Apuntes de viaje. Para acercarse a una tradición cultural y religiosa milenaria, de gran riqueza. Egipto fue y es lugar de encuentro entre oriente y occidente, «civilización mediterránea» y «civilización africana», mundo cristiano y mundo islámico.
¿Cuál es la situación de su Iglesia?, ¿Cuál es su identidad?
Una tierra que ha sido sede y enlace de diversas culturas durante milenios no puede dejar de interesar a cuantos promovemos el Centro de Medio Oriente. Tanto más cuando nos llega el eco de aquella cultura a través de nuestros amigos egipcios. Los apuntes de viaje que proponemos son fruto de visitas realizadas los dos últimos veranos por algunos de nosotros.
En la capital de Egipto viven 8 millones de personas. Cuando nos asomamos a ver El Cairo desde lo alto de un minarete fue necesario mirar al pasado, o al futuro llenos de esperanza, para comprender el significado del nombre de la ciudad (Al-káhira significa La Victoriosa), ya que lo que contemplamos parecía, a vista de pájaro, una ciudad bombardeada: edificios bajos, descoloridos, con pisos-terraza de adobe añadidos para alojar nuevas familias. Todo provísional, desordenado, desconchado. Polvo, mucho polvo.
Cuando bajamos encontramos caras simpáticas, expectantes, deseosas de compartir el tiempo, de acogerte en sus casas, de hacer amistad. Milad, seminarista, nos invitó a casa de su hermana, casada y con dos niños. Dos habitaciones. Un grifo, luz, televisión, cama y unas sillas. Una comida donde la familia, a la que acabábamos de conocer, te da todo lo que puede dar: lo mejor de su alimento y de su vida personal. Nos asomamos inocentemente al balcón y encontramos que la parte trasera de la casa es un basurero inmenso. Esto es normal. En zonas como el Alto Egipto la falta de higiene y la malnutrición provocan una mortalidad infantil altísima.
En Egipto hay varios millones de cristianos, 8 probablemente, que viven oficialmente respetados y tolerados. Incluso hay un ministro cristiano. En la práctica la persecución es subterránea, psicológica. Nunca un estudiante cristiano alcanzará en la universidad o en la escuela una buena puntuación en las calificaciones; y estos puntos facilitan el acceso a unos puestos de trabajo u otros, a unas carreras u otras, de modo casi automático. Hay pueblos cristianos con menor apoyo del Estado para su desarrollo, sin carreteras, con dificultades para poner escuelas,... Uno pertenece a la religión a la que pertenece su familia, y así consta, desde que nace, en su cédula personal. Sólo podrá cambiarla para convertirse al Islam; y es condición necesaria en el caso, frecuente, del cristiano que quiera casarse con un musulmán. Un doctor musulmán lleva varios meses en la cárcel por haberse convertido y bautizado. Y esto no es un caso aislado. En la calle, la convivencia entre cristianos y musulmanes no es mala. No es difícil encontrarlos unidos en amistad, vivienda, colegio, trabajo...
Una primera impresión sobre la Iglesia Copta (el Copto es el rito de la Iglesia nacional egipcia) puede ser la de encontrar un ambiente cerrado, con miedo a olvidar sus raíces y tradiciones por la influencia islámica, con ritos fosilizados por oposición a la evolución litúrgica de la Iglesia Católica. Parece que ha renunciado a lo mejor de su pasado: ser vínculo de comunión con otras iglesias como lo fue el patriarcado alejandrino, tener una dimensión misionera desbordante, ser fuente de vitalidad cultural y documentación histórica. Esto puede ser cierto. También es cierto que Egipto es uno de los pocos países del Medio Oriente en los que la tradición cristiana sigue siendo sociológicamente relevante. Tras trece siglos desde la invasión del Islam y las dificultades en la convivencia, confrontación, marginación y aún persecución, la Iglesia Copta con su patriarca Shenuda III, milagrosamente, está presente, sigue presente en Egipto. Muchas de sus enfermedades, como ocurre en nuestras iglesias de occidente, derivan de la decadencia cultural y la falta de seguimiento a alguien que sea criterio último, como el Papa, y que dé horizonte universal a la propia particularidad.
El profesor Boulard, hermano de La Salle y director del Colegio San Marcos en Alejandría, nos explicaba que los cristianos viven aquí como los musulmanes, y rezan a Dios como los musulmanes. La presencia de Cristo corresponde al más allá; «Alá es grande» ha penetrado en su mentalidad. La ausencia de la humanidad de Cristo explica que asuman el fatalismo oriental: Dios ha decidido el futuro. Ni hay encarnación ni las cosas dependen de una libertad.
Sin embargo el egipcio es un hombre que espera, que está abierto a una propuesta. También el hermano Boulard nos explicaba: «aquí la fe está en la sangre. El egipcio no piensa, ni lucha, ni crea, pero es pacífico, trabajador, hospitalario y disponible. Cuando tiene un motivo se adhiere firmemente. Hacen falta líderes que propongan y prendan fuego».
Conocimos dos hechos presentes que suponen una esperanza para Egipto y para su Iglesia. Los monasterios del desierto y las escuelas de la Asociación Cristiana del Alto Egipto.
El monacato, nacido en Egipto en el siglo III, es el alma de esta Iglesia. Su trabajo cultural ha sido durante siglos fundamental para el
crecimiento y la vida en torno al Nilo. Casi extinguidos en los años 60, estos últimos años presencian un renacimiento importante: muchos jóvenes, incluso universitarios, eligen este modo de vida. Durante un tiempo unos monjes trabajaron en un colegio latino. Uno de ellos viendo una imagen de S. Francisco con un leproso había comprendido que el leproso para ellos era el mundo. Pero la autoridad no permitió esto. La vida de los monasterios es un punto de referencia para los cristianos coptos, un lugar de encuentro objetivo con la novedad cristiana y la creatividad cultural que ésta despliega.
La Asociación Cristiana del Alto Egipto surge de la inquietud del Padre Dairout por la situación de su país. Este sacerdote, profesor, comenzó a mostrar a sus alumnos cairotas las aldeas y los caminos perdidos e ignorados por las nuevas generaciones de estudiantes de la capital. La experiencia de comunión y de nueva humanidad que nació en algunos jóvenes en torno al Padre Dairout va cristalizando en vidas entregadas en la pertenencia a este movimiento y a sus obras. Su actual presidente, Amin Fajín, nos explicaba que ellos no pueden cambiar Egipto, pero en una generación nueva se puede provocar una nueva mentalidad de tolerancia, deseo de luchar por algo grande; «porque cuando hay un ideal y un camino todos los problemas pasan a segundo plano y entonces los jóvenes no emigran, se quedan para hacer algo». Apuntó también el problema de la identidad de los cristianos y de todo el país. «Cuando se olvida la propia historia y se ve como única civilización la procedente del Islam, entonces los cristianos coptos pierden su identidad y miran a Occidente».
Las múltiples escuelas de la Asociación son un signo de la riqueza de esta experiencia. Todo aquel que, en Egipto, tiene una preocupación activa por el futuro del país, colabora en estas escuelas. No sólo coptos y coptos católicos, sino también muchos musulmanes y las órdenes religiosas latinas presentes en el país.
CENTRO DE MEDIO ORIENTE
A través de Monseñor Javier Martínez, obispo auxiliar de Madrid, nació entre algunos de nosotros la preocupación por la situación de Oriente Medio. El encuentro y la amistad con algunos egipcios como consecuencia de un viaje a Egipto han hecho nacer una inquietud por el diálogo con el Islam, por la comunión con los cristianos de las Iglesias árabes y por el diálogo, varios siglos interrumpido, entre España y el mundo árabe.
La fidelidad a esta amistad ha supuesto el último verano la repetición del viaje a Egipto. Durante el invierno otras personas, de Iglesia o no, interesadas por nuestras actividades, han participado en iniciativas diversas: desde la enseñanza de lengua árabe y los encuentros culturales, hasta el acopio y publicación de información sobre las Iglesias y sociedades árabes en el pasado y el presente. Este último mes de noviembre participamos en el Meeting del Mediterráneo en Catania.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón