o lo que dicen los Papas. Forma parte de la cultura general de una persona occidental medianamente culta.

¿Qué es lo que más le interesa del pensamiento de Benedicto XVI?
Su manera de hablar de la relación entre el hombre y Dios. Es una perspectiva muy útil no solo para los cristianos sino para cualquier creyente. Yo soy un estudiante –no digo estudioso– del Nuevo Testamento y creo que, en sus dos libros dedicados a la vida de Jesús, Ratzinger no solo demuestra ser un teólogo extremadamente refinado, sino también un lector de la Biblia agudo y sensible, del que aprendo muchísimo.

¿Qué ha recibido de Ratzinger respecto a sus estudios jurídicos?
Uno de los teóricos más importantes de la democracia liberal fue el americano John Rawls, que afirmaba que los creyentes deben abstenerse de participar en el discurso político porque este debe basarse en la razón, y los que creen intervienen según una fe que no es negociable. En este último aspecto tiene razón: la fe no se puede negociar. Pero lo interesante es que la respuesta más autorizada a esta tesis la dio el propio Ratzinger, sin citar directamente a Rawls. Él acepta la premisa: el discurso democrático debe estar basado en la razón. Pero añade que quien niega a los cristianos la posibilidad de participar en el discurso político no ha comprendido qué es el cristianismo, porque el derecho natural no se funda en la revelación, sino justamente en la razón. Por tanto, no hay motivos, dice Ratzinger, para impedir a un cristiano, por ser cristiano, que entre en el espacio público a exponer sus opiniones basadas en el derecho natural. Pero también sostiene lo contrario: cuando subsiste una norma estatal basada en una fuente religiosa, no es necesario imponerla a los no creyentes. Ratzinger es muy fino y equilibrado. Aclara muy bien la relación entre el creyente y el espacio público en las democracias contemporáneas. Luego también hay otro aspecto importante en su magisterio.

¿Cuál?
Recuerda a todos los creyentes que la ética y la moral no agotan la experiencia religiosa. Habría que retomar no tanto el famoso discurso de Ratisbona, sino la homilía que dio al día siguiente, donde el Papa subrayaba la importancia de la dimensión sacramental de la fe. Esta es mi lectura, no me gustaría poner en su boca palabras mías. Pero creo que ahí hay una crítica implícita a los fieles que piensan que basta con ser una persona ética y moral para ser un buen cristiano. No, no basta. La dimensión ritual, la misa, la Eucaristía… son fundamentales, no solo para la fe cristiana, sino para la sociedad en general.

¿Por qué?
Una de las razones por las que nuestra sociedad se ha secularizado es que la gente ya no está en contacto con personas abiertamente religiosas, practicantes. Sin ese testimonio, la religión queda reducida a comportamiento ético, al intento de ser buenos. Pero los que somos religiosos no tenemos el monopolio del comportamiento ético. Hay mucha gente atea que es noble y buena.

¿Pero respetar los ritos no podría volver a reducirse a un moralismo?
¡Atención! El ritual sin ética no vale. Es la combinación entre ambos lo que distingue al homo religiosus.

¿Qué relación tiene usted con la figura de Jesús?
Es una figura totalmente admirable. Teológicamente, tal como yo lo veo, Jesús fue enviado para la salvación del resto del mundo. Dios se reveló primero a un individuo, Abrahán. Luego se reveló a un pueblo, mediante la Ley y los profetas. Por último, al resto del mundo, mediante la figura de Jesús. Pero él no es mi salvador, los judíos encuentran la salvación mediante la Torá. Pero no hay ninguna razón para que un judío niegue que los gentiles puedan obtener la salvación a través de Jesús. Entre otras cosas, esta es la postura expresada en el documento de la Comisión vaticana para las relaciones religiosas con el judaísmo, publicado en 2015. No son muchos los que lo han leído, pero es un documento extraordinario.

¿Qué dice?
«El hecho de que los judíos tomen parte en la salvación de Dios es teológicamente indiscutible, pero que sea posible sin una confesión explícita de Cristo es y sigue siendo un misterio divino insondable». Es una posición muy sutil pero muy fecunda. Es un misterio de Dios. Y no es el único. ¿Cómo conciliar la libertad de la persona con la omnisciencia de Dios? Ambas son verdaderas, pero cómo pueden convivir es un misterio.

Volviendo a la Biblia, ¿cuál es su personaje bíblico preferido?
¿Personaje? Jacob. Para mí representa la postura del hombre religioso moderno. Porque nunca duda de Dios, pero siempre duda de sí mismo. Me parece que esta es la postura ontológica de un creyente de nuestros días. Jacob no tuvo una vida fácil. Tuvo que combatir con Dios. ¿Libro? El de Samuel, que desde el punto de vista literario es una obra maestra. Entre los profetas, me encanta Miqueas. Sin embargo, entre los libros de la Sabiduría, retomo a menudo el de Job. Es una historia que plantea grandes preguntas sin dar respuestas.

¿Cuál cree que es el mayor desafío para los creyentes en este momento en la esfera pública?
Como decía, Miqueas es esencial. Dice: «Hombre, se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti: tan solo practicar el derecho, amar la bondad y caminar humildemente con tu Dios». Caminar humildemente quiere decir sin arrogancia, sin decir: «nosotros hemos encontrado la verdad y vosotros no». Pero en ninguna parte dice que junto a Dios haya que caminar a escondidas. Mi tesis teológica, que sorprende a algunos, es que la presencia de Dios en el mundo es posible a través de los creyentes. Si los creyentes no están presentes, Dios no está presente. Aunque no creo que este sea el principal desafío de hoy.

¿Y cuál sería?
El del creyente consigo mismo. Ojalá logre llegar al día de mi muerte habiendo vivido al menos diez días en los que no haya tenido que avergonzarme delante de Dios. No sé si lo conseguiré.

Estos últimos años su amistad con los cristianos ha sido importante. Es usted muy aficionado al Meeting de Rímini y a la gente de nuestro movimiento.
Muchos de mis amigos liberales me preguntan cómo es que voy al Meeting y con CL. Tienen en mente las divisiones ideológicas de los años 60. Lo principal para mí no es la “idea” de CL. Es su realidad humana. Yo estoy vinculado a la gente que he conocido y con la que me relaciono. Lo que me ha conquistado es lo que he visto en su vida y el tipo de relación que han establecido conmigo. Sabéis quién soy: un judío que no reconoce a Jesús como su salvador. Pero eso no os impide ser abiertos, respetarme, y algunos –tal vez– amarme. Algo querrá decir… Es la misma sorpresa que siento tras recibir el Premio Ratzinger. Me han aceptado tal como soy: un judío creyente. Pecador, pero creyente. Cuando me preguntan el porqué de mi amistad con CL, respondo que lo normal es amar a la gente de bien. En torno de broma, les digo: si leyerais más la Biblia, os iría mejor. Pero sois una realidad muy importante. Y no hablo del ámbito político. Hablo de la condición humana. Sois algo que hay que custodiar. Sois muy valiosos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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