¿Por qué organizar una fiesta para todos los compañeros de clase? Dos estudiantes cuentan lo que pasó durante las elecciones en el claustro de la Universidad de Florencia
El claustro de la Universidad de Florencia, el punto más frecuentado del ateneo, fue el escenario de la campaña electoral para el Consejo Nacional de Estudiantes Universitarios. Nuestro amigo Carlo se presentaba en la lista de Objetivo Estudiantil y nosotros, desde el principio, pensamos en organizar una fiesta. La idea era ofrecer a nuestros compañeros de curso un aperitivo y música en vivo, esperando que alguien le votara. Por aquellos días, con todo el cansancio de los preparativos, el padre Elia nos preguntó si eso era lo que queríamos mostrar a nuestros compañeros. En ese momento le dijimos que sí, que nos bastaba con eso, agotados por el cansancio y la insuficiencia de nuestras fuerzas.
Pero la provocación se nos quedó dentro, y día tras día se iba abriendo paso lo que verdaderamente deseábamos de aquella fiesta, algo de lo que al principio no éramos conscientes. No nos bastaba con preparar una bonita velada para nuestros compañeros, queríamos contar quiénes somos y qué es lo que nos mueve. La realidad de ese deseo se impuso ante todas nuestras dudas iniciales y al final tomó forma con dos exposiciones que instalamos en el claustro: “30 es lo máximo, pero la vida es más”, a cargo de algunos de nosotros, y “Yo, Pier Paolo Pasolini”, del Meeting de Rímini 2021.
Lo más interesante fue darnos cuenta de que lo que más impactaba a muchos de nuestros compañeros cuando venían a visitar las exposiciones no era otra cosa que ver la amistad entre nosotros preparando las exposiciones, era lo que contagiaba a los que encontrábamos. Así fue con una compañera de Ricardo, que la mañana de la fiesta pasó cerca de allí cuando iba a estudiar y se paró a mirar lo que estaba pasando. Luego nos preguntó cómo podía conseguir una de las camisetas de la asociación porque quería ayudarnos a montar los paneles y al final se quedó con nosotros todo el día.
Una chica de primero de Ciencias Políticas nos dijo que le llamaba la atención que no afrontáramos los exámenes solo como una prueba a la que someterse con cierta ansiedad, sino como la ocasión de descubrir algo nuevo de nosotros mismos. Ella pasaba por allí casualmente pero luego, llena de curiosidad, quiso ver las dos exposiciones y hasta se conmovió delante de un panel, donde tuvo la libertad de compartir con algunos de nosotros sus preguntas sobre la aridez y la soledad con que afrontaba el estudio. O un profesor al que invitamos a pesar de no conocerlo mucho, se quedó impactado y quiso compartir con nosotros una carta que había escrito varios años atrás después de la muerte de su padre.
Esa era la finalidad de la exposición “30 es lo máximo pero la vida es más”: contar lo que nos llama la atención de lo que estudiamos y de lo que pasa en el mundo, arriesgándonos a dar un juicio sobre temas de actualidad partiendo de nuestras preguntas más auténticas. Empezamos a compartir estas reflexiones en enero, publicando semanalmente varios artículos en nuestra página web. Al principio cada artículo estaba pensado por separado, pero luego, para la exposición, los unimos todos y descubrimos el profundo vínculo que los unía: todos mostraban una manera nueva de estar dentro de la realidad.
Por la noche participaron casi mil estudiantes en la fiesta. Cuando las cosas van bien, es fácil sentirse saciados por una victoria política, pero esa satisfacción no dura, y por sí sola no sería suficiente para justificar todo el cansancio.
Nosotros podemos desear vivir la implicación en la universidad hasta este nivel de profundidad porque somos los primeros en quedar continuamente cautivados por una vida nueva que nos relanza en el descubrimiento de lo que verdaderamente deseamos. Como cuenta Anna, que se encargaba de la iluminación de la exposición, «mientras montaba las luces en las columnas del claustro, me preguntaba por qué lo estaba haciendo con tanta atención. Me di cuenta de que, con ese gesto, deseaba que los demás pudieran ver lo mismo que yo he visto, repasando toda la historia que me ha conquistado y fascinado desde que estaba en el instituto hasta este año aquí».
Es gracias a una historia particular, llena de rostros concretos, como cada uno de nosotros puede desear llevar esa vida a sus compañeros dentro de la universidad. Aceptar tomar en serio este deseo hasta ponerse en movimiento puede convertirse en una ocasión, como lo ha sido para muchos de nosotros, de continuar concretamente el anuncio de una vida nueva que empezó con la humanidad de Jesús hace dos mil años y que sigue contagiando al mundo de hoy. Redescubrir esta autoconciencia nos hace desear estar delante de los desafíos de la vida –del estudio a las relaciones entre nosotros, hasta nuestra presencia en la universidad– aprendiendo a seguir cada vez más esos lugares y relaciones que nos devuelven la verdad de nuestro yo, desvelándonos un deseo que al principio ni siquiera sabíamos que teníamos, pero que una vez descubierto reconocemos como el más verdadero para nosotros y para nuestros compañeros de la universidad.
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