El papiro de Miray
Guadalupe Arbona
JDB Books
192 pp. – 16 €
La novela de Guadalupe Arbona, profesora de literatura en la Universidad Complutense de Madrid, vuelve sobre el relato por antonomasia de nuestra cultura occidental: la Biblia. Desgraciadamente los grandes relatos bíblicos que permean nuestra literatura clásica, nuestro vocabulario, nuestras costumbres, nuestro arte y arquitectura son cada vez más desconocidos. Y el problema no es solo de cultura general. Tampoco nuestros literatos contemporáneos, en los últimos 50 o 70 años, y dicho de forma general, se han vuelto a la Biblia como hipotexto esencial. Excepción notable es nuestro premio Cervantes José Jiménez Lozano, cuyo influjo sobre Guadalupe Arbona y sobre la misma novela se hace notar.
La narrativa bíblica, al contrario que la griega clásica, deja muchos detalles sin aclarar. Deja grandes espacios en el tejido de la narración. En una tradición que lee y relee el texto es casi natural que surjan preguntas. La novela que nos ocupa nace al hilo de esas preguntas, concretamente las que surgen ante la narración evangélica que describe de forma escueta la muerte de Juan el Bautista y su origen en un baile palaciego. Guadalupe las responde mientras va tejiendo su propia narración. No desvelo cómo lo hace, pero sí qué preguntas suscita la escena evangélica, tal vez aquellas que los hijos de Guadalupe podrían plantearle a su madre mientras esta les cuenta lo ocurrido en aquel palacio de Herodes con la malvada Herodías.
¿Cómo se llamaba la hija de Herodías que tan bien danzaba? ¿Cómo sería su vida en palacio? ¿Quiénes serían sus sirvientas? ¿Qué pasó para que Herodías abandonara a su primer marido, Herodes Filipo, y se fuera con Herodes Antipas? ¿Por qué era tan mala Herodías? ¿Por qué odiaba a Juan el bautista? ¿Por qué la hija de Herodías preguntó a su madre acerca del premio a recibir tras bailar? ¿No era mayorcita? ¿Cuáles fueron las últimas palabras del bautista? ¿Cómo se enteraron los discípulos de Juan de que el profeta había muerto? Mateo dice que los discípulos del bautista recogieron el cuerpo. ¿Qué pasó con la cabeza? ¿Cómo reaccionó Jesús a la noticia? ¿Qué fue de la hija de Herodías? ¿Acabaría como su madre?
Pero la grandeza de esta novela no está simplemente en el hecho de que vuelve a narrar la historia bíblica con creatividad y rellena los espacios que el narrador ha dejado al lector u oyente. El relato evangélico es hijo de un acontecimiento en el que se entremezclan las pasiones y pulsiones humanas y un hecho único en la historia: la humanidad excepcional de Jesús de Nazaret en la que los pobres mortales tocamos lo divino.
Volver a contar la historia bíblica pone a prueba al narrador, concretamente saca a la luz la experiencia que tiene de las pasiones y pulsiones humanas y la experiencia que tiene del gran acontecimiento que ha partido la historia en dos. Y es aquí donde Guadalupe se muestra sublime y esto es lo que hace que su obra sea sublime. Guadalupe se expresa en esta obra. En ella es niña, es mujer, es madre, es amante, está triste, se divierte, siente nostalgia, se siente abrumada por el mal… y vibra con el perdón que ha conocido, algo que supera toda experiencia elemental y que solo se puede encontrar dentro de una historia, la historia de Guadalupe que es la de Miray.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón