Encuentro sobre el pensamiento teológico de don Giussani, con algunos autores del libro El cristianismo como acontecimiento
Alberto Cozzi
Profesor de Teología Sistemática en la facultad teológica de la Italia Septentrional y miembro de la Comisión teológica internacional
¿Cuál es la herencia o provocación de Giussani? En un momento dado escribió que el carisma de CL consiste en anunciar con conmoción y entusiasmo a ese Dios hecho hombre y Su presencia en nuestra historia. Creo haber identificado tres aportaciones unidas por la idea de la Encarnación. Giussani deja como provocación a la teología una antropología de la fe. En segundo lugar, Giussani deja una vigilancia sobre posibles reducciones. Por último, deja la preocupación por la centralidad del encuentro con Cristo, es decir, el acontecimiento cristiano. Que Giussani deja una antropología de la fe quiere decir que recuerda a la teología que la fe tiene que ver con lo humano. No hay experiencia de fe que no ponga en juego lo humano en todas sus dimensiones, por ejemplo su relación con la razón, esa visión abierta de par en par a la realidad entera. (…)
El desafío de la fe pasa por ayudarnos a darnos cuenta de nuestra humanidad, de que vivimos una vida donde podemos aferrar signos contingentes del destino, que no es fruto del azar. Esa es la grandeza de lo que Giussani llamaba la experiencia de un acontecimiento. (…) El desafío del nihilismo. Cuando uno pierde el misterio de la Encarnación, cuando Cristo deja de ser el espacio donde Dios convoca la presencia de mi yo en el mundo, queda simplemente un yo sin Dios que no encuentra identidad, destino ni vía de salida. (…)
No perdáis el estilo de Giussani cuando recogía las cartas que le enviaban contándole tantas experiencias y las leía diciendo: «Mirad, este juicio muestra una nueva ontología». Estoy convencido de que es un desafío considerable, es decir, no encuentras a Dios en un momento meramente contemplativo; encuentras a Dios escuchando historias donde percibes que Dios está actuando. Eso cambia y construye.
Tom Gourlay
Responsable nacional de la Capellanía y de la Formación de fieles en la Universidad de Notre Dame, Australia
La primera vez que vi el nombre de don Giussani –entre 2012 y 2013– fue hojeando una revista inglesa, Communio. Inmediatamente me puse a buscar más información y compré varios de sus libros. Debo decir que me despertó mucha curiosidad. Al final me puse en contacto con el movimiento y sus textos adquirieron un significado muy profundo para mí. (…)
Tal vez lo que encuentro más interesante en el pensamiento de Giussani es el concepto del sentido religioso y la relación de esta facultad propia de la persona humana con la fe, que él siempre afirma como un don gratuito. (…)
Cada semestre me enfrento a un nuevo grupo de estudiantes para los que la fe es algo totalmente extraño. Muchos de ellos, quizá más de la mitad, están bautizados y han ido a colegios católicos, pero para la inmensa mayoría la fe sigue siendo algo oscuro, completamente ajeno a su experiencia. (…) No se trata tanto de una crisis de la fe, sino más bien una crisis de la razón, una crisis que atrofia el sentido religioso y que afecta tanto a los bautizados como a los no bautizados. (…)
El encuentro con la fe despierta, profundiza y amplía el sentido religioso. Por eso, Giussani habla de Cristo como el educador supremo del sentido religioso. El sentido religioso, al crecer y educarse, prepara a la persona para recibir más profundamente la gracia que Dios le dona.
El encuentro con Giussani a través de sus textos, pero también y sobre todo a través de la comunidad de personas que se reúne cada semana en Perth, me ha permitido ver la encarnación como algo que sucede ahora.
Giulio Maspero
Profesor de Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma
La forma teológica de Giussani tiene una gran novedad, una gran belleza y al mismo tiempo una gran antigüedad y radicalidad en el sentido de profundidad, porque el primer teólogo es siempre el padre.
