Los tres diálogos y el relato del Anticristo
Vladimir Soloviev
El Buey Mudo
224 pp. – 16,50 €
Volvemos a la saga de los libros proféticos. Lo son no solo porque hablan sobre lo que vendrá sino porque anticipan lo que está ya en potencia o como peligro. Son siempre de rabiosa actualidad y dicen mucho del tiempo presente, aunque, como este, fuera escrito en el ya lejano 1900.
En este tema de contar la verdad, tienen un aspecto común con las fábulas. Utilizan una historia concreta (por ejemplo, en el libro habla del panmongolismo y la invasión asiática a Europa) que puede ser falsa, como acontecimiento histórico, pero que muestra siempre una gran verdad de lo humano.
A nadie se le ocurre pensar que un rey haya paseado desnudo en procesión por su reino y que solo un niño pequeño haya reconocido su condición, como ocurre en la conocida fábula El traje del nuevo emperador; sin embargo, cualquiera entiende la verdad que encierra la fábula sobre el engaño del poder mal utilizado.
La pregunta del prefacio del libro escrita por el mismo autor Soloviev avanza el contenido y objetivo para el que fue escrito: «¿Qué es el mal?».
En la respuesta a esta pregunta es donde el hombre actual, hijo de la razón ilustrada, falla sin remedio.
Para Soloviev el mal consiste, fundamentalmente, en una impostura religiosa. ¿Qué impostura? Estamos acostumbrados a leer en la historia de la Iglesia herejías que consisten, fundamentalmente, en un fallo del discurso. Sin embargo, esta impostura no se da en el discurso, sino en la propia persona al querer sustituir a Cristo por uno mismo. Esta es la gran herejía también ahora en nuestro tiempo. ¡Qué gran tentación! Si pudiéramos ponernos como punto de referencia entre las personas –como salvadores– acapararíamos todo lo humano.
Esta es la tragedia: más que la incredulidad, la negación del cristianismo, o el triunfo del materialismo, la impostura religiosa es un falso cristianismo.
Es realmente agudo y perspicaz definir de esta manera las raíces del mal. Así, por ejemplo, el grandísimo mal que viene de la guerra de Ucrania-Rusia tiene su origen en la impostura de un gobernante que piensa que es el gran defensor y salvador del alma rusa y reduce tan noble concepto a la propia medida del poder.
Este papa Francisco –como el Papa del relato, Pedro II– tiene una particular, aguda y tozuda sensibilidad por desenmascarar esta impostura religiosa. Por ejemplo, en el número 202 de su encíclica Fratelli Tutti afirma: «La falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar. Así las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere bien común».
La escena del libro donde aparece un Papa firme rodeado de unos pocos cristianos que no han cedido a la promesa del emperador u hombre del porvenir, puede que esté más cerca de la realidad de la Iglesia en nuestro tiempo de lo que pensamos.
Se ha predicado el Evangelio a todo el género humano, a todas las naciones, y sin embargo nunca como hoy la Iglesia puede llegar a ser una pequeña grey detrás de su pastor, el Papa.
De ahí el manifiesto permanente de Comunión y Liberación sacado del pequeño relato final del Anticristo: ¿lo que más queremos del cristianismo? Cristo mismo.
El Señor está. Con eso basta. Se llama fe.
Tres diálogos y el relato del Anticristo
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