Giussani, que renuncia a la teología académica para dar clase a los chavales del liceo, realiza un acto de paternidad y, en este sentido, un acto profundamente teológico, no solo por lo que escribe, que es maravilloso y profundísimo. Los jóvenes que se encontraron con Giussani encontraron a un padre, un padre en el pensamiento. Una vez, mi prima pequeña explicaba a sus amigas que su primo era cura, pero inteligente. Esa adversativa terrible creo que nunca la habría pronunciado si hubiera conocido o estudiado a Giussani. (…)
Si solo queréis leer a Giussani, corréis un grave peligro: el de empezar a hablar en “giussanés”. Hay que seguir adelante y hacer lo que él habría hecho. Su manera de hacer teología, en efecto, nos protege de una grandísima tentación, que sería transformarlo en un ídolo, empezar a hablar un lenguaje que solo entendamos nosotros, de modo que solo podremos evangelizar a una monja, un catequista, alguien que ya haya encontrado a Cristo, porque el significado de las palabras siempre se da en una trama de relaciones. Aquí es donde reside la fuerza de Giussani, que identifica la razón como la capacidad para reconocer relaciones, una pasión por lo humano. Para Giussani, lo humano está en las relaciones, está entre nosotros. (…) El encuentro con Giussani, primero con personas y luego con sus textos, me ha permitido experimentar justamente la coherencia entre el método y la realidad. Verdaderamente existe una forma de vivir que es coherente con una mirada a la realidad en todos sus factores.
“Giussani 100”. Encuentro con cuatro testigos que le conocieron, directamente o mediante sus textos u otras personas
Madre Maria Francesca Righi
Abadesa del monasterio trapense de Valserena
Mi verdadero encuentro con Cristo, y con una forma adulta de la fe, coincidió con conocer a don Giussani, con mi decisión de ir a sus cursos de Introducción a la Teología en la Universidad Católica. (…) Para mí, su genialidad estaba en reconocer a la persona en relación con el Misterio, como su factor constitutivo, más allá de otras circunstancias, de manera que un pequeño yo siempre estaba en relación con un gran Tú, que le hacía a él y todo lo demás. Balthasar lo definiría como «el todo en el fragmento». El Eclesiastés lo dice así: «Les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender». En este sentido de la vida en relación con Otro, don Giussani captó hasta el fondo la importancia del sentido religioso. Después de los años de universidad y de un año de trabajo, entré en el monasterio. Giussani vino a verme una vez y al irse me escribió: «Estoy seguro, porque sé que estás en manos de Cristo». Punto. Eso fue todo. Pero en aquella decisión todo partió de reconocer una presencia a la que seguir, una presencia que me hacía concreto a Cristo. No volví a verle, pero siempre seguí bebiendo literalmente de cada una de sus palabras.
Joseph Weiler
Profesor de la New York University School of Law
Cuando conoces a líderes religiosos, hay dos tipos de carisma diferentes. Uno cerebral, profundo, propio de quien escribe y reflexiona, que cuando lo lees aprendes cosas importantes y la fe se enriquece. (…) Luego hay otro carisma que no depende tanto de la palabra dicha, sino de la voz, de la mirada, de la presencia, de la inspiración que da esa persona. (…) Después hay una pequeña banda de líderes religiosos que reúnen en sí ambas formas de carisma. A este grupo pertenece don Giussani porque, aunque no escribió una teología sistemática, era un pensador muy profundo y, al mismo tiempo, escucharle hablar tenía algo de magnético. (…) Los que tienen la combinación de ambos carismas puede decirse que están tocados por la santidad, porque el hombre religioso debe intentar, por una parte, arraigar su fe en el pensamiento, en la investigación intelectual, pero también debe tener esa espontaneidad espiritual propia de quien percibe la presencia de Dios.
Fabrice Hadjadj
Escritor y filósofo
Giussani se opone al gran error metafísico, un error tanto de los ateos como de los fundamentalistas religiosos. La visión de Dios y del hombre como rivales. La visión del espíritu y del mundo como enemigos. Como si siempre hubiera que quitar a uno para dar al otro, como si necesariamente hubiera que rebajar a uno para elevar al otro. (…) Son dos vías que no compiten, no son caminos separados ni opuestos, porque uno solo puede existir a través del otro. (…) Allí donde haya una verdad, aunque sea en las primeras páginas de un autor ateo, es la verdad de Cristo. Allá donde haya vida, aunque sea la vida de una hormiga, es vida de Cristo, porque todo en Él consiste. (…) No hay competencia entre el Creador y su criatura. No están al mismo nivel, no pueden entrar en conflicto. Uno es causa del otro y por tanto amar a uno es amar al otro y viceversa. Amas al poeta y por tanto amas su poesía. Amas su poesía y por tanto amas al poeta. Y Dios no solo es creador, es salvador. Amarlo como salvador significa amar a los pecadores, y Dios no solo es salvador, es Señor. Amarlo como Señor significa aceptar ser su intendente, actuar a través de Él y para Él, recogiendo todas las chispas de su luz dispersa por todo el mundo. Lo que Giussani llama verificación o conformidad del hecho con las exigencias de nuestro corazón no es algo meramente psicológico. Siempre se trata de ver si lo que buscamos tiene realmente consistencia, si la mujer que amo, el pobre al que ayudo, el libro que leo, la amo, le ayudo y lo leo en Cristo, como una forma particular con la que me revela Su misterio, como la continuación de Su historia en mi vida.
Guzmán Carriquiry
Vicepresidente emérito de la Comisión Pontificia de América Latina
Era la época del proceso de reconocimiento de la Fraternidad de CL cuando recibí el don de conocer a don Giussani. La memoria viva que queda en mí de esos primeros encuentros es la de un imprevisto sorprendente, un abrazo a mi humanidad, un interés por mi propia vida, por mi familia, por mi trabajo. Era como si, en ese encuentro, la caridad de Dios tocase mi corazón por medio de un afecto desproporcionado. Nunca venía para hablarme del iter del reconocimiento en el Pontificio Consejo para los Laicos. Era como si en ese encuentro yo fuera la persona más importante del mundo para él. Su pasión por el hombre se reflejaba en una pasión muy concreta por mi persona. Primero fue su humanidad extraordinaria, luego la espera ansiosa de nuevos encuentros, después la lectura apasionada de sus textos y por último la escucha de sus lecciones en los Ejercicios espirituales de la Fraternidad. Escuchar sus lecciones provocaba, en mí y en mi esposa, una conmoción, una alegría, un asombro por cómo hacía salir del fondo de mi corazón la espera de algo que necesitábamos. Era como un huracán que remueve una calma chicha. Resultaba sobrecogedor toparse con una presencia así, con ese ímpetu y esa pasión, con esa expresividad con la que nos adentraba en los evangelios, poniéndonos delante la humanidad del Verbo encarnado con el rigor con que lo hacía, con una lógica extrema en su manera de razonar. Entonces podía pensar, tentando por la vana suficiencia del fariseísmo propio de un laico adulto que además era secretario de un dicasterio en la curia romana, que mi estatura cristiana ya estaba encaminada y consolidada, pero en cambio experimenté una sorpresa llena de entusiasmo por estos encuentros que iluminaban con más nitidez la naturaleza del acontecimiento cristiano, haciéndolo más razonable, bello y atractivo para mi vida, y que me educaban mostrándome una mirada cristiana hacia la realidad entera.
“De mi vida a la vuestra”. Encuentro sobre la antología de textos de don Giussani publicada en Rizzoli, Las raíces de una historia
Massimo Turchetta
Director general de publicaciones de Rizzoli
Nos ha parecido importante, diría que imprescindible, la experiencia de don Giussani como educador. El deseo de dar testimonio de alguna manera de las etapas principales que él recorrió ha sido el origen de este libro. Me gusta pensar que en la motivación de un educador hay una atención viva por el mundo entero, también por el que no tiene fe. Por ejemplo, justo después del fragmento que habla del “hermoso día” hay un texto sobre el descuido del yo, donde dice que el mayor obstáculo para el camino del hombre es prestar poca atención al yo. (…)
Para crecer tienes que aprender a ir de la mano que te ha sostenido hasta ese momento. Es decir, un elemento fundamental para crecer es que haya una experiencia relacional. También hace falta una cierta manera de acompañar, pero dejando al otro ir, pues dejar ir es el gesto más importante para que el otro crezca, confiar en él incluso cuando se equivoca.
Creo que en este dejar ir reside gran parte de la enseñanza de don Giussani. Para los creyentes y para los no creyentes. Muestra una confianza en el hombre que permite integrar incluso la experiencia relacional de la separación y del retorno.
Luigi Maria Epicoco
Escritor, asistente eclesiástico del Dicasterio para la Comunicación
Jesús dirigió a Nicodemo estas palabras: «El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu». Creo que todos estamos de acuerdo en que, cuando pensamos en don Giussani, pensamos en un hombre en el que cobró vida la experiencia de un carisma. Siendo un hombre atravesado por el Espíritu, es por naturaleza inalcanzable, inclasificable, dentro de sí resuena la libertad del Espíritu. La fuerza de esta transversalidad del Espíritu en su vida nos sigue asombrando y nos debería seguir convirtiendo, es decir, hacernos volver a esa verdad de fondo que movió su vida y que constantemente pretendemos cristalizar de tal modo que pensamos que transmitirla significa proponer una fórmula. (…) Digamos la verdad: don Giussani es un extremista, en el sentido de que lleva todas las cuestiones hasta su raíz última, es decir, lo que tú piensas, lo que dices, lo que te preguntas, debe llegar a su raíz más profunda. (…)
Cuando te acercas a este hombre, lo interesante no es estar de acuerdo, lo interesante es ver reflejada en él la luz de algo verdadero, es decir, que existe una verdad por la que vale la pena vivir. (…) Cuando lees la biografía de Giussani te das cuenta de que el encuentro con Cristo tiene la característica propia del don, no es el producto de una técnica, es un don que en un momento dado entra en tu vida. (…) Giussani anticipa lo que el papa Francisco repite machaconamente: Iglesia en salida, que no es un eslogan sino la actitud de quien no busca sentirse protegido y a salvo, sino que su pertenencia le permite llegar hasta los últimos confines de la tierra.
Creo que eso es lo que ha sido Luigi Giussani: un padre que ofreció al mundo el milagro de decir cosas verdaderas sobre el único del que merece la pena decir algo, Jesucristo.
Davide Prosperi
Presidente de la Fraternidad de CL
Fuera donde fuera, nunca sintió a nadie como un extraño. Más aún, veía a todos como un don para él, y eso suponía una cierta responsabilidad. (…) De hecho, eso es algo que muchos pueden testimoniar. (…) Don Giussani absorbía al otro como una esponja, ya fuera un hombre poderoso o el último entre los últimos. Este aspecto era impresionante, al menos para mí era impresionante. Escuchaba al otro como si esa fuera la única persona del mundo que le interesara. Aprendía, estabas delante de alguien que era desproporcionadamente más grande que tú, en términos de conocimiento, de mirada, de humanidad, pero te dabas cuenta de que estaba ahí queriendo aprender de ti, que no eres nadie. Dedicaba un tiempo desmesurado a hablar con la gente, pero al mismo tiempo, precisamente en virtud del encuentro que había tenido con Cristo, se insinuaba delicadamente en el espacio que el otro le abría para sugerir preguntas, reflexiones, propuestas, ideas. Pero nunca lo hacía de modo imperativo, aunque tampoco elusivo. No se imponía al otro, pero trataba de abrirle siempre un camino, nuevas vías hacia la verdad y hacia su bien.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón